Macabro | ‘The Brood’: El alarido del cuerpo

El proceso de somatización es uno de los más complejos que se pueden encontrar en el panorama de la medicina contemporánea, dada la mezcla que se da de ciencia, pseudociencia y creencia popular. Nuestra psique posee un poder en su mayoría inexplorado y hasta ahora, inabarcable en su totalidad, por ello no tenemos barómetros precisos para entender como un evento o situación externa afecta más allá de un “trastorno mental”, generando síntomas físicos que no parecen tener una “explicación médica”.

El maestro canadiense, David Cronenberg, experto en los derroteros del cuerpo y su uso como un medio mutable de expresión, presentó en 1979 The Brood, filme en el que el psiquiatra Hal Raglen –el siempre amenazante Oliver Reed– desarrolla un método terapéutico en el que pacientes con trastornos mentales graves pueden somatizar sus enfermedades para ser desechadas del cuerpo. La hija de 5 años de una de sus pacientes, la atractiva Nola Carveth (Samantha Eggar) comienza a sufrir el acoso de pequeños demonios al estar al cuidado de su padre (Art Hindle).

La conexión entre ambas historias esta construida con sagacidad por Cronenberg, quién se inspiro en la batalla de custodia por su hijo después del divorcio de su esposa, presentando una visión de maternidad grotescamente voraz y que cuestiona los métodos utilizados por varias corrientes de psicoterapia, en los que la manipulación emocional y la creación de demonios internos se ve externalizada metafóricamente en los pequeños demonios de mamelucos y hoodies multicolores que atacan la integridad familiar.

Estos demonios, repulsivamente gestados y alimentados por profundos y oscuros sentimientos como el odio, representan el peligro de una de las fantasías más recurrentes de aquel que padece una enfermedad mental, la de poder deslindarse de responsabilidad causada por su condición, expulsándolos del cuerpo y siendo estos, entes de genuina maldad y locura, separados de toda moralidad e inmunes a ser controlados, diseminando horror puro, dado que su génesis esta en lo humano.

Es así como The Brood se une a la tradición de los horrores del cuerpo en la filmografía de Cronenberg, profusamente explorados en Videodrome (1983), La mosca (1986), Dead Ringers (1988) y Crash (1996), apoyada en un punzante guión, las interpretaciones de Oliver Reed y una brutal y valiente Samantha Eggar como la psicótica madre y desde luego, el siempre sutil trabajo de musicalización del gran Howard Shore, asiduo colaborador del maestro canadiense creando en su conjunto un escalofriante retrato de familias y psiques destrozadas por el resentimiento, que incapaces y renuentes a usar las herramientas del diálogo, dejan que el cuerpo dé un espeluznante alarido, emitido por demonios internos, tan reales como cualquier otro órgano.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

Toda nuestra cobertura del décimo cuarto Macabro FICH.

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