El cielo es mudo, una entrevista con Alexander Koberidze

Al ver una película como ¿Qué es lo que vemos cuando miramos al cielo? (What Do We See When We Look at the Sky?, 2021) del cineasta georgiano Alexander Koberidze, es inevitable pensar que la pregunta del título alude a un misterio tan grande que admite prácticamente cualquier respuesta. El mundo se vuelve un lugar capaz de sorprender mostrándonos cosas que hemos visto antes, pero la clave de Koberidze y su equipo es, más bien, ocultarlas a simple vista.

Tan mágica como ordinaria, la película premiada en el Festival de Cine de Berlín de 2021 llega a la plataforma de MUBI a inicios de enero para demostrar que el futbol es algo mucho más grande que sus federaciones y política, que el amor es más misterioso e indecible que cualquier palabra y que el cielo, como el cine más puro, es silente.

Conversamos con el cineasta georgiano a propósito de la película:

Butaca Ancha (BA): Me gustaría comenzar por algo esencial pero que a veces puede pasar un poco desapercibido: el título de la película. Considerando que es muy lúdica en muchos aspectos, ¿se debe encontrar una respuesta a la pregunta del título en la misma o la intención es hacer esa incógnita aún más grande?

Alexander Koberidze (AK): Tuve muchas dificultades para titular la película. Cada título que tenía en mente estaba relacionado a algo que estaba en ella, lo cual hacía una idea más relevante que otra. Deseaba evitar esto, lo que me interesaba hacer notar es que todo en la película es igual de valioso e importante. Buscaba un título que no la acotara a uno solo de sus aspectos, sino que fuera más universal, en la que cada espectador obtendría su propia respuesta. No recuerdo exactamente cómo llegamos a este título pero está asociado a Leo Messi y la manera en la que celebra sus goles, creo que fue por ahí pero la pregunta es universal y cada quien tiene su propia respuesta.

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BA: Ahora que mencionas esta idea de lo universal, la película hace un amplio uso de recursos del cine silente. En más de una forma, se puede ver sin los subtítulos o la voz en off y disfrutarse enormemente, entendiendo lo que ocurre y experimentando emoción genuina. El uso de subtítulos, epígrafes, que muchos personajes hablan entre ellos y a cuadro pero no se distingue lo que dicen, digresiones y, desde luego, el montaje, con el que haces cosas que remiten a una suerte de Eisenstein gentil…¿fue pensado así desde el principio o surgió orgánicamente?

AK: Al momento de escribir el guion y elegir un lugar para hacer la película, me pregunté cómo es que debía filmarla, qué tipo de película sería. En la escuela de música que se ve en la película, se toca música que es muy similar, justamente, a la del cine mudo y creo que fue ahí donde pensé que estábamos haciendo una película silente para nuestros tiempos, aunque no es completamente silente por que escuchamos cosas pero es más bien un concepto. Cuando me acercaba a cualquier aspecto de la realización de la película, pensaba como resolverlo para que respetara esta idea de cine silente, lo cuál nos ayudó a entender mejor que era lo que estábamos haciendo.

BA: Me gustaría que habláramos un poco sobre Kutaisi, el lugar en el que se desarrolla la película. Por la manera en que la filmas pareciera un lugar idílico o propio de un folklore fantástico, con una propiedad mágica. ¿Kutaisi es así o es la forma en que la ves? Considerando que en tus trabajos anteriores existe un esfuerzo por combinar documental y ficción, ¿cuánto de lo que se ve sobre Kutaisi es una invención tuya y cuánto es de la ciudad misma?

AK: No construimos absolutamente nada. En el café por ejemplo, solo pusimos tres sillas más, creo que lo demás tiene que ver con el ángulo, cuánto se muestra y cuánto se oculta. Históricamente, Kutaisi tiene ciertas cualidades como de un lugar de cuento de hadas, pero su realidad es bastante dura, vivir ahí es particularmente difícil. Sin embargo, de alguna manera, el ritmo y la atmósfera de la gente es bastante ligera, de fácil comunicación. Fue muy agradable para mí pasar tiempo ahí por que a diferencia de otros lugares, fue muy fácil empezar a hablar con la gente, que era muy agradable. Es muy valioso para mí cuando alguien que no conozco me responde una pregunta en una forma en la que hay atención y cuidado en la respuesta. Este tipo de interacción puede salvar tu día. Kutaisi tiene esta atmósfera, que es preciosa para mí.

BA: Es importante resaltar que existe una conexión con el trabajo de otros cineastas georgianos. Por ejemplo, Tengis Abuladze es originario de Kutaisi, Sergei Paradjanov, Otar Iosselliani… y desde luego, el trabajo de todos ellos está anclado en un bellísimo uso del folklore, la magia y su conjugación con elementos realistas. ¿Te considerarías inserto en esa tradición? ¿Cuál es tu relación con ellos?

AK: Es innegable todo lo que se hizo antes de uno y que ama. Se niega muchas veces, pero suele ser un acto de amor. Alguien hace algo que amas y después tú haces tu propio trabajo. No niego las influencias y desde luego que el cine georgiano de los 60, 70 y 80 es algo que ha moldeado mi trabajo, por que hubo un vacío en los 90. Tuvimos una larga sequía que solo hasta ahora se está deteniendo. Si elijo seguir alguna tradición sería sin duda la de esos cineastas que mencionaste.

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BA: Ahora quisiera preguntarte sobre los dos grandes tópicos de ¿Qué es lo que vemos cuando miramos al cielo?: el futbol y el romance, aunque resulta curioso porque se ve muy poco de ambos a cuadro. El futbol se proyecta en pantallas más que jugarse y a pesar de que el amor está presente a lo largo de la película, casi no hay interacciones “amorosas”. ¿Estabas consciente de esta contradicción al hacer la película?

AK: En un momento dado teníamos una gran escena de futbol pero tenía la sensación de que no era necesario mostrarlo porque lo vemos en todos lados y hay mucha gente a la que no le gusta y además es imposible conseguir los derechos de los partidos oficiales. Ahora, en cuanto al romance, una idea que tenía era mantenerlo oculto para los personajes, dado que suele estar tan orientado a lo físico o a lo sexual y nada privado, por lo que me pareció mejor dejar las cosas tras bambalinas, donde no sabemos que pasa exactamente. Tratamos de respetar la intimidad de los personajes.

BA: Los niños tienen una presencia importantísima y se relaciona con el hecho de que la película tiene una fuerte cualidad de inocencia e ingenuidad. Hablábamos sobre el cine silente y la universalidad de la película, creo que es difícil en tiempos actuales hacer una película así, ¿cómo aproximarse a un medio como el cine con nuevos ojos?

AK: Básicamente es curiosidad, porque las formas de hacer películas que conocemos o aprendemos ya son muy utilizadas. Claro que conozco los métodos de uno u otro director, pero suelo buscar un cierto tipo de lenguaje. Me decías de un acercamiento infantil o inocente y estamos tratando de buscar un lenguaje para hablar pero al mismo tiempo tratamos de entenderlo. Cuando, por ejemplo, usamos un dolly shot, tenemos muchos ejemplos de cuando es adecuado o correcto usarlo pero no lo entendemos como parte de la dramaturgia o de la historia, lo cuál crearía un nuevo sentido del por qué la cámara se mueve. Cada decisión que tomábamos estaba encaminada a entender lo que estábamos haciendo, que es quizá lo que le da este enfoque infantil a la película.

BA: Hay un momento al final en el que se nos pregunta a la audiencia qué es lo que diremos a nuestros hijos que hicimos cuando todas estas cosas terribles que están pasando el mundo sucedieron. En ese sentido, ¿es importante hacer películas? Sobre todo aquellas que no están atendiendo ninguna coyuntura social, política o cultural pero que en un sentido están hablando de algo mucho más importante…

AK: Es algo que me pregunto constantemente: ¿qué es más importante? Dar mi vida a hacer películas o encaminarme a una causa específica como veo que mucha gente lo hace. Gente que trabaja para obtener resultados concretos, a veces de forma inmediata, a los que les tengo un enorme respeto y de cuyas actividades a veces trato de participar pero me he percatado que cuando hago películas, mi comportamiento cambia, de una forma positiva y creo que si puedo compartir eso con otros alrededor mío, eso le da sentido. Y como decías, no podemos detener el calentamiento global con películas, pero una persona puede ser gentil con otra en un set de filmación o en cualquier otro lugar, y eso ya es algo.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)