Un tríptico sobre Barbie de Greta Gerwig

I

Ruth Handler creó a Barbie a su imagen y semejanza, años después –y sólo por presión comercial– tomó otro molde y creó al primer Ken. En un opuesto al Génesis bíblico, en Barbieland las muñecas no tomaron las costillas de sus pares masculinos para existir. Ellas son la creación primigenia.

Es por ello que la historia de Greta Gerwig y Noah Baumbach inicia en la tierra de Barbie, un espacio antitético del nuestro, pues ahí las muñecas son todo: integrantes de la Suprema Corte, doctoras, escritoras e, incluso, presidentas. Nuestra protagonista es la Barbie Estereotípica (Margot Robbie) y su único fin es divertirse. Cuando un día se encuentra teniendo pensamientos irreprimibles sobre la muerte y celulitis, además de experimentar un vomitivo pie plano, Barbie Estereotípica busca a Barbie Rara (Kate McKinnon), quien le indica que debe ir al Mundo Real a encontrar a la niña humana que está jugando con ella y entender por qué tiene esos pensamientos. Así, Barbie inicia su viaje al Mundo Real.

Hay otro elemento en esta historia y es la población de muñecos Ken que habitan en el mundo de Barbie. Laura Mulvey habló en 1989 de cómo la mirada masculina en el cine construía a la mujer como un objeto-para-ser-mirado por el protagonista masculino y por el espectador. La aparición de las mujeres en las películas clásicas de Hollywood representaba un momento inerte en la narrativa, puramente visual y erótico, recargando toda la acción en el hombre que sostenía tanto la historia como la mirada. En esta historia, Barbie es quien sostiene la mirada y su novio Ken (Ryan Gosling) es un objeto-para-ser-mirado, sin casa, sin contexto claro y que dedica toda su vida profesional a “playear”. La diferencia es que Barbie no lo mira. Este ejercicio de revertir los roles patriarcales (y sus visiones subjetivas) dentro de la ficción ayuda a introducir el discurso político al público, pues una vez que ambos salen a Mundo Real, la película se desarrolla como un manual de feminismo para principiantes, descubriendo qué es el patriarcado a través de la ingenuidad de Barbie y Ken.

Mientras Ken vuelve con sus nuevos conocimientos sobre el patriarcado –y caballos– a Barbieland, descubrimos que la niña que ha estado jugando con Barbie en realidad es Gloria (America Ferrera), una madre que trabaja en Mattel y que rescata a Barbie de las manos de esta misma corporación. Es Gloria quien, después de averiguar que los Ken han tomado Barbieland, hace el monólogo central de la película al protestar sobre su hartazgo de ser mujer. Lo que más la tortura es que, si todos esos abusos y contradicciones son verdad también para una muñeca, ¿qué les queda a las mujeres de carne y hueso en el perverso mundo de donde ella proviene?

II

Me gustaría hacer una pausa para hablar de la remediación y lo importante que es para la construcción de la memoria cultural. La remediación sucede cuando un elemento o evento histórico es representado una y otra vez en distintos medios y épocas, estas representaciones poseen el potencial de generar y moldear imágenes que serán aprehendidas por generaciones enteras. Barbie es una imagen muy fuerte en la memoria cultural. Es a la vez un juguete, una reminiscencia infantil muy apegada a los afectos y también un símbolo plástico de lo femenino que ha esparcido estereotipos sobre cómo deben verse las mujeres. Incluso dentro del medio audiovisual, hemos tenido cientos de versiones de Barbie, así como hemos tenido otros cientos en decenas de medios, algunas positivas y algunas negativas para las mujeres, pero pocas veces estas interpretaciones han distado de lo que las niñas y mujeres debíamos ver (y consumir) en la Barbie-muñeca de Mattel. Es decir, la mayor virtud de la reinterpretación que hace Greta Gerwig es que esta Barbie no es el símil artificial de una mujer: es una mujer. O al menos se convierte en una. Así que cuando Gloria decide repetir su monólogo para sacar a las Barbies del patriarcado (ahora Kendom), ya no las mira como muñecas ni tampoco nosotros del otro lado de la pantalla. Esta Barbie-humana consigue, a través de una crisis existencial y de encontrarse con su creadora, tener un fin único. Y ese fin es encontrar su lugar “en la familia de las cosas”, como diría la poeta Mary Oliver. También esta es la oportunidad que se le otorga a Ken: buscar qué significa ser él sin la mirada de Barbie.

Más que una mirada que antagoniza a ambos géneros, me gusta pensar que ésta es también una reflexión que hace Greta Gerwig sobre cómo pueden avanzar las historias hechas por mujeres hacia el futuro: definiéndose a ellas mismas y no en contraposición a la mirada masculina.

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III

A todas las virtudes de la Barbie-humana de Greta Gerwig, también se le deben señalar sus contradicciones. Walter Benjamin apunta que mientras el capital dicte la pauta en el cine, éste sólo puede impulsar una crítica revolucionaría de las condiciones sociales en situaciones muy escasas. Es por ello que no podemos ignorar quiénes sostienen y se benefician del ejercicio artístico y político de Barbie.

La propiedad intelectual de la muñeca es de Mattel y fue esta corporación la principal interesada en adaptar la historia de su juguete más vendido a la pantalla de cine. El relato de esta nueva versión de Barbie inicia, de hecho, en sus oficinas. De acuerdo al artículo de Alex Barasch en The New Yorker, Margot Robbie fue invitada en 2018 a hacer un recorrido por el edificio de Mattel que incluía una experiencia inmersiva a través de la historia de distintos juguetes de la marca. Barbie, siendo siempre el centro del que irradian las mayores ganancias y fama de Mattel, tenía un mundo propio. Éste convenció a Margot Robbie, y ella misma fue quién buscó a Greta Gerwig para escribir la historia de la muñeca. Desde el inicio, la injerencia de Mattel se hizo notar en el desarrollo de la historia y la creación de esta nueva Barbie. Su CEO, Ynon Kreiz, quien tenía gran interés en que la imagen de Mattel permaneciera intacta, tuvo múltiples conversaciones con Margot Robbie, en su rol de productora, y con la misma Greta Gerwig, proponiendo incluso eliminar escenas que le parecían incómodas. Los ejecutivos de Mattel señalaron públicamente y en varias ocasiones que Barbie no es una película feminista.

Encima de ello, la ficcionalización de los ejecutivos de Mattel en el mundo de Barbie es un ejercicio simulado de autocrítica que las corporaciones parecen aceptar cada vez más a través de sus equipos de relaciones públicas. Es decir, si recurrimos a la última temporada de Black Mirror (2011-2023) nos encontraremos con una crítica a Netflix que ha sido financiada por la misma plataforma. Este fenómeno del capitalismo corporativo, al que llamaremos ‘Autodesprecio Corporativo’, es una broma cómplice que intenta minimizar los defectos de la empresa y hace caso omiso de la crítica popular, a la vez que la anula. La corporación intenta ganar empatía y disipar las preocupaciones que un espectador pueda tener sobre los posicionamientos de la misma. La cultura actual valora este reflejo o, al menos, su estética, así que las corporaciones continúan esta simulación mientras les siga redituando.

La Barbie de Greta Gerwig no logra liberarse de Mattel, ni siquiera en la ficción, ni de sus limitaciones ideológicas y su corporativismo. Esto le resta potencia al discurso político que la película intenta desarrollar, pues la presencia de esta gran figura da la sensación de que Barbie está limitada en sus acciones y sus palabras, dejándonos ver que el Mundo Real es mucho más real de lo que la ficción nos quiere hacer creer, incluso para una muñeca.

Por Fernanda Río (@aboutmonsters)

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