‘La asesina’: La caricia letal

La mejor cualidad del asesino más letal es el silencio y la contemplación. Ambas se convierten en herramientas que le garantizan asestar el golpe más preciso. De la misma manera, se requiere de la misma paciencia y taciturna sabiduría para poder plasmar ese intempestivo vértigo en la pantalla de la manera que el cineasta Hou Hsiao Hsien lo logra en su bella y laberíntica La asesina (Nie yin niang,2015), con la que ganó el premio a la mejor dirección en el Festival de Cannes.

Tras una larga espera, de alrededor de 8 años, el cineasta taiwanés por fin pudo presentar la historia de Nie Yinniang (Shi Qu): una bella joven que, quedando al cuidado de una monja que la entrena para ser una despiadada asesina, se verá en un atolladero moral cuando se le encomiende asesinar a su primo, un insurrecto en plena China Imperial, y que también resulta ser el hombre que ama. Deber y pasión chocan para generar una atmosférica aunque opaca historia.

La asesina es un filme exquisitamente dirigido, que alterna velocidades y ritmos cinematográficos con elegancia y admirable precisión. El sigilo con el que se mueve Nie parece ser emulado por Hou, un cineasta que ha hecho de la paciencia, la observación y una sensible absorción del espacio una serie de cualidades formales que han caracterizado su apabullante filmografía. Desde el candor ozuesco de Dong dong de jia qi (1984), la épica serenidad y riguroso temple de Tong nien wan shi (1985) y Beiqing Chengshi (1987) que cubren desde ángulos similares la historia del pueblo taiwanés, hasta la pasional modernidad de Millenium Mambo (2001), el cine de Hou Hsiao Hsien se ha caracterizado por una sensibilidad lírica y una destilación del tiempo que encuentran un punto álgido en La asesina.

A pesar de sus innegables logros en el plano técnico, el acercamiento narrativo del maestro taiwanés podría resultar confuso y difícil de seguir, demandando una segunda vuelta para poder comprender mejor el complejo entramado político que se plantea. La retahíla de nombres y de situaciones se descarga en minuciosamente construidas escenas dentro de la corte. Para Hou, el planteamiento de la intriga es tan vertiginoso como las contadas y sofisticadamente coreografiadas escenas de acción, montadas más en planos continuos y con los cortes estrictamente necesarios, creando una peculiar economía formal.

Hou Hsiao-Hsien nos termina entregando un filme que es al mismo tiempo sigiloso y ricamente vistoso, austero pero críptico que dista de ser la obra cumbre del cineasta taiwanés, pero que sin duda deja una impresión tan fuerte como la de una veloz daga atravesando nuestro vientre. Una caricia letal.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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