‘Robocop’: La ley de la neurobótica

Meterse con lo sagrado siempre conlleva la intolerancia de amplios sectores de creyentes y devotos fanáticos. Independientemente de lo que uno quiera hacer, a la gran mayoría de las personas no le gusta que se metan con lo que ya funciona, al punto de increparse desde la intención de crear algo diferente usando material ya existente. Cuando se anunció que Hollywood haría un remake de la legendaria Robocop (1987) del maestro subversivo holandés Paul Verhoeven, se pegó el grito en el cielo y los alegatos de falta de originalidad no se hicieron esperar, y tenían razón…hasta cierto punto.

El encargado de actualizar al robotira fue el brasileño Jose Padilha (Tropa de Elite, 2007) quién  no es un cineasta promedio al estilo de muchos otros saca-chambas y que encuentra una variante interesante dentro de los dilemas de poner un hombre dentro de una máquina, principalmente en lo que concierne a la neurología y la mecanización de la psicología del hombre gracias a la manipulación de una avanzada tecnocracia.

El año es 2028 y al centro del debate político se encuentra el enorme corporativo Omnicorp, encabezado por el neomagnate Raymond Sellars (Michael Keaton). Ellos buscan derogar una ley, con el apoyo mediático de un Bill O’Reilly negro (Samuel L. Jackson) para poner máquinas de seguridad en la calle, carentes de criterio y libre albedrío, pero efectivas. Al margen de esto, un honesto detective de policía llamado Alex Murphy (Joel Kinnaman), devoto padre de familia y esposo, sufre un atentado y es sometido al nuevo experimento de OmniCorp, el RoboCop.

Apoyados por un sólido ensamble que incluye los talentos de Jackie Earle Hayley, Abbie Cornish, Michael K. Williams, Jenifer Ehle y particularmente Gary Oldman como el doctor Dennett Norton, brillante neurólogo con un programa de investigación en ingeniería robótica. Esta versión de RoboCop, una bestia diametralmente diferente de la de Verhoeven, explora una faceta que está más preocupada por cuestiones de ética, la ilusión del libre albedrío, la mutilación de corporalidad influenciada por el artista visual Francis Bacon, posicionamiento de producto, marketing y neurociencia ficción, tomándolos como eje central de su desarrollo. Resulta particularmente curioso el manejo del complejo sistema de neurotransmisores como una sofisticada aplicación.

Desafortunadamente, se nos priva de piezas de acción bien coreografiadas, abusivas con el gastado recurso del handheld mientras que la resolución de muchos de los conflictos narrativos es inverosímil y hay pocos momentos que destaquen por su frescura visual.

Ciertamente, esta versión no se compara en lo más mínimo con la corrosiva acidez y status del filme de Verhoeven, Padilha deja entrever que habría podido lograr una versión más inteligente que la otra, no reciclando ideas o motivos visuales, sino buscando nuevas aristas para formar una geometría nueva, no recalcar lo ya trazado.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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