Macabro FICH | A Lasanha Assassina y el juego de las citas

Existen producciones que se construyen a base de citas, alusiones que invitan a los espectadores a participar de una especie de trivia cinematográfica: “¿cuántas referencias puedes identificar en esta imagen?”, mientras la trama principal se desenvuelve. Es una veta cinematográfica que, con especial ahínco, ha explotado el cine de terror en los últimos 25 años –casi 30–, gracias a la aparición de Scream (1996), que demostró lo divertido que podía resultar el juego de las referencias en manos de un cineasta con la solvencia de Wes Craven; aunque ya para entonces la idea no era precisamente novedosa, su éxito ayudó a popularizar todo el asunto en lo que respecta al cine de género.

Es así que hemos tenido películas cuya construcción es transparente respecto a las otras producciones que intentan homenajear –principalmente porque la mención es, literal, una mención–, como Turbo Kid (2015) o The Smoke Master (2022); mientras que otras lo integran a su narrativa y el subrayado pasa a ser parte de su propuesta cinematográfica, a la Hot Fuzz (2007) –en general, los primeros filmes de Edgar Wright–, La cabaña en el bosque (The Cabin in the Woods, 2011) o Attack the Block (2011). Los resultados varían de producto a producto, pero, en lo general, la satisfacción final depende de quién está a cargo del proyecto para que éste trascienda su condición de tómbola de menciones.

En la primera categoría arriba mencionada, podemos insertar a la película animada A Lasanha Assassina: O ataque das massas (2022) –con un estilo similar a El Chavo animado (2006-2014)–, dirigida por la brasileña Ale McHaddo, quien ha tomado las ideas presentadas en su cortometraje A Lasanha Assassina (2002) como punto de partida: varios años atrás una lasaña de aspecto poco apetitoso fue olvidada hasta el fondo de un refrigerador, la omisión y la radiación del electrodoméstico han fortalecido al platillo con el paso del tiempo, lo suficiente como para hacerlo cobrar conciencia y “desaparecer” a toda una familia. Un salto de tiempo nos lleva al día en que Rebeca (Monique Alfradique) y su familia, el padre Luigi (Marcelo Mansfield) y la madrastra Antonella (Luciana Paes) llegan a la abandonada residencia sin saber qué se esconde en las tuberías. Cuando algunos hechos extraños se suscitan –desapariciones, ruidos, zombies de “queso”, etcétera–, la joven decide investigar qué habita entre las paredes de su hogar y cómo exterminarlo.

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Por lo viscoso –y su método de… consumo–, es evidente que en sus primeras intenciones A Lasanha Assassina está parodiando cintas como La mancha voraz (The Blob, 1958) y The Stuff (1985). Sin embargo, el juego de las referencias no se quedará ahí, veremos pasar en pantalla guiños a ESO (IT, 1990), Anabelle (2014), Pesadilla en la calle del infierno (Nightmare on Elm Street, 1984), El aro (Ringu, 1998), y un extenso etcétera que incluye unas líneas leídas por la leyenda José Mojica Marins, posiblemente en su última aparición como Zé do Caixão. Todo esto se mezcla con una subtrama gangsteril, porque el señor Luigi no sólo se ha mudado a los suburbios para abrir un restaurante italiano –Luigi’s Cantine–, además está intentando escapar de unos traficantes de diamantes y mantener a raya el anhelo de fortuna de su mujer.

Entre tanto apunte al y sobre el margen, por ahí se cuelan un par de comentarios interesantes –aunque fugaces– sobre cómo han evolucionado ciertos elementos del género: el experto en ocultismo y fenómenos paranormales es un youtuber, quien ha obtenido su fraudulenta información de otras fuentes porque es incapaz de salir de su cuarto, por ejemplo. Pero la brevedad de la película –unos 80 minutos– y su frenético ritmo referencial, no permiten profundizar más al respecto. Este es un platillo para disfrutarse como se disfruta la comida rápida, sin preocuparse mucho por su valor nutrimental.

Por Rafael Paz (@pazespa

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