La isla de Bergman: La petición del difunto

El colosal espectro de Ingmar Bergman se cierne ominosamente sobre todos aquellos que aspiran a ser guionistas o cineastas, pero esa influencia rara vez es sujeta a un examen minucioso. Más allá de la adoración y el aclamo acrítico a la figura de cineastas como Bergman, existe una conciencia que dictamina que cineastas “aprobados” para ser reconocidos, no por criterios cinematográficos sino personales. En La isla de Bergman (Bergman’s Island, 2020), la cineasta y crítica Mia Hansen-Løve no pone a prueba la honra de Ingmar Bergman ni trata de cuestionar su legado, sino que lo usa en un sentido irónico para después desecharlo y crear una metaficción que no lleva el denso yugo del cineasta sueco.

Una pareja de guionistas interpretados por Tim Roth y Vicky Krieps –quién después de El hilo fantasma (Phantom Thread, 2018) sigue disfrutando de deshacer los mitos de “hombres geniales”– viajan a la Isla de Färo, lugar de residencia de Bergman, con la esperanza de hallar la inspiración suficiente para poder terminar sus respectivos guiones. Ahí, la escritora idea una historia que toma elementos tanto del espacio como de su propia vida que busca parecerse lo menos posible a una película de Bergman.

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En ningún momento la película de la otrora crítica Mia Hansen-Løve se preocupa por tener que emular el sentido de densidad y solemnidad que permea el cine de Bergman, sino que las mira con distancia crítica sin dejar de admirar sus cualidades. El personaje que conmina mejor dicha convicción es el de Krieps, cuya indiferencia hacia la seriedad permite que su propia ficción, estelarizada por Mia Wasikowska, combine la ligereza que se respira en la Isla de Faro sin hacer que sus personajes o sus problemas sean percibidos como superficiales.

Sería un error tratar de comparar Bergman’s Island con cualquier película del cineasta sueco o tratar de encontrar influencias temáticas o formales en la misma. De hecho, ni siquiera existe un parecido entre ésta y otras películas de Mia Hansen-Løve, cineasta cuya heterogeneidad de agradece sin necesidad de recurrir a ningún tipo de estridencia narrativa o estilística. Basta con pensar en las diferencias entre películas como Eden (2014), El porvenir (L’ avenir, 2016) o la bella Maya (2018) para apreciar que la unidad en una filmografía se puede alcanzar prescindiendo de la noción autoral de control absoluto, principio que nuevamente queda asentado en una película como ésta.

Aunque el predominio de ambientes bucólicos y discretas referencias cinéfilas han nutrido las películas de Mia Hansen-Løve, en Bergman’s Island ambas cualidades llegan a un curioso paroxismo que comienza a dar algunos signos de fatiga con el cine mismo, sin embargo, la presencia de Vicky Krieps, Mia Wasikowska y una bella escena al ritmo de ABBA, hacen que la fatiga se difumine un poco y esboce una tenue sonrisa en una isla dominada por la sobriedad de un viejo genio que quizá desde su tumba, clama por ya no ser endiosado.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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