Lejos de casa: La regla del juego

Unos niños juegan con rocas, carritos de colores y muñecos. Con gracia y dulzura, acomodan estos objetos sobre el suelo polvoriento, de tal forma que van creando diferentes escenas. Lo que se representa en este pasatiempo candoroso es el momento en que los migrantes intentan cruzar la frontera de los Estados Unidos de América y son detenidos por la guardia fronteriza. Un proceso lleno de dificultades y amenazas de violencia se vuelve aquí un juego de niños en primera persona del plural, pues este grupo de pequeños vive en un refugio para migrantes, mientras esperan volver a casa o que se les brinde asilo. El juego es un asunto serio. En este caso particular, la actividad lúdica que realizan es análoga a la de un o una cineasta: disponer elementos en determinado espacio para que los frutos de la imaginación se materialicen.

La infancia, el juego y la imaginación son los tres ejes rectores de Lejos de casa (México 2022), el documental al que pertenece la secuencia anterior. La película sigue la vida de niñas y niños en los albergues para migrantes de Tijuana, ciudad fronteriza entre México y Estados Unidos. El filme aborda uno de los grandes fenómenos globales de la actualidad y que en el arte cinematográfico se ha vuelto una tendencia –por poner dos ejemplos laureados, La jaula de oro (Diego Quemada-Díez, 2013) y Fuocoammare (Gianfranco Rosi, 2016). Sin embargo, Lejos de casa se distingue por la atención minuciosa que dedica a los cuerpos de estos infantes y la convivencia que sostienen entre ellos: en la estructura se alternan momentos de actividad lúdica y testimonios de espontaneidad ostensible.

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Carlos Hernández, director del documental, no hace de la infancia un tema, ni tampoco se aproxima a la niñez de manera distante y conceptual. Por el contrario, el seguimiento de las jornadas en el albergue pone énfasis en la gestualidad, el movimiento y el despliegue de estas corporalidades gráciles. La película, entonces, no hace un recuento biográfico que pueda caer en el dramatismo, el morbo o el desarrollo meramente informativo. En ese sentido, Lejos de casa recuerda, por contraste y semejanza, a Mister Bachmann and His Class (2021), el documental de Maria Speth que registra el año escolar de una escuela en Stadtallendorf, ciudad en cuya población hay varios niños refugiados o hijos de padres que lo son. El contraste radica en que la duración del film de Speth, tanto de la película (cerca de cuatro horas) como del periodo de tiempo que registra, permite conocer con cierta profundiad a aquellos estudiantes. Mientras que en la película de Hernández, la brevedad y la intermitencia del testimonio no ahonda en el relato personal de cada infante, por lo que la atención recae sobre sus cuerpos y sus acciones inmediatas. El rasgo que comparten ambas películas es que se concentran en la calidez humana donde el gran tema sociopolítico –el fenómeno migratorio– se vuelve un correlato y no es el centro narrativo.

Para ello, en Lejos de casa, la presencia de los juegos es trascendental, ya que estos no son sólo un escape o un entretenimiento que distraiga a las niñas y los niños de su condición, sino que son una manifestación de la imaginación y de una forma de ser y estar en el mundo. En una secuencia, los niños están jugando basquetbol. La canasta improvisada es una de esas herramientas metálicas que se usan en la construcción. Ésta tiene un espacio circular en el que cabe la pelota. La imaginación reside ahí: en un objeto ver otro. De pronto, en el registro aparentemente directo, hay una especie de puesta en escena, ya que el paisaje brinda una utilería incidental que adquiere un significado medular. Como en los decorados de un cine de estudio, se crea un espacio otro. En otro momento, un pequeño juguetea con las manos entrecruzadas, moviendo los dedos y haciendo una coreografía con ellos. Es un primer plano que se sostiene por mucho más tiempo que los demás en la película. Esta duración prolonga la contemplación a este juego de manos solitario: no hacen falta juguetes ni acompañantes, pues el cuerpo de uno mismo basta para el ejercicio lúdico.

Los testimonios en donde los niños relatan sus anécdotas personales se filman en planos frontales con la cámara colocada a su altura para dedicarles la escucha que corresponde. Los sucesos que describen la más de las ocasiones aluden a experiencias traumáticas. Este ejercicio de narración oral implica también la imaginación del espectador para evocar mentalmente imágenes cruentas, las cuales no pueden mostrarse. Sin embargo, el registro de Carlos Hernández es respetuoso para que los infantes se expresen en términos propios, desprovistos de agenda y justificación adulta. Tal vez la representación con los muñecos que interpretaban a policías fronterizos y migrantes no es análoga al oficio del cineasta, sino que el cineasta en su quehacer intenta retornar al juego infantil: formular mundos nuevos desde la mente y con lo que hay a su alcance, esperando que el dolor del mundo se transforme en una mirada digna.

Por José Emilio González Calvillo

*Este texto se escribió como parte del Guadalajara Talents Press
que se llevó a cabo entre el 11 y el 14 de junio de 2022
en el marco del Festival Internacional de Guadalajara.