Así de simple y así de desmesurado. Y nadie podría condenarnos por la simpleza
sino más bien por la desmesura de nuestros pasos iniciales.
GGM

El novelista, ensayista, periodista, escritor y Premio Nobel colombiano, Gabriel García Márquez falleció a la edad de 87 años en la Ciudad de México. Considerado uno de los grandes íconos de la literatura latinoamericana y uno de los grandes exponentes del realismo mágico, Gabo –como era llamado de cariño por su público– tuvo una relación cercana con el séptimo arte.

Guiones, dirección, talleres de cine en su natal Colombia o adaptaciones de sus obras más queridas fueron algunas de las facetas en las que Gabriel García Márquez se involucró con el cine, aunque sus aventuras de celuloide no fueron tan afortunadas como las literarias. Recordamos cinco momentos clave de la relación entre el autor y la gran pantalla.

La Langosta Azul (1954)

La gran mayoría de las leyendas inicia adherida a una tradición artística o estética muy clara, muchas veces lejana a lo que la individualidad desea explorar, pero que de manera gradual va encontrando una clara voz. Empapado del espíritu experimental que invadió el cine latinoamericano a mediados de los años 50, enfilándose a los 60, García Márquez realizaba un extraño debut como cineasta, de la mano de Álvaro Cepeda SamudioEnrique Grau y Luis Vicens (también conocidos como “El Grupo de la Barranquilla”) para presentar este corto experimental sobre un “gringo” que llega a un poblado costero caribeño para investigar un caso de langostas radioactivas. El corto representa el único esfuerzo detrás de cámaras de García Márquez, quién incluso llegó a estudiar cine en Roma. Rebosante en imaginería visual de naturaleza abstracta y al mismo tiempo dotado de un realismo documental contundente, este debut ponía en polos opuestos la magia y el realismo que García Márquez habría de hermanar, no en el celuloide, sino en el papel.

El gallo de oro (1964)

Haciendo equipo con Carlos Fuentes y Roberto Galvandón –quien también dirigió la película–, Gabriel García Márquez entregó una de sus colaboraciones más redondas como guionista en nuestro país. Adaptada de un cuento de Juan Rulfo, la película cuenta la historia de Dionisio (Ignacio López Tarso), un hombre pobre con mucha suerte para las peleas de gallos y para cuidarlos; las cosas se complican cuando vence a un rico hacendado y se niega a venderle el ave. El millonario utilizará el amor de Dionisio por La Caponera (Lucha Villa) para cumplir con sus deseos. Como en muchas novelas de Gabo, los personajes y la trama están construidos con base en el azar y los extraños designios del destino. La influencia de Márquez y Fuentes se siente en los diálogos de aliento literario que llenan la película.

Erendira (1983)

Ya habiendo hecho una robusta labor como adaptador de sus propios trabajos al cine, y después de obtener reconocimiento y prestigio a nivel internacional, en 1983 García Márquez adaptó La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada, sobre una niña de 14 años que es explotada por su abuela como prostituta. El cineasta portugués Ruy Guerra, figura central del cinema novo brasileño, armó un reparto que más bien parecía modelo de las Naciones Unidas, encabezado por la griega Irene Papas (Z, 1969), el portento francés de Michel Lonsdale y los mexicanos Blanca Guerra y Ernesto Gómez Cruz; como Eréndira, la brasileña Claudia Ohana. El filme, abiertamente “sórdido” y “fantasioso”, fue recibido con mesurado entusiasmo por los críticos, mientras que los ávidos lectores de García Márquez lanzaban agrias diatribas contra el mismo. Una superproducción internacional que, como es siempre el caso, pierde bastante en la traducción.

El coronel no tiene quien le escriba (1999)

Cargada de una intensidad típica de Arturo RipsteinEl coronel no tiene quien le escriba (1999) es una cinta devastadora que, librada de los ya pocos elementos de realismo mágico en el texto original, coincide en el inmenso dolor que expresa en su novela corta Gabriel García Márquez. Con actuaciones conmovedoras por parte de Fernando Luján y Marisa Paredes, la cinta es una exploración de la pérdida y la incapacidad de enajenar el pasado. Obsesionado con recibir su pensión, el coronel retirado espera su cheque cada viernes en el embarcadero de su pueblo. La forma en que Ripstein captura a Luján mientras sigue al cartero le da un elemento amargamente cómico, que con la repetición se vuelve desesperanzador. Lo único que sostiene al coronel en pie es la compañía de su esposa, Lola, con quien comparte el hambre, la soledad y el abandono provocado por la muerte de su único hijo. El coronel no tiene quien le escriba, de Arturo Ripstein, representa tanto a García Márquez como a su director y nos otorga una coincidencia entre ambos no tanto en forma como en fondo, pero sobre todo en emoción.

El amor en los tiempos del cólera (2007)

Llevar el realismo mágico a una pantalla de cine siempre ha sido una tarea riesgosa: escenas que en papel funcionan podrían verse ridículas al ser plasmadas en celuloide. El inglés Mike Newell (El Principe de Persia y las arenas del tiempoHarry Potter y el cáliz de fuego) decidió aventarse el tiro de llevar a la pantalla una de las novelas más queridas del Premio Nobel colombiano. El resultado final es disparejo y por lapsos los diálogos se sienten demasiado literarios. Newell logra capturar el espíritu del libro apoyado en una sólida actuación de Javier Bardem en el mismo año que ganó un Oscar por Sin lugar para los débiles (No Country for Old Men). Quién no quisiera sentir un amor como el de Florentino por Fermina…

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