Las historias de samuráis y ninjas es uno de los elementos más comunes del cine japonés y en el retrato de su folclor se pueden encontrar aproximaciones que exaltan la tradición a través del realismo o los preceptos de honor a través del toque fantástico.
En Onimanji (2022), el realizador Yoshihiro Nishimura construye un relato excéntrico conformado por asesinos a sueldo y artes marciales. Onimanji (Masanori Mimoto) es un samurái ninja que, tras permanecer sellado en una urna por 600 años, despierta en la era moderna gracias a un monje que lo custodiaba. Todo ello debido a que el equipo de asesinos Kika Company pagó por su liberación. Así, Onimanji, junto a Kika (Natsumi Tadano) y Shigeru (Yuya Ishikawa), ejecutarán contratos peligrosos, no sin antes enfrentar a una compañía rival.
Nishimura rescata a uno de los personajes de su filme The Ninja War of Torakage (2014) para evocar las pinceladas del Cine B. A su vez, muestra tributos samuráis que contrastan con la modernidad en Japón, acompañado por balaceras, comedia física, música tecno y toques eróticos. Onimanji, con el flashback que reitera su primer trabajo como asesino a sueldo y la obtención de su letal katana, la esgrime en su nueva realidad tanto para su trabajo como para proteger a su grupo, recordando pizcas de un trágico pasado.
El relato muestra la clandestinidad de sus protagonistas con evocaciones de una estética pop y experimental que se inspira del manga y el anime para marcar su esencia splatter. Con coreografías de acción que muestran el bajo presupuesto de su producción, ofrece un entretenimiento simple que se beneficia de su propuesta visual, una que raya entre la caricatura y el gore.
Con la pantalla dividida, planos secuencias que resaltan la peligrosidad de mujeres asesinas y estilos peculiares en el diseño de vestuario, Nishimura descuida por instantes las olas de violencia y las dosis de sangre para mostrar de forma superficial a la naturaleza humana. Sin importar ni el presente ni el pasado, Onimanji encuentra un conflicto personal que lo lleva a hablar sobre la dualidad del bien y el mal, así como la repetición constante del honor y los despropósitos de la guerra.
Con una perspectiva inspirada en la irreverencia del cine de Sion Sono, Onimanji reitera de forma innecesaria en un samurái ninja que enfrenta sus demonios a través de una sociedad que se nutre de la tecnología. Así, muestra una surreal premisa que, si bien simplista en su comedia, mezcla los aspectos más característicos de las tradiciones japonesas con la modernidad y seres fantásticos que trascienden la inmortalidad.
Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)