‘La gran comilona’: La muerte entra por la boca

La gula es considerada un pecado capital, y, más allá de la connotación religiosa, también puede adquirir tintes político-sociales. Se le ve como una muestra de la decadencia. Si tienes dinero, comes bien y mucho. El exceso es el error más humano que existe: lo queremos todo, en todo momento y de todas las maneras posibles. Nos gusta sabernos capaces de dejarnos ir para caer en estas acciones que nos parecen asquerosas y atrayentes por igual.

La gran comilona (La grande bouffe, 1973), del director Marco Ferreri, fue una película escandalosa en su tiempo. Su estreno en Cannes provocó mucha polémica. Los espectadores tomaron lados. O era la cinta más asquerosa que se haya concebido en el cine francés, o un ataque radical contra la burguesía. La opinión estaba dividida.

La cinta da lugar a muchos análisis diferentes, que parten de su trama central: el pacto suicida que se da entre cuatro amigos que deciden ponerle punto final a su vida, y al hastío que sienten de ésta, dentro de un chalet parisino, en una bacanal de comida aderezada con un poco de sexo. Los cuatro actores principales ya eran conocidos antes de la película. Todos habían tenido una carrera buena y eran considerados como pilares de la industria cinematográfica europea. La muerte de cada uno de sus personajes puede darnos una vista de los asuntos que el director trató de tocar, entre plato y plato.

El pacto suicida del cuarteto y la obsesión con la comida para lograrlo fue una parte integral de la grabación de la cinta, no solo en su temática. Estos dos elementos dejaron ver las temáticas escandalosas que tomarían otras cintas que representaban síntomas sociales y dividían al público en su interpretación por su buena disposición para escandalizar.

Incluso en los aspectos más técnicos de la cinta la comida tomó un papel central. El guión fue destruido por el elenco y solamente las recetas del enorme banquete, que se despliega a lo largo del filme, quedaron como notas para los actores. Lo que dio lugar a escenas importantísimas y completamente improvisadas.

Es probable que Marco Ferreri concibiera La gran comilona como un ataque sensorial con la pasión con la que un chef junta los ingredientes para un platillo. En la cinta la comida adquiere un papel ambivalente. Tiene una faceta liberadora, y en el filme toma su papel como el alma de la fiesta, el motivo central de todo, pero además se deja en evidencia su cara destructora. El hedonismo en su máxima expresión: retorcer un acto natural para dedicarlo completamente al placer del ser humano. La muerte entra por la boca en una acción natural que normalmente sirve para mantenernos con vida.

Saber cuál es la finalidad de la cinta es difícil, como en muchas ocasiones: ¿Es en verdad una crítica social o solamente un experimento visual que pone a prueba el estomago del público? Cualquiera de las dos, la película es seguramente un acto fisiológico transgresor llevado a la pantalla por el director. Una cinta que no deja impávido a nadie que la vea, y provoca una reacción en su interior, aunque sea tan sólo la pérdida del apetito. Una situación exagerada, que sin embargo resulta completamente plausible, y que sirve como espejo de un momento social, al mismo tiempo que escandalizaba a los espectadores, ya sea porque no les gustó lo que vieron reflejado en ella o por simple asco.

La cinta es ambivalente, y si la ven, probablemente caigan en alguno de los dos polos y la consideren un comentario mordaz a muchos aspectos del consumismo moderno o les provoque repulsión. Tanto, que pueden terminar vomitando. Así, para algunos puede ser un tratado; para otros, nada más una experiencia sensorial extrema. Sin importar cuál sea su reacción, la comida es la verdadera estrella de la cinta; después de todo es la asesina, el centro de la fiesta, la crítica servida en un plato, un personaje más que ayuda a levantar esta trama.

Por Xavier R. Vera (@SoyXavito)

Cómo preparar… Pavo al horno

Ingredientes

  • 1 pavo natural
  • 100 mililitros de aceite
  • 1 mililitros de miel
  • 1 manojo de tomillo
  • 1 manojo de mejorana
  • 1 manojo de laurel
  • 1 manojo de romero
  • Sal y pimienta al gusto

Procedimiento

Salpimentar el pavo y rociar con un poco de aceite. Rellenarlo con todas las hierbas de olor y meterlo al horno a 180° C hasta que esté casi cocido. Bañarlo con la miel y regresar al horno hasta que se vea perfectamente dorado.
Una vez cocido, sacar del horno, dejarlo reposar durante 30 minutos y servir.

Receta por Haute Cuisine Cooking School

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