El cine del mexicano Amat Escalante está lleno de realidad y violencia, aunque ambas no se presenten al unísono en cada fotograma. La región salvaje (2016), ganadora del León de Plata en el Festival de Venecia, es una demostración del crecimiento de Escalante como artista y la confirmación de que su premio a Mejor Dirección en el Festival de Cannes en el 2013 no fue un error del jurado.
La película narra la historia de una mujer violentada por su marido -quien a su vez vive reprimido sobre su verdadera sexualidad-, ella encuentra en un ser misterioso la oportunidad de empoderarse para tomar las riendas de su vida. Es una mezcla de violencia y comentario social que mama por igual del cine de Andrzej Żuławski que de Lars Von Trier.
Platicamos con el joven realizador sobre los temas que envuelven a su trabajo:
¿Cómo surge la idea detrás de La región salvaje?
Durante la edición de Heli (2014), mi película pasada, venían a mi cabeza muchas ideas a partir de las cosas que estaba leyendo, sobre todo notas del periódico, e historias que la gente contaba sobre discriminación y violencia de género. Llamaron mi atención.
Después de varias versiones del guion, que escribí con Gibrán Portela, yo estaba inquieto y sentí que faltaba algo para llegar al corazón de la situación. Me gusta quitar capas y el guion no tenía eso. En esa crisis, tuvimos la idea de meter un elemento fantástico, ese elemento nos mostraba el interior de los personajes de forma muy acertada, no de manera intelectual sino visual.
Los personajes se ven forzados a explorar lo desconocido, ¿te sucede algo similar con cada proyecto?
Sí, de alguna manera. No es una investigación periodística, son cosas que me encuentro en el camino y la manera en que me inspiran. Necesitan tener algo misterioso. Cada película que he hecho es así, buscar y sorprenderme a mí mismo. De la misma manera, los personajes comparten eso en la cinta, aunque no sea de manera consciente, buscan y son alterados por sus hallazgos.
¿Cómo se diseñó la criatura?
Eso sucedió gracias a la coproducción danesa. El fotógrafo de la película se llama Alberto Claro, es chileno danés, y el supervisor de efectos visuales también es danés, con ellos trabajé de manera muy cercana para desarrollar la idea detrás de la criatura. Me fui a Dinamarca con un equipo de diseñadores. La criatura era muy diferente en el guion. Entonces no era nada específica. Se parecía a otras criaturas, no queríamos reinventar nada, pero, sin duda, viene del mundo del cine. Al mismo tiempo, queríamos algo cinemático sin que fuera como otras.
La criatura es una abstracción de los personajes.
Sí, a la vez yo quería que fuera real, como los personajes, que su presencia tuviera una lógica dentro de la película. Su función es metafórica, aunque está planteada desde la realidad.
Existe una dinámica doble con la protagonista, su marido la golpea y la criatura la apresa; aunque la segunda le permita liberarse como mujer.
Ambos son un tipo de adicción. Su situación familiar es un círculo vicioso del que no puede escapar, la única salida es encontrar otro vicio. Más que el poder liberarse de uno, es poder hacerlo de cualquier cosa. La criatura tampoco garantiza una salida, como sucede con el personaje de Verónica (Simone Bucio) en la película, quiere librarse del monstruo, pero la consume.
¿Qué te atrae de la violencia en pantalla?
La violencia y la sexualidad me atraen de manera muy similar. Las dos son acciones por una parte misteriosas y muy cercanas. Para sobrevivir como humanos las necesitamos. Es el misterio que me atrae de la violencia, por qué pasa, de dónde surge. En un país como el nuestro hay mucha violencia, pero no existen culpables de manera legal. Los crímenes dejan de tener sentido porque no hay culpables. Mis películas capturan esa sensación.
Eso tus cintas anteriores con La región salvaje, a pesar del elemento sobrenatural la realidad no deja de ser la fuente de terror principal. El horror de la vida.
En mis películas he querido filmar la realidad a través de una mirada y un ambiente terrorífico, la violencia que se vuelve cotidiana como cualquier otro acto. Filmo como creo que debe ser filmado: terroríficamente. Creo que mis otras películas también son de terror.
¿Reprimimos nuestra sexualidad?
El sexo es como la pizza, aunque esté mala está bien. No sé si sea específico de los mexicanos, pero a partir del cargo moral que se tiene, impuesto por la iglesia y la sociedad, se han deformado partes de nuestra comunidad. Ese punto también podría explicar la violencia, gente reprimida no sólo económicamente sino moralmente. El personaje de Ángel (Jesús Meza) tiene una deformación personal a causa de una moral religiosa que no le permite expresarse sexualmente. Es algo humano, pasa en muchas partes del mundo.
Es algo más que nos reprime.
Sí, de eso trata la película.
Por Rafael Paz (@pazespa)
Texto publicado originalmente en Forbes México Digital, publicado con permiso de su autor.