‘La hacienda del terror’: Tres tristes porteros

En el Botadero la encuentras comoLa hacienda del terror (2005)

Pregunta por ella así: “¿Qué me das por un six de cervezas Estrella y media bolsita de churrumais?”

Valor agregado: Actuaciones notables de los guardametas Oswaldo Sánchez, Luis Michel y “Chuchito Pucheros”, mejor conocido como Chuy Corona, además de la mitad de la nómina de Televisa

Imaginen una película con un cast lidereado por Manuel Ojeda, Norma Lazareno y María Sorté, además de las actuaciones especiales de Geraldine Bazán, Mario Almada, Lina Santos, Ana Luisa Peluffo y Lorena Velásquez. ¿Es suficiente? Por supuesto que no, porque aunque el resto de los créditos están llenos de nombres desconocidos –entre actores, edecanes y futbolistas–, hay tres nombres que llaman la atención: Oswaldo Sánchez, Jesús Corona y Luis Michel. Así es, tres arqueros mexicanos, todos mundialistas con la Selección Nacional, que de pronto decidieron “actuar”. Sí, “actuar”.

La hacienda del terror es un videohome mexicano estrenado en 2005. Nos cuenta la sencilla historia de una hacienda embrujada y un grupo de herederos que tienen que pasar allí una noche  para cobrar la parte que les corresponde. Por sencillo que esto parezca, entre los tres directores que tuvo la cinta, el productor y la guionista misma, se dedican a entrar a laberínticos pasajes con casi todos los personajes, bastantes, por cierto, lo que nos deja una película de duración considerable, más minutos de paja audiovisual.

Cabe señalar que la producción cuenta casi con cinco millones de pesos. Muy poco de esto se ve reflejado en los efectos especiales, el diseño de producción y arte, algunas locaciones, y, sobre todo, en el pago a los editores. Se cree que gran parte del dinero se fue en el pago a los actores, aunque la mayoría del cast parece ser cuate del productor. No hay otra razón por la que estuvieron ahí.

La historia comienza con un prólogo hace muchos años, tal vez en la época de la revolución. Una pareja de novios se debate moralmente. Ellos quieren casarse, pero ella ha sido inscrita como monja por su padre, quien de pronto llega. El viejo amargado muestra sus pocas habilidades para montar a caballo, pero, machete en mano, asesina al concubino de su hija, a pesar de las lágrimas y súplicas de ella. Corte a la secuencia inicial de créditos, la cual sigo sin saber si es un homenaje a El Maleficio de Ernesto Alonso, o sólo copiaron el style del Señor Telenovela. Llegamos a la época moderna, donde Yisus Crown (que por ese entonces sólo era Chuy Corona), se acaba de ligar a unas chavas no tan chavas y las invita a  dar la vuelta. Chuy, junto con su socio, disponen de su ligue y su pequeño y poco lujoso yate, donde la cámara innova en técnica, haciéndonos sentir el bamboleante paseo por las aguas. La historia de este par parece contar la historia de dos truhanes que comercializan con joyas de manera clandestina. Tienen sus placeres como todo criminal mexicano, chicas, trocas y buena vida, y sus avatares, como lidiar con la competencia, encarnada por Ana Luisa Peluffo (o lo que queda de ella y su trío de secuaces, combinación de Ángeles de Charlie y Grayas. La competencia se ve eliminada en una de las mejores secuencias de la cinta. La Peluffo es boicoteada y arrojada a los leones ante la cobardía espontánea de sus compañeras. El compañero de Chuy  se entera en una fiesta que sostiene con sus amigos en una alberca, donde misteriosamente Chuy ha desaparecido, que es heredero de una fortuna y decide ir con toda la banda a la hacienda (Oswaldo Sánchez y chicas incluidas).

La segunda subtrama versa de una familia constituida por un padre y sus dos hijos, que hablan en la cena de la importancia de la educación y el trabajo como todas las familias normales. Ellos no hacen más que sentarse en esa mesa, y es ahí donde reciben la carta que habla de la herencia. A pesar de la duda del padre, acuden a la cita. La tercera subtrama es la de una madre enferma, su hija acongojada y su hijo joven. La madre está muy enferma y muy pobre, y la llegada de la herencia es una gran ayuda; por eso el hijo va a la hacienda, pero, esperen, su malvado cuñado se ha enterado y lo persigue sin que se dé cuenta. Ya todos en el lugar citado, son recibidos por una madre y su hija (una Lina Santos ya en condición de MILF) y el novio de ésta (interpretado por Luis Michel). Por muy raro que parezca, Lina Santos interpreta a una mujer recatada, que no pasaría la noche con su novio por nada del mundo. Los personajes son bastantes, y nos son presentados sólo una vez; perdón si no logré recordar sus nombres. En la hacienda pasan cosas rarísimas: un fantasma interpretado por Mario Almada –que parecía ser fan de Star Wars, o por lo menos quiere invocar la fuerza– acecha a los visitantes; un fantasma femenino con una risa chillona y sus apariciones como un loop constante; un playback sobrenatural, y muertes y posesiones dignas de miedo. Hay fantasmas, zombies, aparecidos, asesinatos y premoniciones. El final es un giro de tuerca, clásico, pero que le da un sentido, y vaya que lo necesitaba, a la conjunción de toda la chaviza en el recinto.

Si te gusta el cine malo, pero malo maleta, quedarás sorprendido ante tal maravilla. La hacienda del terror va más allá de lo Serie B o Serie Z, más allá del mal terror mexicano. Si de verdad te gusta reír ante los malos efectos, las malas actuaciones y los guiones bobos, esta es tu película. Para mi gusto, le hace falta sexo y desnudos, pero se tiene, en algunos momentos, un buen taco de ojo. Si te gusta sufrir más que gozar, reír más que analizar, olvídate de Ed Wood, de Yoshihiro Nishimura, Dario Argento et al. Apoya el cine mexicano, ve cine nacional, ¡ve La hacienda del terror!

Por Ali López (@al_lee1)

 

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