‘No sin ella’: Protestas de papel

La reivindicación de los derechos humanos es un objeto constante de trabajo para activistas que abogan por la igualdad, sin importar el color de raza ni mucho menos las preferencias sexuales, aspectos que han incitado un sinfín de discriminaciones a lo largo de la historia de la humanidad.

En un impulso que ha tenido a manera reciente la temática LGBT, reflejado en el sutil y elegante amor imposible en Carol (2015) o en la transexualidad tornada banal por Tom Hooper en La chica danesa (The Danish Girl, 2015). No sin ella (Freeheld, 2015) se desvía un poco de dichas aproximaciones al recrear los movimientos sociales que conlleva una causa legal en específico, siendo la elegida en cuestión la igualdad en los derechos para los homosexuales.

Laurel Hester (Julianne Moore) es una veterana detective del condado de Ocean County en New Jersey que lleva 23 años ofreciendo su servicio en las fuerzas policiales del lugar. Después de diagnosticársele un cáncer terminal, hará todo lo que esté a su alcance ante la renuente administración local para que su joven pareja Stacie Andree (Ellen Page) reciba la pensión después de su muerte, algo que solamente las viudas de matrimonios heterosexuales pueden gozar sin complicaciones.

El realizador Peter Sollett, similar a lo logrado en el escenario indie con la melomanía de Nick & Norah´s Infinite Playlist (2008), su cinta más destacada, pone empeño en presentar una primera parte en la que el enamoramiento (un tanto abrupto en su confección) lo aborda de manera cálida, presentando la empatía de su dupla a pesar de las notorias diferencias entre ellas, tanto en la edad como en la manejabilidad de sus respetivas existencias.

Bajo la pluma de Ron Nyswaner, quien tiene en su currículum una familiaridad con las disputas legales a favor de los derechos homosexuales con Filadelfia (1993), retoma el aplaudido documental Freeheld (2007) al realizar la transición del mensaje amoroso hacia uno de connotaciones sociales que busca de manera deliberada provocar un sonoro eco de conciencia sobre la igualdad.

Sin embargo, la convencionalidad y conformismo de Sollett en el apartado visual es incapaz de otorgar mayores matices a la complejidad que conlleva una situación de dichas magnitudes, cayendo en el excesivo y manipulativo melodrama que evidencia la falta de química de Julianne Moore y Ellen Page como la pareja que afronta la adversidad.

El relato sacrifica en demasía la profundidad psicológica y argumentativa en pos de retratar fidedignamente el desenvolvimiento de los hechos, el móvil de la protesta y la participación de todos los involucrados en el inédito caso. Aunado a ello, los personajes (como un descolocado, cómico y exagerado Steve Carell en el papel de un activista gay) resultan sosos por sus planas personalidades y gran debilidad en sus interactuaciones por los clichés obligados a pronunciar.

Así, el aborde político y sentimental de No sin ella, bien intencionado en un inicio y con potencial gracias a un peculiar suceso real, se convierte en una manipulativo drama que pasa sin pena ni gloria en su intento por dejar huella con respecto a los latentes prejuicios aún vigentes en torno a los homosexuales, con una intención de emanar un poder reflexivo que termina convertido en caricatura.

Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)

    Related Posts

    Secretos de un escándalo y el vampirismo histriónico
    ‘Beautiful Boy’ y la desintegración filial
    ‘Wonderstruck’ y la detención pasiva
    Cabos – Día 1: ‘La batalla de los sexos’
    ¿Cómo le fue a ‘Wonderstruck’ en Cannes?
    ‘Carol’ y el precio de una mirada