Titane: inestabilidad y adaptabilidad

Un espectáculo sensual de automóviles. Personajes entran en acción. Performance. Mujeres bailan para liberarse de su realidad. Hombres sorprendidos y fotografiando. Alexia (Agathe Rousselle) hace su primera aparición: ignora sus alrededores, tiene un objetivo: su automóvil. Una vez que llega se conecta con la máquina: su lenguaje corporal transmite vehemencia, sin embargo, parece no disfrutar las alabanzas que la masculinidad le otorga: se concentra en la transmutación de sentimientos incomprendidos. Se baña y “empatiza” con otra mujer: sus miradas tocaron corazones, pero Alexia oculta algo oscuro. Sale. Personas buscan su autógrafo: los ignora. Un hombre la acosa y la persigue. Sale deprisa y se sube a su carro. El hombre insiste: Alexia no tiene más remedio. Baja su ventana, le da su firma, este la besa y le responde: parece disfrutar del momento, de pronto, y con un arma doméstica muy personal, lo asesina.

Estas acciones, que ocurren en diferentes secuencias, son los elementos clave que Julia Ducournau exhibe en Titane (2021) de manera intencional para avisarnos que la protagonista pasará por diferentes desarrollos, los cuales descubriremos conforme avanza la historia.

Alexia incomoda, desde pequeña, por la actitud de su padre (Bertrand Bonello), intenta llamar su atención de diversas maneras, éste la regaña y sucede la tragedia: el choque que deja un legado para toda su vida, el titanio.

Alexia ve a su padre con resentimiento, como si lo culpara de su existencia, de su dolor, ambos no se llevan bien (más tarde esta relación seguirá en la vida adulta de la protagonista), salen del hospital y la madre hace su acto de aparición, ella la ignora y va directamente al carro: lo acaricia. Ducournau es nítida a la hora de ocultarnos qué tipo de historia tienen los padres con su hija.

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Los intereses de la directora por retratar una conexión más allá de las relaciones humanas madura en su segundo trabajo; en Voraz (Grave, 2016), el deseo incondicional tiene una forma física, que se complementa con la reciprocidad de la protagonista; en Titane hay un vínculo, es un objeto que no tiene sentimientos, no habla, no tiene mente propia: ¡es un automóvil! Y lo seguirá siendo, mas para Alexia este representa un balance entre el bien y el mal, es lo único que la hace feliz, que la hace ser comprendida, amada, valorada —incluso tiene relaciones sexuales con él—, ya que no necesita del cariño de un ser humano para subsistir, pero hay un problema: es un ser inestable y, por lo tanto, busca hacer todo lo que está al alcance de sus manos para escapar de una realidad en la cual corre peligro.

Titane explora la mirada femenina con la mirada masculina, pues en esta última somos testigos de cómo Ducournau quiere reflejar el acoso que diariamente viven las mujeres por parte de los hombres, haciendo énfasis en el apartado artístico, por eso no tiene compasión en mostrarlos como máquinas depredadoras, que son dependientes de los demás. Estamos hablando de connotaciones de construcciones sociales: estereotipos que la sociedad ha implementado a través de los años. Alexia está incómoda la mayor parte del tiempo. Solo ve por ella misma, de cierta manera, es egoísta a la hora de tomar sus decisiones, lo cual beneficia al desarrollo de esta: no confía en la humanidad, le es indiferente, por lo tanto, su única confianza la deposita en el titanio.

Para la realizadora, la libertad significa adaptarse —cosa que ha experimentado en Junior (2011) y Mange (2012)—, es decir, la independencia en su cine consiste en la idea de la adaptabilidad, pues, para que los protagonistas obtengan una respiración ante sus problemas, deben acostumbrarse,por eso vemos que la protagonista quiere experimentar nuevos placeres con una persona de su mismo género, es aquí cuando se construye el discurso: el largometraje es una crítica hacia los estereotipos de género que cobra mayor fuerza por el contenido de la secuencia final.

La escena que ocasiona el quiebre de la historia ocurre cuando Alexia asesina a las personas que compartían con ella una noche de diversión. Ducournau lo filma como comedia: los ojos de Alexia, mientras disfruta del placer, desbordan tensión, está lista para realizar su cometido. Cuando lo hace, las víctimas reaccionan de una manera que recuerdan al cine slasher, en donde hay bastante gore y la música de fondo romantiza las acciones violentas de la protagonista.

Las imágenes de Ducournau son potentes, pero el tinte de Titane es ligeramente romántico. En su cortometraje, Junior, la realizadora exploró su mirada párvula al comprender los cambios de la adolescencia; la protagonista, Justine (Garance Marillier), tiene un parecido con Alexia, puesto que ambas son personajes que exploran sus cuerpos mientras el mundo que les rodea las considera personas extrañas. Si se es visto de una manera cuidadosa, ambas son la misma persona y somos espectadores de sus diferentes facetas. En Junior, Ducournau se adentra a una aventura cálida sobre la exploración juvenil con tintes de terror; en Titane refuerza este último para explorar la adultez, tanto su condición física como psicológica.

Aparentemente Alexia se convierte en una asesina en serie, que finge ser otra persona para habitar otro contexto, mientras se adapta a este nuevo comienzo en su vida. El cuerpo humano es un elemento que Ducournau ha explorado en su filmografía; con este largometraje va allende de todo lo que ha establecido: si en Grave los personajes principales tienen sexo y más que lastimarse el uno al otro dejan que el dolor los habite, en Titane es el destino quien lastima a la protagonista: la envuelve en un sentimiento de soledad, de melancolía, sin poder escapar, con la necesidad de borrar su inestabilidad y conseguir su adaptabilidad.

Vicent Lindon refleja un personaje (un bombero solitario) que padece los mismos dolores del alma: los estragos que dejó una pérdida —en este caso la de su hijo—, por ello acepta a Alexia como su personificación, pero la madre sabe que Alexia finge ser su acompañante de vida y con esta descubre su verdadera identidad: le pide que sea su compañía mientras ella se despide y va por un rumbo desconocido.

Cuando Alexia se transforma en Adrien vemos que es lo primero que disfruta: su identidad, una escena elegante: por una vez se siente humana. En un principio, ella no se adapta a su nueva vida, ya que venía acostumbrada de estar sola, sin nadie que la escuchara o comprendiera, pero Vicent le da todas las atenciones que nunca recibió por parte de sus verdaderos padres: la acompaña, la escucha, la intenta comprender, saber qué experiencias ha tenido que la han llevado a forjar el carácter que actualmente tiene. Esto sucede gracias a que Vicent también atraviesa por un proceso dismórfico corporal: en busca de un cuerpo resistente y musculoso, se inyecta anabólicos; estos le ocasionan graves daños a su físico y su mente, acercándose a su muerte en varias ocasiones. Vicent le da un puesto a Alexia en su equipo de bomberos y poco a poco aprende un nuevo oficio. La secuencia que mejor representa esto es cuando Alexia revive, con ayuda de Vicent, a una señora: el rostro del personaje es de felicidad, ¡sonríe después de un tiempo largo y por un acto que no tenga que ver con automóviles, sino con humanos!

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Cuando los bomberos (compañeros y amigos cercanos de Vicent) descubren quién es Alexia y se incomodan, Julia da una prueba veraz y contundente de una realidad que actualmente ha perseguido a la comunidad LGBT y demás personas que quieren explorar su “verdadero yo”: la no aceptación.

Alexia termina por exponer su “yo interior” y descubre que tiene un deseo por Vicent, mismo que se fortaleció gracias a las atenciones que le daba, sentimiento que recuerda al creado por Norman Bates (Anthony Perkins) con Marion Crane (Janet Leigh) en Psicosis (1962), de Alfred Hitchcock, mas con una diferencia: la locura; en Psicosis, Norman no puede vivir sin su madre y siente celos por los hombres que se le han acercado, ¿cuál fue su solución? Asesinarla para que nadie más la pudiera ver y tocar, pero en su acción Norman se quedó solo. En Titane, Alexia necesita de Vicent y él de ella, no obstante, cuando ambos están destinados a conectar de manera amorosa, ocurre el nacimiento del bebé cronenbergniano de Alexia y su visión se desmorona, pero no caen en la locura, a diferencia de Norman y Marion.

Titane es una exploración sobre la condición humana, que encapsula a los personajes, a la realizadora y a nosotros como espectadores, nos hace cuestionarnos: ¿qué tan solos estamos y qué relaciones extrañas podemos entablar con objetos que signifiquen algo en nosotros? ¿Cuántos momentos podemos perder a la hora de encapsularnos en la soledad? ¿Realmente estamos viviendo nuestra vida como se debería? Una brecha relación entre lo invisible (aquello que no tiene sentimientos ni expresiones) y lo visible (nuestros seres queridos).

Pienso en la idea de adaptabilidad de Charles Darwin: si nos adaptamos a los cambios que la vida tiene para nosotros, podemos sobrevivir, conocer una nueva faceta de nuestra persona y disfrutarla, sabiendo que no todo es para siempre y que una tragedia puede cambiarlo todo.

Por Sebastián López (@sebs_lopezf)

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