Sin relación, los cineastas y su público: Ignacio Ortíz sobre Traición

Una mujer (Diana Ávalos) regresa al pueblo donde nació buscando a su padre (Juan Manuel Bernal), intentando descubrir la verdadera historia de su origen siguiendo el llamado de su sangre. Si en la historia resuena el espíritu de Juan Rulfo, no es casualidad.

La película en cuestión lleva por nombre Traición (2018), se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara y el pasado 30 de agosto llegó a la Cineteca Nacional, junto a otras salas del circuito alternativo de exhibición. Se trata del trabajo más reciente del cineasta oaxaqueño Ignacio Ortiz Cruz, quien ha dedicado su carrera a explorar la manera en que las relaciones filiales funcionan y las trampas propias del destino.

Ortiz es un hombre comprometido con el cine y sus caminos más personales, un director de expresiones locales, pero no de folclor. Un artista dedicado al conflicto filial. Esos y otros temas aborda esta entrevista con el director de Cuento de hadas para dormir cocodrilos (2002).

¿Qué ha cambiado entre La orilla de la tierra y Traición?

Ignacio Ortiz Cruz (IOC): He ido asimilando un poquito más el lenguaje cinematográfico, afinando el abordaje de personajes.

¿Cómo los construyes?

IOC: Ahora me interesa más el pensamiento del personaje, mediante sus acciones en el cine, más que características especiales que podrían tener.

Dices que no te gusta filmar sin conocer el espacio

IOC: Creo que el entorno, o la locación, es muy importante. Si yo no la conozco, no sé cómo transita el personaje, no sé cómo vive y habita. Me cuesta poner la escena. Tengo que conocer el espacio, ir antes que el personaje para habitar. De lo contrario no sabría, no podría.

¿Siempre hay algo de tu vida que se cuela a tus películas?

IOC: En cualquier actividad de la vida sucede, en las creativas mucho más. Siempre hay algo de nosotros. El ingeniero, el arquitecto, el campesino y el albañil. Todo mundo pone algo de la vida y en el cine, es lo mismo. Uno siempre pone algo en los personajes, en la luz, la puesta en escena, los diálogos. Se queda algo para poder retroalimentarnos.

Tus personajes desean algo, pero su destino es otro. Abandonan lo que quieren. ¿Te sucede en la vida real?

IOC: No, en absoluto. Me interesa que los personajes no logren su objetivo, porque la historia no tendría mucho sentido. Lo que vale la pena de un personaje es el intento de hacer lo que desea, no lograrlo es un simple capricho de quién los está conduciendo. En la vida, no, simplemente uno toma decisiones y lucha por ellas.

Cuento de hadas para dormir cocodrilos y Traición parecen tener más una conexión. El legado de los padres termina por conducir las acciones de sus hijos.

IOC: De alguna manera lo llamaría la correa de transmisión de las emociones. Si no, ¿de qué manera transmites algo a un alguien para que la vida tenga sentido? Sin eso seríamos como fragmentos de vida, un caos.

En Traición juegas con eso. El personaje de Juan Manuel Bernal puede ser o no el padre de la niña.

IOC: Yo tengo serias dudas, porque al que vemos haciendo de las suyas es al capitán (Noé Hernández). Él tiene un acercamiento bastante protector con la niña.

¿Qué significa el amor?

IOC: El amor en términos generales, para mí, tiene una definición bastante cristiana, sin ser creyente. El amor es un acto de sacrificio para que el otro esté mejor. Y luego en específico, el amor paterno es natural a partir de los vínculos que se crean entre el padre y los hijos, sin esos vínculos no hay manera. Por eso es tan fácil que un hombre abandone a la hija o hijo, no hay vínculos. Estos se van creando con la cotidianidad. La idea romántica de que el amor se da de manera espontánea entre padres e hijos, claro que no. Lo vamos creando.

¿Qué piensas de la actual industria cinematográfica mexicana?

IOC: No tenemos industria. Eso es lo terrible, no la hemos podido tener por varias razones. Una de ellas es una cuestión legal. Necesitamos una ley cinematográfica nueva. La otra es la resistencia y el alejamiento que existe entre cineasta y espectador.

En Traición hay un pequeño guiño al respecto. Una viejita del pueblo se enoja porque proyectan La fórmula secreta, de Rubén Gámez, y ella esperaba balazos.

IOC: Es más que un guiño, es un homenaje al maestro Gámez. Es un gran cineasta. Él tiene una gran relación con los espectadores, tan la tiene que sigue vigente hoy día. Sus películas y el cortometraje Magueyes, son una maravilla. Esto va más allá.

Hay una especie de limbo entre el espectador y el cineasta porque el espectador tiene otra educación cinematográfica. Tiene mucho que ver, porque al espectador lo educa Hollywood. No hay un punto para conectarnos, es una cuestión antigua. Octavio Paz lo menciona en El laberinto de la soledad, ¿dónde estamos?

Es una cuestión del Estado mexicano, ¿qué harán para formar espectadores de cine? Por eso no podemos formar una industria. No hay un espectador, no hay consumo de cine mexicano, no hay una relación entre el cineasta y el público. Estamos divididos, fragmentados. No hay manera.

¿Qué pueden hacer los cineastas?

IOC: Hace poco tuve la oportunidad de ir a Iztapalapa, a la plaza pública, para presentar como guionista La mujer de Benjamín. El espectador necesita eso, que le presentes una historia, un cuento donde se sienta entrañablemente atado, se vea en él. No es buscar el folclor, es hacer con honestidad lo que te toca, mirar al espectador cuando te mira para que lo entiendas. No le vas a explicar la película, no se trata de eso, sino de encontrar vasos comunicantes.

Hay una gran responsabilidad de las autoridades para que el público acceda al cine y no lo rechace. Vas a presentar en una comunidad una película, no hay la mínima infraestructura para presentarla. En lugar de que el espectador se interese por el cine, lo rechaza, dice: “esa película no se ve bien, no se escucha bien, no entendí nada, me aburrí”. Se da porque no hay la infraestructura. Los números están muy bien, llevan no sé cuántas películas a las comunidades, pero eso se vuelve demagogia. Es como llevar fotografías mal impresas, pinturas deslavadas, música en medio de una glorieta con calles muy ruidosas.

Hay que cuidar al cine.

Por Rafael Paz (@pazespa)
Publicado originalmente en Forbes México Digital.

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