Dirigida por Nicolas Winding Refn y co-escrita junto a Mary Leyes, El demonio neón (The Neon Demon, 2016) está protagonizada por Elle Fanning, quien da vida a Jesse: una joven aspirante a modelo que se muda a Los Ángeles en busca de cumplir sus sueños. Al adentrarse en este mundo tan deseado, todos se la quieren “devorar” para poseer lo que representa: belleza e inocencia.
Hasta aquí se podría pensar que todo bien (o en relativo orden), pero es imposible aceptar o negar la cantidad de mensajes que abundan en el filme a partir de este momento, y que sólo reafirman modos de “existir” que perjudican la forma en que la mujer siempre es vista en una sociedad construida bajo la mirada y aprobación del hombre. Cuestiones circundantes a la película quedan en segundo plano cuando los mensajes e ideología son tan peligrosos.
La película, al estar llena de distracciones, nos hace querer adentrarnos a un mundo jodido. Resulta “peligroso” su impacto visual superficial, con el cual podríamos sentirnos cómodos. Todo, en vez de darnos una mirada que nos haga querer cambiarlas o cuestionarlas dichas distracciones. Además, plantear lo negativo bajo una estética “positiva” (bella, divertida, emocionante) termina alterando el punto de vista. Creando un propósito final opuesto.
The Neon Demon es una reafirmación de la posición pasiva de la mujer ante la mirada del otro, que sin criticar o cuestionar, sólo reafirma y caba más profundo un agujero. Del cual, si dejamos pasar por desapercibido, cada día será más complicado salir. Me cuesta encontrar la diferencia entre esta película y las cortinillas de La Hora Pico, estéticas en donde ambas, las mujeres están concebidas desde un punto de vista el cual no aporta nada más que un objeto de deseo.
¿Debemos aceptar El demonio neón sólo por contar con una estética más acorde a nuestro tiempo? Estamos acostumbrados a ver y aceptar, a sentirnos incómodas con lo que somos. ¿No un filme crítico debería generarnos una ideología contraria? ¿Dónde está el placer en observar un filme misógino? Donde se maquilla el horror y se reafirman conceptos perversos de la sociedad.
La dinámica que representa como espectador aceptar lo planteado en pantalla y no cuestionarlo es un acto de humillación. Un engrane más en este esquema de subordinación sistemático de aceptación de la realidad construida. El demonio neon es un hueco. Una brecha más que distancia la realidad social de lo que es y lo que podría y debería ser. La película finge que puede llenar dicho espacio, acortarlo. Nada más equivocado. Es un atajo al precipicio. Un camino sin salida. Una pérdida de tiempo.
Por Alejandra Acosta (@Huracan Patricia)