Diarios del TIFF 2019 – El divorcio gentil

Somebody need me too much.
Somebody know me too well.
Somebody pull me up short,
And put me through hell,
And give me support,
For being alive.
Make me alive
Fragmento de Being Alive, Stephen Sondheim

Matrimonio y divorcio nunca son entre dos, por el contrario, ambas suelen involucrar un ensamble de personajes cuyas acciones y dichos tienen una poderosa incidencia sobre una relación, construida cuidadosamente una pieza a la vez y devastada en trozos amorfos al acabar. Marriage Story, la nueva película del cineasta neoyorquino Noah Baumbach, es una delicada pieza que, a través de una elocuente construcción dramática y de carácter, encuentra belleza en la separación y crueldad en la unión.

Charlie y Nicole, un talentoso director y una talentosa actriz, viven en Nueva York creando radicales y audaces obras teatrales en modestos teatros en Brooklyn, mientras que en el escenario doméstico llevan una convivencia pacífica que se altera cuando Nicole recibe la oportunidad de regresar a trabajar a Los Angeles, situación que inicia la hecatombe de su relación.

Adam Driver y Scarlett Johansson, dos de los actores más talentosos de su generación, interpretan a Charlie y a Nicole, respectivamente. Ambos exponen en la película de Baumbach facetas y rangos de una crudeza y honestidad que no habían alcanzado en otros trabajos y que su faceta más popular como rostros de dos gigantescas franquicias fílmicas les dificulta trabajar en proyectos como Marriage Story.

Baumbach había retratado con lujo de escarnio y agudeza los pormenores de una relación que se desmorona en The Squid and the Whale (2005), a diferencia de ésta, en Marriage Story el tono llega a ser tan amargo como tierno, cruel como generoso y devastador como afectuoso. La película es exitosa donde el matrimonio de Charlie y Nicole es fallido, cruel porque su armonía, su éxito, depende de las acciones a las que ambos están dispuestos a llegar para obtener sus deseos. Su destrucción es nuestra agridulce satisfacción.

Una gran cantidad de largometrajes que giran sobre sobre matrimonios y separaciones, sin embargo  pocas logran explorar el divorcio como una institución legal, estructurada alrededor de la depredación que un caso (o “narrativa”) puede provocar. En Marriage Story, Charlie y Nicole construyen la historia de su relación, pero sus abogados, un feroz Ray Liotta y una agudísima Laura Dern, se convierten en los nuevos autores de su historia, evidenciando en el proceso las deficiencias de un sistema frustantemente paternalista –¡Dios es el padre ausente!, exclama Dern en un incisivo monologo sobre expectativas maternas– y la forma en que los mecanismos institucionales/legales pervierten hasta aniquilar los vínculos afectivos.

La película es particularmente hábil para evitar tomar partido por alguno de sus dos protagonistas, tratando de ser imparcial aunque no se resiste a involucrarse en la vorágine de la pareja protagonista como el resto de los personajes que componen el ensamble actoral, muchos de ellos extraordinarios actores de cuadro que Baumbach ha tenido tino de elegir a lo largo de su filmografía.

En Marriage Story, los personajes más memorables son, afortunadamente, los más cálidos. Por un lado esta la bellísima Julie Hagerty –de la gran Lost in America (1985) de Albert Brooks–, quién interpreta a la madre de Nicole, cuya contagiosa y chillante alegría sirve para remarcar aún más la depresión de esta última. Del lado de Charlie esta el abogado interpretado por el enorme Alan Alda, una figura de moral y estatura digna de cualquier héroe de Frank Capra, ancla moral de la película, que una vez perdido, anuncia el trágico porvenir.

Si en Mistress America (2015), Baumbach canalizaba con fineza los principios del screwball de acuerdo a Howard Hawks, Marriage Story es una obra que le debe mucho más a George Cukor, particularmente The Marrying Kind (1952) o cualquiera de las cintas estelarizadas por Katherine Hepburn y Spencer Tracy, es decir, una obra que equilibra lo clásico con lo moderno con prodigiosa armonía y sensibilidad, tal como el número musical que Adam Driver entona al final de la película: Being Alive, de Stephen Sondheim.

Para ser una película con tanta crudeza, dolor y bajeza, Marriage Story culmina bellamente con un acto tan humilde, gentil y amoroso que dispersa los recuerdos amargos y nos deja la calidez que únicamente la sensación de estar vivos puede dejar.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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