‘Cásese quien pueda’: Romance simplón

La comedia romántica Cásese quien pueda (2014) se promociona con un par de posters. En uno, Martha Higareda –famosa por mostrar sus mejores cualidades en Amar te duele (2002)– está enfundada en un vestido de novia y en una pose donde pareciera que está luchando por su vida, como si le negaran el derecho de casarse. En el otro, Miriam Higareda –conocida por… ser hermana de Martha– apresa entre sus brazos a Luis Gerardo Méndez, el papaloy de Nosotros los nobles (2013), quien luce acongojado. Ambas imágenes son una mentira.

Ana Paula (Martha, fresísima todo el rato) es una joven ilusionada por su matrimonio con el galán soñado –guapo, millonario, de apellido, ya saben–, el todasmías Mariano (Juan Pablo Medina). Desde el divorcio de sus padres encontrar un marido así fue su único plan a futuro. Por su parte, Daniela (Miriam) sólo tiene ojos y cabeza para Gustavo (Luis Gerardo), de quien se enamoró desde niña sin juntar el valor necesario para confesarle alguna vez sus sentimientos… ah, también le hace a la cantada. Disque.

Días antes del casorio, Ana Paulis descubre que su idealizado novio le pone el cuerno con una de sus primas. El hecho provoca un deseo irrefrenable de la protagonista por agarrar la botella y terminar, de la manera más absurda, en medio de un comercial turístico del estado de Quintana Roo, digo, en medio de la selva sola, vestida y enlodada. Además se pelea con Dani, quien decide largarse a la casa de Gustavo con la esperanza de conquistarlo o, al menos, agarrarle algo.

Cásese quien pueda, de Marco Polo Constandse, es la película perfecta para hacer un símil con el 14 de febrero, su conveniente fecha de estreno. Ambas comparten cierto aire de vacío, de un consumo artificial, plano y simplón.

La construcción del guión –firmado por la más famosa de las Higareda– es tan básica que pasados los primeros minutos es posible hacer un pronóstico del futuro de las hermanas. Hay cierta intención de hacer pasar la historia como algo moderno, nada conservador, al antagonizar los deseos de las hermanas. Una ciega conservadora empecinada en casarse y la otra liberal deseosa de una relación que le permita seguir su sueño de cantante. Cuando sus destinos parecen cambiar, se nota la igualdad de sus intenciones. Sólo falta un fin de semana soñado en la casa de los suegros para tirar la carrera por el caño.

Hacer comedia romántica no tiene nada de malo, optar porque sea ligera, tampoco. El problema de Cásese quien pueda radica en lo soso de su empaque, en su reducción narrativa a promocional turistico, anuncio de lencería y chaqueta mental.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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