‘Good Time’ y la soledad de las deudas

Seem like the whole city go against me
Every time I’m in the street, I hear—
YAWK! YAWK! YAWK! YAWK!
Kendrick Lamar

Todo cadáver tiene vísceras en putrefacción, incluso, los del primer mundo. El tercer largometraje de los hermanos Safdie nos lleva por una constelación narrativa que se expande conforme recorremos Nueva York. La ciudad es el vientre negro donde se gesta la miseria de los relegados.

Good time nos da las coordenadas necesarias desde el comienzo: la apertura doble nos conduce primero por la mente atribulada y traumatizada de Nick Nikas (un Ben Safdie verosímil y contundente) y, después, por la praxis furente y acomplejada de su hermano mayor Constantine Nikas (un irreconocible Robert Pattinson en su mejor actuación, sin duda): un espejo roto, un binomio desencajado que refleja un trabajo en conjunto desde su creación. Los hermanos Safdie nos hacen recordar que ninguna narración es sencilla, como ningún cuerpo que la sostiene.

Los hermanos Nikas roban un banco sin ninguna dificultad; el plan, sencillo, comienza a complicarse a partir de la huida y, desde aquí, las aristas de la constelación Safdie comienzan a desplegarse. La película se desarrolla en medium close up claustrofóbicos, lenguaje posmoderno en código neón de la Pasión de Juana de Arco, de Dreyer, incluso durante las persecuciones: la realidad no encaja en la mirada del que la enfrenta, pareciera un enigma que debe descifrarse en cada decisión.

Nick ha sido capturado y encarcelado, Conny tiene que juntar el dinero necesario para poderlo sacar, por lo que la odisea oscura de Nikas comienza por la casa de empeños de un judío. La ciudad del primer mundo es desglosada desde los lugares clave donde se conoce su estructura: el hospital y el transporte público. No-lugares de transición en donde se concentra cualquier individuo, incluso, los que no queremos ver, los que queremos olvidar. La construcción de los hermanos Safdie es un bordado fino y violento en donde nada está fuera de lugar: el registro ficcional es sólido porque bebe de su experiencia en el Bronx, Queens y Manahattan; la ficción no se enajena en el argumento dejando fuera de su núcleo el contexto, por el contrario, se aferra a la ciudad, porque es la fuente no sólo de credibilidad, sino de origen narrativo.

Nick se encuentra en un maremágnum de hostilidad y pobreza. Sus soluciones son efectivas, sin embargo, la contingencia siempre lo lleva por bifurcaciones sobre bifurcaciones. No sabemos quién es Nick, ni su pasado ni nada que nos ayude a configurarlo, pero no es necesario, la narración nos obliga a resolver con él cada nueva frontera. Judíos, negros, árabes, blancos furiosos, blancos violentados y aparentes estereotipos, recorren la ciudad de la misma manera que Nick: queriendo encontrar una breve tregua en la ferocidad de la noche.

La banda sonora a cargo de Oneothrix Point Never, logra exponenciar el sentimiento de angustia y aprehensión del trabajo fotográfico (Sean Price Williams), sintetizadores que por momentos nos llevan por atmósferas de Carpenter y por otros, a la dura melancolía de la despedida.

Good Time es un golpe furente en todo el cuerpo que resuena en el pecho y en el estómago que provoca una inquietud e incomodidad que obligan, sin embargo, a seguir la odisea nocturna de un Constantine maldito. Con el día llega un poco de esperanza, pero sólo la suficiente para una última huida, para el enfrentamiento con la verdad: nada se puede evadir; todo se paga y cada factura se vive en absoluta soledad. El día llega sólo con la verdad anticipada: estamos condenados; la decisión ya ha sido tomada.

Por Icnitl Y García (@Mariodelacerna)

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