Algunas películas del 11º Los Cabos

La décimo primera edición del Festival Internacional de Cine de Los Cabos regresó a su sede natural en la península de Baja California y con ella su concreta programación, a continuación revisamos algunas de las películas que pasaron por sus pantallas:

  • As Bestas | Dir. Rodrigo Sorogoyen | 2022

Las fricciones generadas por la llegada de un desconocido (o varios) proveniente de la ciudad a un pequeño poblado alejado de la experiencia citadina es uno de los escenarios más recurrentes del cine, quizá porque dicho punto de partida brinda la posibilidad de caminar en cualquier dirección al desarrollo de la historia, ya sea como una comedia, un drama, horror, etcétera.

Probablemente el thriller, junto al terror, es el que mejor provecho le ha sacado al tema y las primeras secuencias de As Bestas pueden pillarnos por lo mismo, engañarnos ante el pensamiento de que sabemos de antemano cómo es que se desarrollará el relato por sus elementos iniciales: una pareja francesa, Antoine (Denis Ménochet) y Olga (Marina Foïs), se mudó dos años atrás a una zona rural de Galicia para convertirse en agricultores, además de disfrutar de los beneficios de la naturaleza; su presencia no es bien recibida del todo por los habitantes originales –en especial por Xan (Luis Zahera) y su hermano Lorenzo (Diego Anido)–, ya que su voto significó la suspensión de un ambicioso proyecto de energía eólica que traería necesarios recursos a la región. Sólo falta un pretexto para que las tensiones se desborden en este choque de visiones sobre el porvenir.

Sería fácil pensar en el trabajo de Sorogoyen como la versión gallega de Perros de paja (Straw Dogs, 1971) o I Spit on Your Grave (1978), por ejemplo, dos películas en que la violencia perpetrada por los habitantes originales de sus respectivas locaciones se ejercía un poco por ejercerse, sin razones del todo claras más allá de cierto deseo primario y alimentada por la oportunidad. As Bestas se tomará su tiempo no para justificar las acciones de sus villanos, sino para entender qué los llevó a ese punto.

Las visiones de Xan y Antoine son irreconciliables porque sus caminos de vida no podrían ser más disímiles. Mientras que el francés ve en su nueva granja una vida más sana y sencilla, los gallegos no han tenido la oportunidad de elegir, su vida ha sido condenada a la miseria por la mera suerte de nacer en dicha comunidad, una históricamente olvidada del engañoso desarrollo económico de las ciudades. Al mismo tiempo es fácil entender que Antoine se niegue a transformar el lugar –la producción de energía contaminaría el sitio de diversas formas– que él ve como idílico.

Probablemente por ello es que Sorogoyen se toma también su tiempo sopesando las consecuencias de este desacuerdo y la manera en que forman parte de una larga cadena de acciones a lo largo de la historia del lugar –como bien explican los parroquianos de la cantina local, por qué no tendrían recelo de un francés que quiere “modernizarlos” si la última vez que uno se asomó por ahí, Napoléon, intentó reformarlos a la fuerza–, las cuales han llevado a este pequeño pueblo a la casi desaparición. Cómo detener esta inercia si Las Hurdes (1933), después de todo, siguen sin pan. | Rafael Paz (@pazespa)

  • Falcon Lake | Dir. Charlotte Le Bon | 2022

Al igual que el largometraje de Sorogoyen arriba mencionado, las imágenes iniciales de Falcon Lake podrían llevar a más de un espectador a pensar que se trata de un coming of age como muchos otros, en el que un adolescente –el parisino Bastien (Joseph Engel) va de vacaciones –aquí al lago canadiense que da nombre a la película– durante las que conocerá a alguien que le transformará la vida –la ligeramente menos adolescente Chloé (Sara Montpetit) y lo llevará al camino de la maduración.

Y sí, Falcon Lake no se distancia mucho del camino argumental recorrido por otros relatos adolescentes similares. La diferencia para Le Bon recae en la sensibilidad/honestidad con la que se acerca a sus protagonistas, una mirada que evita lo condescendiente y busca expresar en la justa medida sus experiencias –la presión social, las ganas de pertenecer, el propio descubrimiento–, además de lo transformadoras que éstas resultan a esa edad a pesar de que eventualmente serán sólo un momento más de sus vidas.

Otra característica distintiva de la ópera prima de la realizadora franco-canadiense –inspirada a su vez por la novela gráfica Una Hermana, de Bastien Vivès– está relacionada con su acercamiento a la incipiente vida sexual de sus protagonistas, marcando la distancia exacta para evitar explotar dichos momentos sin caer en la trampa de borrar por completo dicha faceta de su experiencia. | @pazespa

  • No Bears | Dir. Jafar Panahi | 2022

No deja de ser curioso cómo la condena impuesta por el gobierno iraní en el 2010 a Panahi –una prohibición de filmar durante 20 años–, ha llevado al cineasta a incrementar la agudeza con la que mira las dinámicas originadas por el régimen conservador que rige su país y a cuestionar las propias imágenes que componen sus trabajos desde entonces, los cuáles se han caracterizado por aprovechar la accesibilidad de lo digital.

No Bears, su trabajo más reciente, continua dicha dinámica. Aquí Panahi ha decidido tomar refugio en un pequeño pueblo cerca de la frontera con Turquía mientras que a través de videollamadas intenta dirigir en la ciudad al crew que filma su más reciente documental –la historia de una pareja que intenta escapar de Irán haciéndose pasar por turistas. No obstante, su llegada a la zona creará una pequeña crisis cuando es acusado por los lugareños de ser testigo –y fotógrafo– de la prohibida relación entre dos jóvenes enamorados –ella está comprometida desde su nacimiento con otro hombre–.

El título del largometraje hace referencia a una vieja advertencia que usan los lugareños para mantener a los niños dentro del perímetro del pueblo: si bien no hay osos, decir que andan por ahí es suficiente para mantenerla normalidad. Es una idea que hace eco tanto de la manera en que las tradiciones sociales –acordadas por el grupo gobernante, ya sea en la ciudad o en provincia, y por lo tanto inexistentes en el orden natural de la vida– se imponen como estructura de la comunidad, aun cuando su propia ejecución lleve a la colectividad a situaciones absurdas –si los mayores hubieran permitido un matrimonio por amor años atrás, se habrían ahorrado la sangre que emana como consecuencia del compromiso forzado–.

Panahi cuestiona su propio cine y, por extensión, el de otros creadores que buscan “justicia social” con sus imágenes. Sus intenciones podrán ser buenas, pero en su mayoría estarán exentos de las consecuencias que trae su búsqueda por medio de lo artístico, después de todo aunque el cineasta iraní fue condenado a no filmar, su última década de trabajo constata que la cámara –y la comunidad cinematográfica internacional– le brinda cierta protección ante el acontecer político de su país. ¿Son verdaderamente valiosos este tipo de proyectos?

La lente para Panahi ha garantizado que los osos permanezcan en el plano de lo ilusorio, como amenazas distantes. Un beneficio del que gozan muy pocos en Irán. | @pazespa

  • Los espíritus de la isla (The Banshees of Inisherin) | Dir. Martin McDonagh | 2022

Al inicio de Los espíritus de la isla, el bienintencionado pero ciertamente poco sofisticado Pádric (un patético Colin Farrell) se sorprende al descubrir que su compinche de toda la vida, el lacónico Colm (Brendan Gleeson), ha decidido cortar sin previo aviso la relación que los une, argumentando la necesidad de poner fin a sus días de vacua parranda para así conseguir hacer algo trascendente con sus años restantes de vida.

El arbitrario fin de dicha relación no sólo afecta a los directamente afectados, gracias a que las acciones suceden al interior de una pequeña isla frente a la costa de Irlanda, pronto todos los habitantes del lugar serán testigos de las consecuencias –físicas y espirituales– de la decisión de Colm.

Ambientada en 1923, durante los últimos meses de la guerra civil irlandesa, la película hace eco de esa lucha intestina entre vecinos, amigos y hermanos, quienes pasaron de pelear codo a codo en contra de los ingleses un año antes a asesinarse los unos a los otros por la falta de acuerdos entre las diversas facciones de la sociedad en Irlanda. Para McDonagh es necesario cuestionar cómo es que ambos bandos están imposibilitados de llegar a un acuerdo, sólo porque su visión de vida no está a negociación. Antes derramar sangre, así sea la propia, que ceder un centímetro.

La necedad de Pádric por reconectar con Colm y la intransigencia de éste, recuerdan por momentos a El hombre quieto (The Quiet Man, 1952), de John Ford, en la que un exboxeador regresaba al pueblo irlandés de sus primeros días buscando una vida tranquila y apacible, lejos de cualquier problema, sólo para ser incitado una y otra vez por los lugareños a levantar los puños para comportarse como dictan las violentas tradiciones de su sangre. Aunque para Ford este regreso al origen es acompañado de una mirada nostálgica, casi romántica sobre las dinámicas sociales propias de sus ancestros; para McDonagh las acciones están filtradas por cierto pesimismo y nutridas por el humor negro casi existencial que ha caracterizado a sus trabajos anteriores (especialmente lo mostrado En brujas).

La trama, como la fábula que es, obliga al público a cuestionarse, a preguntarse por el camino preferido –¿es mejor vivir tranquilo a pesar de ser olvidado por la historia o trascender en el tiempo aun cuando no disfrutes en vida los beneficios? ¿Ser buena persona o un grosero genio incomprendido?–, sin ofrecer una respuesta concreta al respecto. Quizá no hay forma de escapar a lo trivial. | @pazespa

  • Holy Spider | Dir. Ali Abbasi | 2022

En Border (2018), trabajo anterior del cineasta Ali Abbasi, había una inventiva y audacia inusual que en su nueva película, Holy Spider, se han convertido en pura abyección y temor de no entregar una pieza que el comité de programación busca en países no occidentales: crudeza, violencia, atraso e ignorancia que agitan fuertemente las banderas intervencionistas… ¡Sálvennos de nosotros mismos por favor!

Todos los elementos de cine de género existentes en Border se desechan totalmente para construir una película que parece hecha para cubrir el hueco dejado por el cineasta turco Fatih Akin. La trama presenta a un asesino serial (Mehdi Bajestani) de prostitutas en una islámica ciudad sagrada que emprende una cruzada de “limpieza espiritual”, discretamente apoyada por las fuerzas policiacas y jurídicas. Ante la inacción de los mismos, una joven periodista (Zar Amir Ebrahimi) trata de cazar al asesino, atrayendo atención mediática que pone enorme presión sobre las machistas y corruptas autoridades.

Abbasi se ciñe al modelo de producción lleno de primeros planos de mujeres estranguladas, erosionados y lúgubres departamentos, calles y callejones abandonados para poder seguir jugando en las “ligas mayores” del certamen francés –que en términos futbolísticos, trae el nivel de una liga mexicana con patrocinio bancario– y que nunca falla en cada edición. No se trata de negar que las situaciones expuestas en Holy Spider no existan, sino que fuerza a las cinematografías no occidentales a reforzar un modelo de producción que se alimenta de su propia miseria para beneficio de mercados extranjeros.

En términos meramente cinematográficos, no existe nada que discutir o reflexionar, mientras que en términos de programación y visibilidad, sigue haciendo evidente otro problema, considerablemente menos importante que otros, que tampoco tiene para cuando terminar. Apúntala para los premios. | JJ Negrete (@jjnegretec)

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