Dos de amenazas acuáticas en Macabro FICH

A continuación unas líneas sobre Apokawixa (2022), parte de la Selección Oficial Largometraje Internacional, y Minore (2023), que participó en la sección Sci Fi, Dark Fantasy & Thriller. Ambas se proyectaron en la edición XXII de Macabro – Festival Internacional de Cine de Horror de la Ciudad de México.

Minore, el cuarto largometraje del griego Konstantinos Koutsoliotas, mezcla, cruza y combina elementos de muchas otras películas sobre poblados costeros que se ven atemorizados por algo criaturas emanadas del océano, la diferencia con otros proyectos que también se nutren de lo ya visto y se dedican a la lotería de referencias, radica en que el realizador ha remojado todas sus ocurrencias y homenajes en sabores eminentemente griegos. Como un gyro de Dagon (2001), con una orden extra de cordero.

El marinero William (Davide Tucci) llega a un pequeño puerto buscando como Juan Preciado a su padre motivado por una promesa hecha a su madre, desconocemos si en el lecho de muerte. Poco a poco el joven conocerá a una buena parte de los habitantes del lugar y, por extensión, nosotros también, ya que Koutsoliotas dedica buena parte de la duración del metraje a mostrarnos las excentricidades de los muchos personajes, qué los motiva, a qué dedican su tiempo y algunos detalles más. De esta forma, cuando una densa niebla cubre el pueblo, hay capital emocional invertido en ellos, no son simple carne de cañón o ecos de otras historias.

Un buen ejemplo de esto es la Abuela (Efi Papatheodorou), como se le identifica en los créditos, una tierna viejecilla con la edad suficiente para recordar –y odiar férreamente– a los ultranacionalistas que sometieron mediante una dictadura a su país, una nueva invasión no la asusta, más bien la motiva; o el fisicoculturista (Manolis Spyrou) que está busca tener una musculatura como la del legendario Hércules. El propio William esconde una ración extra de personaje detrás de su traje de marinerito.

El resultado final es una comedia que le saca jugo a los medios disponibles (ninguna sorpresa, después de todo Koutsoliotas ha dedicado buena parte de su carrera profesional a los efectos visuales en Estados Unidos), abrazando sin pudor su lado más cutre y la geografía del lugar, confirmando aquella vieja lección ofrecida por Alfred Hitchcock a François Truffaut: “Si estamos en Holanda, lo que hay que filmar son tulipanes o molinos de viento”.

Los adolescentes protagonistas de Apokawixa están hartos de todo y no es para menos después de un par de años pandémicos, malas noticias a diario, crisis políticas, cambio climático y un extenso etcétera. Por eso cuando una nueva alerta amenaza con regresarlos al encierro, toman sus mochilas y parten a la mansión de Kamil (Mikolaj Kubacki) para disfrutar de la fiesta más épica de sus vidas. Mejor disfrutar a lo grande una última vez, que mirar el fin del mundo desde la pantalla del celular.

La cosa se complica porque el padre de Kamil, Zbigniew (Tomasz Kot), es uno de esos oligarcas –por eso la mansión– dedicados a obtener ganancias sin importar el costo ecológico y social, que se preocupen otros del problema mañana. Uno de sus ingresos principales está ligado al “tratamiento” de desechos tóxicos, cuyo procesamiento se limita a llegar a la corriente de agua más cercana. Sin querer, ha preparado una sorpresa inolvidable para los muchachos en el cuerpo de agua más cercano, que los transformará con violenta euforia.

Así es como Apokawixa se inscribe en dos de las tradiciones más populares del cine, por un lado, en el horror, las películas de zombies o infectados; y, por el otro, en los proyectos dedicados a retratar el furor de las fiestas adolescentes, su ambiente desenfrenado y las dinámicas que se latentes o evidentes al interior de todo grupo social.

El cruce deja la sensación de estar viendo Proyecto X (Project X, 2012), Bodies Bodies Bodies (2022) y la ecológica Terror en la bahía (The Bay, 2012), aunque más de un zombie cinematográfico podría ocupar este espacio, a excepción de The Loveless (2021), porque su nivel de violencia y ausencia de humor la pone en una categoría distinta.

Quizá no sea la obra pandémica más original, sin embargo, Apokawixa consigue ponernos en el lugar de sus protagonistas. Es una fiesta hasta morir.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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