Resistencia, la nota principal de ‘La balada del Oppenheimer Park’

La gentrificación, opresión y discriminación de indígenas en Canadá no es historia reciente. Dos siglos de lucha contra la represión y robo de tierras son ejemplo del pasado de las comunidades que fueron desplazadas por colonos hambrientos de tierra. Hoy en día, este sector sólo representa 3% de la población canadiense; de este pequeño porcentaje, un grupo se reúne para beber en un pequeño parque al este del centro de Vancouver: el Oppenheimer Park.

Una colección de escenas sobre los nativos que habitan esta zona conforman La balada del Oppenheimer Park, el tercer documental del mexicano Juan Manuel Sepúlveda (1980). Las imágenes retratan a una comunidad de escasas oportunidades y el rechazo constante de la sociedad canadiense. Un conjunto de hombres y mujeres que encuentran en el alcohol escapar del dolor y encontrar la esperanza para continuar en resistencia.

El filme no es un documental etnográfico. Deja a un lado la cosmovisión, religión, historia y las actividades de la comunidad, para centrarse en las reuniones en el parque Oppenheimer, las cuales consisten, a grandes rasgos, en embriagarse.

En Canadá, la lucha inició en el siglo XIX, cuando el despojo de tierras indígenas por parte de los colonos, el exterminio y el confinamiento finalizaron una parte del periodo de colonización en Norteamérica. Los nativos fueron obligados a vivir en reservas indígenas, sin embargo, fuera de este territorio siguen siendo segregados por las leyes del gobierno.

Los nativos canadienses han luchado por su territorio y la defensa de sus culturas. La mayoría de ellos viven en absoluta pobreza en reservas baldías. Para poder tener acceso a los servicios públicos necesitan trasladarse a las grandes urbes, donde sufren de discriminación y segregación. Donde la gentrificación a logrado su desplazamiento geográfico, cultural y social.

Esta no es la primera vez que el director Juan Manuel Sepúlveda toca temas de discriminación étnica, pobreza o el desplazamiento forzado. En el 2006 obtuvo el Premio Ariel por su trabajo Bajo la tierra (2004), documental que narra la historia de dos mineros, quienes relatan sus vivencias luego de trabajar en las minas, su enfermedad y vida diaria.   

En el 2008, estrenó La frontera infinita, filme que relata la experiencia de miles de centroamericanos que cada año se internan clandestinamente en México, buscando lograr el “sueño americano”. Y su penúltimo documental Lecciones para una guerra (2011), el cual narra el día a día de una comunidad de la sierra guatemalteca en resistencia: el tema de la lucha por la supervivencia de los desaparecidos y los que continúan la guerra.

El documental, que compite por el Premio Mezcal al Mejor Largometraje en el 31° Festival Internacional de Cine en Guadalajara, habla sobre resistencia desde la mirada indígena; rompe fronteras y ejemplifica un caso de opresión en uno de los países de América más desarrollados después de Estados Unidos: Canadá.

La balada del Oppenheimer Park invita al público, en especial al latinoamericano, a repensar esos procesos colonialistas que trajeron consigo genocidios, esclavismo, hambre y discriminación. Y sobre todo, a observar el proceso de resistencia en otro espacio geográfico, que creíamos ajeno y distante al nuestro.

Por Sofía Huerta (@Sophia_Huerta)

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