‘Heli’: El prestigio de la nota roja

Es bien conocido que cualquier expresión artística, colocada con fuerza en el contexto adecuado, puede contribuir a un debate de enorme peso político o social, mediante una potente catarsis que polariza, irrita y sacude la comodidad de espectadores que se encuentran alejados de una escalofriante cotidianeidad que se vive en cada vez más rincones del país. El filme Heli, ganador del premio a mejor director en el pasado Festival de Cannes de manos de Steven Spielberg, presidente del jurado, explora la génesis del nuevo código violento que rige el país desde el ascenso del narcotráfico y la contraofensiva adoptada por el gobierno, cubierto con un sutil y velado subtexto bíblico, donde la violencia fraternal hace su barbárica aparición.

Amat Escalante, cineasta mexicano ha sido tan aplaudido como repudiado en festivales internacionales de enorme importancia, particularmente el Festival de Cannes, donde todas sus cintas han sido estrenadas. Después de haber explorado territorios de horror abstracto con Sangre (2005) y de exponernos al rencor latente que explota violentamente en Los Bastardos (2008), Escalante abre al país y expone su parte más vulnerable para ser rigurosamente violentada.

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La cinta se centra en Heli, un joven padre de familia que vive con su padre y su joven hermana Estela, quien a su vez anda sudando las manitas con un joven militar, Alberto. Ambos desean casarse, y para hacerlo Alberto toma paquetes de cocaína que oculta en el tinaco de la casa de Heli. A pesar de nunca ser consumida a cuadro, la droga crea a partir de aquí una expansiva ola de violencia. La polémica generada alrededor de la explícita violencia se vuelve casi irrelevante al contemplar en cualquier puesto de periódicos en busca de una sádica gratificación visual, repele a la vista, ofende la burguesa complacencia pero sacia la morbosa crapulencia.

La violencia que se presenta en Heli es terriblemente dolorosa, implacable, humillante y en su punto más alto, castrante. La tortura visual conecta con el espectador por una disciplinada y contenida puesta en escena que demuestra las virtudes de un consumado artesano visual como lo es Escalante. La técnica desplegada en el filme es precisa, clínica y angustiante, una incómoda auscultación que nos lleva a evaluar y a dimensionar lo que está sucediendo en la psique de una sociedad fragmentada, diariamente expuesta a la tragedia amarillista, mientras que todo el mundo busca aceptación y afecto. Cuando esta búsqueda se frustra,  se deshumaniza y la violencia se filtra con facilidad, anulando nocivamente todo rastro de ternura (que fluye en la película en forma de perro), afecto u emoción, formando un peligroso cóctel de sociopatía generalizada.

Los personajes que se presentan planos y silentes en la película ocultan bajo este parco cariz emociones tan fuertes y complicadas que apenas y se dejan escurrir por rendijas mediante explosiones verbales de ira, ansiedad y cruda ternura. El paraje que presenta Heli es uno donde la psicología y su racionalización conductual no tienen cabida y donde la gente recurre a la astrología para conocer su destino, para predecir su conducta. Los instrumentos del poder estatal, un gobierno que se presenta de manera maternal y sobreprotectora, llegando a tal punto en que una funcionaria del gobierno ofrece sus senos a Heli como consuelo a la tortura. Pero Heli rechaza el agrio apoyo y busca la retribución de cortes bíblicos.

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Esta venganza de tintes bíblicos plantea el dilema de la violencia desde una raíz simbólico-religiosa, en el que Heli, el hermano otrora castrante se convierte en el vengador de Estela. Apoyado en símbolos religiosos claros como una estrella de David, un encuadre a la John Ford y una pista de un sermón religioso, Heli pone el dedo en la llaga de una profunda tradición cristiana: la venganza. La motivación violenta, la eterna retribución anclada como un mecanismo universal que perpetúa la violencia. Un aforismo visual que redimensiona y busca contextualizar el debate de la barbarie vivida en el país desde una frontera cimentada en la tradición literaria más antigua.

Al igual que en cintas como Miss Bala (2011) y documentales como El Sicario (2011) , Heli busca aportar una sensible contribución al debate de la guerra contra el narcotráfico, particularmente en el momento en el que en el país se habla seriamente de la legalización de la marihuana, a modo de contrarrestar los profundos efectos de más de 6 años de bombardeos ideológicos y literales que han destruido las ya erosionadas bases de la estructura social en México. Heli muestra que la droga se diluye, pero la violencia permanece hasta saciarse en corrosiva venganza y desenfrenada carnalidad, ante los aplausos vacíos que suelta una autómata audiencia frente a un podio, desde el que se nos promete siempre, “mejor vivir” mientras el filme nos despide con un ensordecedor blanco nos arroja después de incendiar nuestra más íntima vulnerabilidad.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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