Enclavado en la añeja colonia Guerrero y ocupando el lugar que algún donde alguna vez estuvo un pequeño teatro de barrio, llamado Apolo, mismo que en algún momento llevó el nombre de la diva Rosa Fuertes, encontramos al cine Odeón.

El nombre deriva del griego y hace referencia al lugar destinado para competiciones o eventos de música y canto en la antigua Grecia y después en Roma. Este lugar se diferenciaba de los teatros clásicos porque, por el estilo de obras que presentaba en donde tenía gran importancia la acústica, era un espacio parcial o totalmente cerrado. A la vez, existe un antecedente en los llamados “nickelodeons”, término acuñado por Harry Davis y John P. Harris para locales donde se exhibían filmaciones a través del kinetoscopio, que era un aparato por el cual se podía ver la película aunque lo hacía de manera personalizada y en donde se debía depositar 1 nikel, que eran 5 centavos de dólar, para acceder a la visualización de la cinta. Este proceso constituye en sí un antecedente mismo de la proyección cinematográfica.

El cine Odeón de la Ciudad de México se ubicó en el número 29 de la calle de Mosqueta entre Galena y Santa María La Redonda, antiguamente en ese tramo se llamó calle del Puente de las Guerras y que hoy conocemos como Eje Central Lázaro Cárdenas. Fue construido por el prestigiado arquitecto en este tipo de inmuebles, Carlos Crombé, con un estilo ecléctico en donde resaltaba el gran arco con ventanales que cubría del segundo cuerpo e iluminaba el vestíbulo, elemento que se repitió en varias salas de la época como el antiguo cine Teresa, el Goya, el Granat de Peralvillo o el Isabel, el que, por cierto, estaba a unas cuantas calles del Odeón sobre Santa María La Redonda.

Fue propiedad del empresario Theodore Gildred e inaugurado el 4 de mayo de 1922, siendo de las primeras salas ya de un tamaño considerable construidas específicamente con el fin de proyectar películas, tenía una capacidad original para 3,084 espectadores con lunetario, anfiteatro y balcones laterales, esta última característica fue propia de edificaciones más antiguas que todavía contaban en su disposición con elementos que evocaban a las salas de teatro, con el tiempo la presencia de balcones desaparecería de las salas de cine.

Las llamativas formas arquitectónicas de esta sala hicieron que fuera uno de los inmuebles más retratados de su tiempo, conservándose hasta un importante registro gráfico del local que sobresalía sobre las casas de un sólo nivel que en ese entonces abundaban en la zona. Con el tiempo fue cediendo su lugar de prestigio a salas más grandes y modernas para convertirse en una sala de segunda corrida y finalmente, como toda la industria, decaer y desaparecer.

En los años sesenta este rumbo de la ciudad cambió su fisonomía de una manera drástica al cruzar muy cerca de ahí la ampliación de Paseo de la Reforma e incluso la construcción de una glorieta, la dedicada al General José de San Martín, en el cruce de Mosqueta y Santa María La Redonda. Con este hecho desaparecieron también otros lugares emblemáticos e históricos que se encontraban cerca del cine como la antigua Capilla del ex Panteón de Santa Paula o el popular teatro de revista Tívoli, que se hallaba a unas cuantas calles sobre Libertad y del cual se hizo una película homónima en donde se retratan en parte estos acontecimientos.

El hecho que vino a terminar de manera definitiva con la existencia de este inmueble, referente en su tiempo de la colonia Guerrero y de la ciudad misma, fue la construcción de los Ejes Viales que para este caso se abrieron camino ensanchándose la calle de Mosqueta y su continuación al poniente José Antonio Alzate, derribándose así en un gran tramo todas las edificaciones de la acera norte de estas calles incluyendo al viejo cine. Esto ocurrió a finales de los años 70.

El cine Odeón, referente de la historia del cine en la Ciudad de México, de la calle de Mosqueta y la colonia Guerrero, sobrevive en la memoria de los cinéfilos de corazón y en aquellas fotografías que muestran su atractivo diseño que dominó el panorama en los albores de la época de oro de la construcción de recintos para la exhibición del Séptimo Arte.

Por Juan Carlos Briones

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