Es usual que con cada temporada de premios, alguna de las películas consideradas entre los títulos destacados sea más vituperada que alabada y se le busquen defectos y puntos débiles, en lo que se asemeja más a una sucia campaña política que a una ceremonia de premiación. La saña ha sido particularmente dura con el cineasta y escritor británico Martin McDonagh, quien con sus Tres anuncios por un crimen (2017) ha obtenido una plataforma significativa, logrando reconocimiento como incesantes cuestionamientos, particularmente sobre la presunta redención de un policía racista interpretado por Sam Rockwell. Le cueste la estatuilla o no, es poco sabido que McDonagh ya podía ostentar pomposamente el título de “ganador del premio de la academia” con Six Shooter (2006) su primer cortometraje.
El cortometraje toma como protagonista a un hombre (el sensacional Brendan Gleeson) que al enterarse que su esposa acaba de morir, toma un viaje en tren en el que comienza a entablar intercambios con un verborreicamente psicótico joven (deleznable Ruaidhri Conroy) que por su florido léxico provoca a una joven pareja que acaba de perder a su bebé, pero en un extraño giro, el duelo habrá de unirlos de forma peculiar. En lugar de usar la violencia física y la rudeza visual del cine británico, McDonagh toma esa cólera y la destila para escribir diálogos y líneas punzantes, lanzadas con frenética velocidad que hacen parecer cualquier otro acto de violencia físico como una gentil caricia.
Al igual que la aguda pluma de Aaron Sorkin en cada uno de sus guiones, McDonagh, quien ya se había labrado un nombre respetable en los escenarios británicos, imprime en Six Shooter un distintivo sello personal en el desarrollo de sus historia y la presencia de temas recurrentes a lo largo de su filmografía: la rabia que emana de la perdida, el hábil malabar de leperadas, el uso de la más negra ironía y la búsqueda de la empatía y ambigüedad en personajes que de entrada podrían parecer moralmente reprobables. Desde su primer trazo, la pluma de McDonagh sería más precisa y rápida que una corriente bala.
Por JJ Negrete (@jjnegretec)
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