5° Cabos | ‘Jackie’ y las circunstancias del duelo

El futuro se corta de tajo. Un momento está ahí, lleno de esperanzas y expectativas; al siguiente es un regazo ensangrentado buscando respuestas. El presente se vuelve mito al jalar un gatillo. ¿Cómo afrontar la pérdida de todo? ¿Cómo reconstruirse cuando el vacío es la única certeza?

Jackie (2016), la película más reciente del chileno Pablo Larraín (y la segunda de este año después de Neruda), es una exploración de dichos temas y un nuevo episodio en su serie de revisiones históricas. Aquí pone su reflector (y mirada) en la figura de Jacqueline Kennedy (una sensible Natalie Portman) y los días que siguieron al asesinato de John F. Kennedy.

El ímpetu narrativo de Larraín está concentrado en entender nuestro pasado, en el continuo hallazgo de rasgos que nos emparentan. Los sucesos relacionados con la muerte de JFK podrían parecer, de entrada, un tema meramente norteamericano. Sin embargo, el cineasta chileno encuentra la manera de relacionarnos con el sufrimiento de su protagonista. La muerte podrá ser un fenómeno individual, pero sus consecuencias son colectivas.

La cinta está estructurada mediante dos confesiones de la viuda. La primera con un reportero y la segunda, un sacerdote (John Hurt poniendo todo su sufrido bagaje a trabajar con un sólo gesto). Ambas se cruzan y se ven interrumpidas por los recuerdos de Jackie, sobre todo por un popular especial de televisión donde mostró el interior de la Casa Blanca.

Esa columna vertebral dota al largometraje de una sensación casi teatral, a la manera de un extenso monólogo. Jackie es una ventana a la intimidad de su protagonista, un espacio donde su aura de mito norteamericano no es un impedimento para volver terrenal su figura. Por eso, no es extraño que las primeras impresiones de la película resulten en halagos para Natalie Portman.

Ella es el principio y el fin de todo lo que sucede en pantalla. Su actuación dota a Jacqueline Kennedy de sutiles contradicciones y matices inesperados. Portman es la razón por la que funciona la película. Detrás de cada mito, en apariencia invulnerable, hay un ser humano lleno de fallas. El personaje de Portman comprende su lugar en la historia, su papel como Primera Dama y los intentos por ser la esposa modelo que todos esperan, la madre perfecta y la imposibilidad de cumplir con las expectativas. 

Jackie es un ser humano con fallas, intentando procesar el peor momento de su vida. Su atribulado rostro es el complemento perfecto de los lances estéticos de Larraín (experto en mimetizar la lente de la cámara según la época que retrata) y su intento por crear una película biográfica que rompa con el molde y juegue con los pedazos.

El horror de la incertidumbre es más grande y permanente que la muerte misma.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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