‘Primicia mortal’: La semiótica de un buitre profesional

La cultura del emprendedor ha creado auténticos monstruos de cinismo que amablemente desechan toda empatía genuina y la cambian por una hipocresía sin escrúpulos que hace de la rapiña un modus vivendi. Nunca había encontrado tal ideal un ejemplo tan vivo como en el debut del cineasta Dan Gilroy, hermanito de Tony, el director de la gran Michael Clayton (2007), un filme que rápidamente despertó el interés de la prensa durante los pasados festivales de otoño: Primicia Mortal (Nightcrawler, 2014).

El filme presenta la historia de Lou Bloom (Jake Gyllenhall), un joven desesperado que ha asistido a demasiados cursos para emprendedores, espetando con convicción dogmas de sistemas piramidales, que, en su desesperada búsqueda de trabajo, se encuentra con la ocupación de camarógrafo de nota roja, exponiendo y buscando el ángulo más sangriento y capturando el momento que llame la atención y rompa la barrera existente entre el medio y el espectador, o séase, el money shot, al tiempo que,al probarse exitoso en este mundo, se convierte en una bestia profesional.

Gilroy presenta un guión ácido e inteligente que debe mucho al Billy Wilder de El gran carnaval (Ace in the Hole, 1951) con un ligero toque de Paddy Chayefsky, escritor de filmes como Hospital (The Hospital, 1971) o Poder que mata (Network 1976), aunado a una solvencia visual y narrativa que hacen que el filme sea fluido, agudo, aunque bastante aséptico en la presentación de las sangrientas escenas de accidentes y asesinatos, las cuales palidecen enormemente ante lo que verdaderas instituciones culturales como La Prensa lleva a nuestros lugares preferidos de lectura, como los sanitarios, día a día.

Sin duda, el atributo más grande de Primicia mortal está en la voraz interpretación de Jake Gyllenhaal, quien después de sus roles bajo las órdenes del canadiense Denis Villeneuve en Intriga (Prisoners, 2013) y El hombre duplicado (Enemy 2013), continúa una exploración densa y oscura de personajes tan ambiguos como complejos. Lo que logra con Lou Bloom es sin duda un ejemplo magistral de una psique devorada por un sistema moralmente podrido, que lo convierte en un feroz buitre al acecho, agudamente sagaz y de una ética profesional tan ejemplar, que se percibe como grotesca.

Bloom es instruido en el arte de la semiótica noticiera y su montaje por la veterana productora televisiva Nina Romina, interpretada con sofisticado ímpetu por Rene Russo, quien pasa de ser dominante a vulnerable a medida que Bloom la desgarra poco a poco. La dinámica germinada entre ambos ofrece los mejores momentos del filme, así como los intercambios entre la dolorosamente pobre visión del mundo de Rick (Riz Ahmed), un joven que ayuda a Bloom y que es adoptado por él como pupilo.

El filme, a pesar de no ser explícitamente gráfico, presenta una moralidad tan cruda y desagradable como las imágenes que inundan la nota roja, carnal alimento, no sólo de quien captura la imagen, sino de quienes la degustan, pedazo a pedazo, a través de una pantalla. Un buitre nunca vuela solo.

JJ Negrete (@jjnegretec)

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