Uno de los aspectos que resulta fundamental en el Festival de Cannes, además del glamour y la vacuidad de la alfombra roja, es la controversia generada por una película o por la declaración de un cineasta durante una rueda de prensa. Este año la controversia había sido relativamente discreta –y hasta cierto punto esperada– con la presentación de Benedetta, de Paul Verhoeven. No obstante, nadie en el festival estaba preparado para lo que haría Julia Ducornau en Titane, una de esas películas cuya presentación ante la prensa internacional dio pie a reacciones tan viscerales como todo lo vertido en pantalla.

Por acá la comentamos junto con otros títulos no menos polémicos:

Titane
Dir. Julia Ducournau
Sección: Competencia Oficial

Para hablar de lo que hace Julia Ducournau en su nuevo trabajo es importante sacudirse de encima las referencias a Cronenberg, Tsukamoto, Verhoeven, Glazer, Argento, Refn o cualquier otro cineasta que se desee al intentar invocar la idea de lo que es Titane. Comprometida hasta un punto temerario consigo misma, la película de Ducournau es en todos sentidos un auténtico monstruo: su apariencia es profundamente intimidante y hostil, parece que desde el inicio nos quiere hacer sentir que no somos bienvenidos en su universo dominado por intensas sesiones de twerking, hipersexualizados vehículos y violencia tan despiadada que solamente puede venir de la frialdad de una máquina.

La protagonista Alexia (extraordinaria Agathe Rousell) es una bailarina en eventos automovilísticos que al sufrir un terrible accidente con su padre (el audaz cineasta Bertrand Bonello), termina con una placa de metal en la cabeza que, de una forma extraña, la hace crear fuertes lazos afectivos con el metal, particularmente con aquel de los automóviles.

La faceta inicial de este apabullante monstruo revela en un par de precisos movimientos –que es mejor no revelar– una naturaleza sardónica, humana y hasta tierna, particularmente cuando aparece un viejo bombero adicto a los anabólicos interpretado con fiereza y sensibilidad por el gran actor francés Vincent Lindon (Les salauds, 2013). En Raw (2016), su largometraje anterior, Ducournau había mostrado una audacia que nacía de sumergir los dedos y las uñas en la llaga de la adolescencia y los excesos de la carne con ciertas dificultades para mantener la cohesión dentro de su desbordamiento.

Aunque esas dificultades no han desaparecido del todo en Titane, es evidente que Ducournau es una cineasta que filma el cuerpo humano con una dureza que lo saca de su dimensión humana, sin dejar de lado el hecho de que su mayor fragilidad radica en el punto intangible donde los cuerpos destrozados por un inacabable dolor, se deshacen en cariño. Como el Frankenstein, de James Whale, quizá nunca es tan temible y cercano como cuando sostiene una flor en su mano. (JJ Negrete, @jjnegretec)

JFK: Through the Looking Glass
Dir. Oliver Stone
Sección: Selección Oficial – Fuera de Competencia

El registro documental sirve por un lado para construir la Historia universal y, por otro, para poder encontrar las fisuras en la hegemonía. Después de filmar JFK en 1991, Oliver Stone retoma el hilo que aventuraba argumentos y conclusiones en JFK Revisited: Through the Looking Glass. Este trabajo de detective se pudo llevar a cabo a partir de la liberación de 2,891 informes confidenciales con respecto al asesinato de John F. Kennedy en 1963, durante la gestión del ex-presidente Donald Trump en el 2017.

Stone establece líneas temporales que se despliegan en espectros cada vez más amplios y por lo tanto de mayor profundidad. Los escenarios no sólo abarcan actores: Lee Harvey Oswald (asesino de Kennedy), Jack Ruby (asesino de Lee Harvey), Russell B. Long o Leroy Fletcher Prouty; sino, y sobre todo, el contexto que Kennedy buscaba modificar con respecto a las políticas intervencionistas y militaristas. Es de suma importancia la enmarcación contextual que Stone apuntala porque ese horizonte permite observar la postura anticolonialista que buscaba la regulación de las relaciones con la Unión Soviética, con Cuba y con Vietnam; los 3 grandes escenarios para que el Destino manifiesto y la fortuna económica en tecnología militar incrementaran.

Con las distancias debidas, el desmontaje que Stone hace del Informe Warren es tan necesario como el hecho por el Grupo Independiente de Expertos Internacionales (GIEI) en el caso de Ayotzinapa y la creación de la Verdad histórica en el sexenio de Enrique Peña Nieto. El desmontaje no sólo es un vehículo para conocer las narraciones relegadas, sino para hacer estallar la simbología en la que están fundamentadas. El trabajo de Stone no busca colocar certezas, más importante aún, intenta colocar en el centro de la discusión las preguntas, que con el fuego adecuado, pueden hacer estallar las estatuas inmaculadas en el tiempo.

Preguntarse por el caso de Kennedy es preguntarse por la economía, la política y la ideología en la que está fundamentado Estados Unidos: una práctica de guerra y colonialismo que se expandió a los largo del siglo XVIII y que no sólo sigue vigente –por ejemplo en los ataques de Israel al territorio palestino– sino que lo encumbran de maneras tan sutiles y al mismo tiempo perversas en la cultura pop. La ideología es más fácil de consumir con gestas heroicas: Rocky IV (Stallone, 1986), el conflicto entre el Capitán América y Red Skull (Captain America #7, 1941) o Iron Man 3 (Shane Black, 2013) son tres de muchos ejemplos; por ello desconfiar no sólo de la Historia y las instituciones que la avalan se vuelve una tarea necesaria, sino de todos aquellos que se encumbran como héroes en un mundo donde el colectivo violentado no ha dejado de perder. (Icnitl Ytzamatl-Ul Contreras García, @Mariodelacerna)

Medusa
Dir. Anita Rocha da Silveira
Sección: Quincena de los Realizadores

Si se piensa en las películas brasileñas seleccionadas en Cannes durante los últimos años como Trabalhar Cansa (Dutras & Rojas,2011), Bacurau (Mendoca Filho, 2018) y la reciente Medusa, de la cineasta Anita Rocha de Silva, se podría concluir que el trabajo de John Carpenter tiene una influencia profunda en los realizadores allá, quizá por la forma en la que problemáticas sociales vigentes son abordadas desde el ojo, cínico y hábil, del cineasta estadunidense. En Medusa, un grupo de jovencitas cristianas enmascaradas persigue mujeres “pecadoras” –principalmente feministas– para golpearlas brutalmente y exhibirlas en redes sociales “arrepentidas”.

Generosa en música de sintetizadores, tensas escenas de suspenso y precisa en la creación de una atmósfera ideal para atacar el fundamentalismo religioso en Brasil, la película busca funcionar como un vehículo catártico ante el opresivo y agresivo resurgimiento del fascismo. Aunque tiene un inicio parte sumamente prometedora y un fortísimo ensamble de actrices, la segunda parte, como muchas de las películas de realizadores jóvenes en Cannes, se descarrila ante caprichos y divagaciones que petrifican a esta Medusa antes de que pueda liberarse del yugo de sus propias serpientes. (JJ Negrete, @jjnegretec)

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