Nadie piensa que es el villano: una entrevista sobre Perdidos en la noche

El quinto largometraje de Amat Escalante, Perdidos en la noche (2023), llega a la cartelera comercial de la mano de Pimienta Films tras un exitoso paso por festivales internacionales y nacionales.

La película cuenta la historia de Emiliano (Juan Daniel García Treviño), un adolescente que busca a su madre desaparecida por su activismo en contra de una minera internacional. Su investigación amateur lo llevará a la puerta de una familia de artistas y celebridades, que usan la violencia del país como herramienta para sus creaciones; además, podrían ser los únicos con la información que Emiliano necesita.

Antes del estreno del largometraje, charlamos con el cineasta guanajuatense sobre cómo se nutre de la realidad de su estado, su gusto por el melodrama, la manera en que chocan la muerte y el sexo, y un par de herencias familiares.

Butaca Ancha (BA): Tus películas parten del melodrama, es un asunto muy mexicano, pero ¿a tí que te atrae de ese género?

Amat Escalante (AE): Me atrae la idea de exaltar la vida un poco, remarcar cosas, y creo que de alguna forma el melodrama es eso: representar la vida exaltada. Ha estado presente desde mi primera película, Sangre (2005), que apenas tiene diálogos, pero lo que sucede es bastante extremo, pone a los personajes a prueba.

También el melodrama puede ser bastante irónico y chistoso, creo que por eso me atrae también. Rainer Werner Fassbinder, Douglas Sirk son directores que me han inspirado bastante y manejan mucho el melodrama.

BA: Además, tu trabajo se ancla en cosas que suceden en México, en específico en el estado de Guanajuato.

AE: La realidad, lo que pasa, no es algo que llamaría melodrama. Pero sí son cosas que rompen con lo normal, con lo que se supone debe pasar, México está lleno de eso, para bien y para mal. A veces es muy triste, desesperanzador y angustiante, me atrae eso y quiero hablar de eso, ver qué es. No hay un propósito muy claro de por qué quiero mostrar esas cosas, aunque en parte es muy de mi familia, siempre han sido socialmente muy conscientes y por ahí seguramente viene algo de ese interés.

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Desde niño me hicieron ver otros ángulos, la realidad de formas críticas y viviendo en Guanajuato, en cualquier parte de México realmente. Sólo sucede que nací ahí, no es que sea un lugar tan especial, vivo ahí, me gusta. He tenido oportunidad de hacer películas ahí, en lugar de la Ciudad de México. Hay muchas cosas que contar, como en todo el país. Cambia bastante rápido, a veces para mal, se presentan muchos conflictos y contradicciones, mucha oscuridad, mucha luz y mucha esperanza.

Es otra cosa que me interesa mostrar: la contradicción y la complejidad de las personas. Nadie es nada más bueno, o malo, siempre hay confusión con esas cuestiones. Es lo que nos hace humanos. En mis películas siento que siempre es difícil decir quién es el bueno y el malo, hay gente que por error comete algo malo, sin querer. Así es la vida, nadie se considera el villano, muy poca gente si se da el caso.

BA: Aprovechando que mencionas la esperanza, Perdidos en la noche tiene, quizás, el final más esperanzador de tu carrera. Incluso la luz que llena la escena lo indica. ¿Qué te condujo a esto?

AE: Justo, los temas. Pero también la gente que los ha vivido. En Guanajuato hay muchos grupos de personas que buscan cuerpos, que buscan desaparecidos. Ellas, a pesar de lo que están sufriendo y viviendo -que se podría considerar un infierno en vida-, tienen mucha esperanza y luz, mucho humor, que es lo más humano que hay, al menos para mí. Por eso, me era importante.

También porque en mucho de lo que sucede en México están involucrados los jóvenes, todavía tienen mucho futuro y oportunidades más, en comparación con los adultos. Los personajes aquí son jóvenes y, la verdad, para mí era el más verdadero. Hablaba más de la verdad que tratar de exprimir la idea de que todo está mal, ese contrataste y ver que existe la posibilidad, hace lo demás aterrador, más duro, como sucedía con mis películas anteriores.

Igual da ese contraste de ironía, esa luz, ese humor, hacen que la oscuridad se sienta peor todavía. Es una técnica y aquí me enfoque en tener actores profesionales que pudieran con esos tonos.

BA: Debe ser el elenco con el mayor número de actores profesionales con el que hayas trabajado.

AE: Se dio en gran parte por el diseño de la historia y los personajes, que son famosos en la película. Acostumbro que si escribo un personaje así, voy a buscar a alguien que es como el personaje, aquí me di la oportunidad de buscar gente famosa y que estaba en el mundo del espectáculo. Así surgió la oportunidad de trabajar con Bárbara Mori, Esther Expósito y Fernando Bonilla. Juan Daniel Treviño, él es más híbrido, lleva poco actuando y es una cara muy fresca, potente en el cine y televisión mexicana, pero no tiene esa trayectoria aún. Es más como cercano a quienes trabajaron antes conmigo. Tuvo un casting curioso, porque él estaba trabajando para la agencia de casting y estuvo en el primer día de casting como camarógrafo. María Fernanda Osio representa la otra forma de casting que he hecho, más de no actores, llamados generales, muy callejero. De ahí salen caras y personas muy interesantes.

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BA: Es interesante que el personaje del artista, Rigoberto Duplas (Fernando Bonilla), toma cosas de la realidad -en específico de la violencia en el país- para nutrir su arte. Hace un ejercicio bastante cínico, eso sin tomar en cuenta sus acciones dentro de la historia, es casi el villano de la película. ¿Cómo desarrollaste este personaje? Pienso en que muchas ocasiones los cineastas mexicanos que tratan de hacer algo similar y salen al extranjero se les acusa de cosas similares. Imagino que te ha tocado recibir este tipo de calificativos.

AE: En mi familia hay muchos artistas. Mi papá es pintor, por ejemplo. Entonces el arte ha sido algo cercano y a través de la historia, ha sido una forma más recurrente de las novelas clásicas: gente que está en situaciones trágicas, situaciones de mucha pobreza, se dan esos extremos. Usarlo no es que esté mal, aquí en México hay mucha desigualdad, así que también hay desigualdad en eso de artista e inspiración.

Es algo que cuestiono, pero no lo estoy descartando, ni diciendo que está mal. Más bien este personaje viene de un lugar erróneo, corrupto, lo que está creando también será así. Es mi versión, mi opinión de por qué está mal eso. Creo que pasa, pero es difícil enterarnos y hay que confiar en uno mismo, yo confío en no estar haciendo eso, porque intento llegar desde la honestidad y tratar a la gente con mucho respeto y humanidad. Hacer personajes que sean contradictorios, pero que tengan vida y honestidad, no pueden ser unidimensionales, como a veces sucede mucho en el cine mexicano. Sólo son víctimas y ya, eso me aburre mucho, me parece falso, cobarde y temeroso de parte de la persona que lo está retratando, porque la vida no es así, es contradictoria y compleja. Lo malo está mezclado y es igual de válido.

La idea de víctima y pobre es algo que rechazo cuando me aproximo a los personajes. Por ahí siento que estoy bien, que parto de un lugar firme, no como Rigoberto o, posiblemente, otros artistas que no conozco realmente, no estoy acusando a nadie. Pero podría pasar, porque en un país como México, en el que los que logran hacer arte o cine son en su gran mayoría de cierta clase -no tienen que trabajar desde la adolescencia, etcétera- pueden hacerlo porque se requiere de mucho tiempo, espacio y dinero para crear. Hay estímulos del gobierno, pero la mayoría viene de clases que les facilita dedicarse al arte. Es parte de la complejidad que existe.

BA: Aprovechando que mencionas a tu familia, tu abuelo, Evodio Escalante, era poeta y entre alguno de sus libros tocaba temas ateos y eróticos. Lo traigo a colación porque en tu trabajo hay una carga erótica que parece juntarse con cierto interés con la muerte, ¿qué te llama la atención de esa mezcla?

AE: Hay mucha curiosidad, miedo y misterio de mi parte y no solo mía, creo que de todos hacia esos temas. Específicamente cómo la muerte y la sexualidad de alguna manera son muy similares. La muerte es simplemente lo opuesto al sexo, que es crear vida. Se pude hacer todo tipo de sexo, pero en teoría es una forma de hacer vida. Hablando de la forma más básica posible, la muerte es exactamente lo opuesto a eso. La violencia podría ser lo opuesto al amor. Son reflejos muy cercanos, la violencia, el amor. Al final dan una vuelta en la que casi se tocan.

Evodio Escalante Vargas escribía poesía, tocaba jazz y tenía muchos libros, algunos eróticos, otros como los Rezos ateos. Era alguien con mucho sentido del humor en su escritura, mucha ironía y probablemente heredé algo de eso (risas). Mi papá es pintor y músico, sus temas también circulan alrededor de la violencia y el sexo. Entonces, es hereditario.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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