El antojo por un Blueberryfilm: te gusta o lo olvidas al instante

Sucumbir ante una sustanciosa rebanada de carbo-saturado, pero deliciosamente decorado, pastel es tan fácil como entrar a un restaurante arrastrado únicamente por la convicción de una linda fachada. Son decisiones que no se piensan demasiado, provienen del irracional mundo del ánimo, del placer y la voluntad de contentillo: se toman o se olvidan al instante. Así, se ofrece a la carta el Blueberry pie nocturno de Kar Wai Wong: suculento postre para el espectador ansioso de historias novelescas o como un intrascendente aperitivo de 95 minutos.
Wong parece abordar en sus cintas un tema concurrido pero hasta entonces más sustancial: el drama inherente en las sentimentales relaciones humanas, de manera que, más allá del encuentro per se de dos personas, está la circunstancia que confronta constantemente con abstracciones culturales como la moral en In the Mood for Love (2000), el deber y la sexualidad misma de Happy Together (1997). Sin embargo en My Blueberry Nights(2007) –su primer filme en inglés–, desprendido de un contexto socio-cultural oriental bien conocido, el cineasta inventa –quizá recrea una visión muy particular– un pintoresco recorrido por las vacías y bien estilizadas calles de New York, Memphis y Las Vegas.
Cabe destacar que se observa un esfuerzo mayor por encajar en la industria hollywoodense que el propio director interpreta como una combinación de escenarios desesperadamente particulares, objetos intrínsecamente vinculados al carácter de los personajes –ni la necesidad de economizar tiempo justifica caer en lugares comunes–  y una mórbida fascinación por los close-ups.

En este sentido el reparto es perfecto para las labores de convencimiento: Jeremy (Jude Law), migrante inglés en busca del sueño americano y dueño de un café, se enamora de la descorazonada, herida y pobre Elizabeth (Norah Jones), quien arriba, noche tras noche, a su establecimiento buscando consuelo a su desamor. Decidida a transformar su vida, Eli emprende un viaje sin lograr soltar el hervor que cocinó con el comprensivo Jeremy.

Entre huevos revueltos y tragos –restaurantes y bares– se gana la vida, no sólo a base de trabajos mal pagados, sino literalmente autocomplaciéndose al mirar las patéticas imágenes de Rachel Weisz , apasionada adolescente atrapada en la esposa de un policía alcohólico, y de la jugadora compulsiva, fría y escrupulosa Natalie Portman, en lo que pretende ser un trayecto por las vías del autoconocimiento. El recorrido es casi tan innecesario como la aparición de Cat Power como la exnovia del coffee boy.

No podría pedírsele a un filme del estilo My Blueberry Nights más de lo que a un pedazo de delicioso pastel: que sea rico, dulce y que no te mate en el intento de deglutir o de un episodio de hipoglucemia. Tampoco podría suponerse que el filme, aunque falto de sustancia alguna y con un argumento pobre, no pueda llegar a complacer al –cualquiera que sea y donde sea que esté– espectador con la necesidad de rascar la picazón del meloso reencuentro con el –así llamado por la autora– amor de cafetería.

Por Adele Snails (@Adelesnails)
PD. Recomiendo Happy together del mismo director.

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