Diarios del TIFF 2019 – El dolor del mimo

Mi dolor puede ser motivo de risa para alguien,
pero mi risa nunca debe de ser la razón del dolor de alguien
Chaplin

La primera acción de Arthur (Joaquin Phoenix) es mirarse frente a un espejo mientras trata de forzar una sonrisa. Un acto de mímica simple que permea a lo largo de Guasón (Joker, 2019), la controversial película de Todd Phillips (¿Qué pasó ayer?) que se alzó con el León de Oro en la pasada edición del Festival de Cine de Venecia. El trabajo de Phillips convierte este ejercicio de mímica de perturbadora naturaleza en el principio que dirige el relato.

Tomando la ruta trazada por Travis Bickle y Rupert Pumpkin, dos personajes icónicos de Robert De Niro a las ordenes de Martin Scorsese, Todd Phillips recrea la década de los 70 con impecable detalle para presentar a Arthur Fleck, un hombre con una seria patología mental que cuida de su madre mientras trata de sobrevivir como payaso en la violenta urbe de Ciudad Gótica. Fustigado por una obscena risa que se presenta cuando está ansioso, Fletcher va gradualmente asimilando el profundo odio y enojo de una ciudad que lo rechaza y de instituciones que lo consideran indeseable, desechable, esto lo lleva a convertirse en el héroe de una sociedad harta del crimen y el desdén del privilegio.

El descenso de Fleck a las tinieblas de su psique resulta efectivo por el compromiso de Joaquin Phoenix y por la mitificación inherente del Guasón, una figura que concentra el miedo, no tanto a los payasos, sino a una patología mental en la que la felicidad se distorsiona hasta convertir la risa en un síntoma, determinada aquí no por las instituciones sino la sociedad misma. Como El caballero oscuro (The Dark Knight, 2008) o El caballero oscuro asciende (The Dark Knight Rises, 2012), el proyecto de Phillips toma una postura política clara respecto a la ambigüedad de sus personajes y aquí es donde la mímica es más evidente.

De manera similar a Bickle o Pumpkin, el Guasón no es capaz de distinguir una cualidad moral en sus actos y los justifica con base a lo otorgado por “la sociedad” o, más bien, el lugar que percibe le ha sido negado. Quizás es en este sentido donde la película presenta una primera polémica, que con facilidad puede asociarse a un discurso reaccionario, aunque tal asociación no es explicita en pantalla. La cuestión atañe al contexto social más allá de la pantalla en el que se presenta Joker inevitablemente la lleva a ese lugar. El mimo puede simular una acción, mientras sus espectadores pueden imaginar muchas otras con el mismo movimiento de manos.

En términos cinematográficos, Joker no es “desafiante”, “atrevida” o “arriesgada” en lo más mínimo, al contrario, se adhiere con disciplina a las reglas del ahora viejo Nuevo Hollywood y Todd Phillips demuestra ser un dócil estudiante, no un visionario. Teniendo la anarquía y el caos como ejes temáticos, Joker no podría ser más controlada y regulada –incluso en la actuación de Phoenix–. Hay un poder que ni siquiera el Guasón es capaz de vencer: el económico.

Por muy malito que esté, Guasón no deja de pertenecer a una franquicia y como tal, tiene obligaciones contractuales y responsabilidades con DC Comics y Warner Bros., entre las que destaca ser lo más siniestro y perturbador posible. Mi muerte hace más sentido que mi vida, dice Arthur Fleck en una de las muchas epifanías que tiene a lo largo de la historia, determinando que la única forma de revertir su trágico destino es imponerlo a los demás. Primero a través de la risa y posteriormente por medio del horror. La fascinación por el personaje viene dictada por esa morbilidad, Arthur deja de ser un personaje repulsivo hasta que se pone el disfraz, eso es lo que le permite convertirse, dentro de la película, en un símbolo, pero él no mata por convicciones políticas sino personales. Los motivos del sociópata podrán ser unos y la lectura que se hace de ellos, inevitablemente le rebasa.

Joker es una película sin héroes ni villanos, aunque eso no le otorga en absoluto una naturaleza ambigua. Al contrario, la película es más que transparente, obvia en sus posicionamientos, primero estéticos/fílmicos y finalmente políticos. La sociedad, desde su concepción más abstracta y vaga, crea los monstruos que la destruyen y rescatan ¿De qué lado está el Guasón?

En una secuencia, Arthur ve una escena de Chaplin patinando peligrosamente vendado de los ojos, mientras la audiencia espera que el intrépido vagabundo termine la proeza, Arthur parece esperar que caiga estrepitosamente para poder estallar en risas. Cuando el peligro se disipa, Arthur calla. Sólo el dolor de un payaso puede ser hilarante, a condición de que el mundo que le rodea sufra tanto o más que él. El Guasón defiende su dolor, un torcido privilegio.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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