Diarios del FICG: Miedo, pesadilla y olvido

El Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG) es, por tradición, uno de los espacios más indicados para medirle el pulso a la cinematografía mexicana y su 32º edición no es la excepción. Les compartimos unas líneas sobre tres películas nacionales que destacaron en el encuentro fílmico.

  • La pesadilla del cuento de hadas

La mente nos juega sucio en la vejez. La sensación aumenta si el único acompañante de nuestros días es la soledad. En Nocturno (2017), Oliverio (Juan Carlos Colombo) debe aceptar los cuidados de una enfermera ante el abandono de su familia. Su mujer ha decidido tomar unas largas vacaciones, duraderas hasta la muerte de su marido. Sin embargo, parece no ser el primer encuentro de “Oli” y Ana, su cuidadora.

El trabajo más reciente de Luis Ayhllón tiene reminiscencias del primer David Lynch (en especial de Eraserhead) y una atmósfera de opresiva presencia. Su intención es crear un mundo donde los cuentos de hadas, que Ana lee para torturar al enfermo, existan fuera de su mente. Donde las criaturas pueden andar libres y listas para el tormento.

Nocturno es un ejercicio de estilo interesante que nos reta a incomodarnos con las historias que se presentan, cuestionarnos sobre nuestro hacer como espectadores fuera y dentro de pantalla.

  • Somos lengua

El cine comercial/industrial mexicano pocas veces se aventura fuera de las comedias (las románticas, en especial). Su valor en taquilla es claro y representan el mayor gancho de una industria que parece gatear, aunque las autoridades se empeñen en querer demostrar lo contrario. Sueño en otro idioma (2017), de Ernesto Contreras (Las oscuras primaveras), es una de las pocas cintas que juega en cancha comercial, pero se permite colocar en su alineación temas de índole más seria.

Martín (Fernando Álvarez Rebeil) llega a un pequeño pueblo con la intención de salvar al zikril, una lengua a punto de extinguirse. Su misión lo llevará a buscar la reconciliación entre Don Isauro (José Manuel Poncelis) y Don Evaristo (Eligio Meléndez), un par de ancianos que solían ser grandes amigos en sus años mozos y, ahora, son los últimos hablantes de zikril en el mundo. Sin embargo, debajo de su incordio se esconde otra historia de represión social y miedo a aceptarse.

La nueva cinta de Ernesto Contreras intenta cumplir en varios frentes (la denuncia social, la comedia romántica, la de costumbres, el mensaje de autoayuda, etc.) y cumple con ellos de manera satisfactoria. No es extraño que recibiera el premio del público en el Festival de Sundance, porque, precisamente, su objetivo parece ser ése: dejar a la audiencia satisfecha con lo visto en pantalla.

Su tema central (el olvido de las tradiciones en el vórtice de la modernidad) la acerca a películas como El abrazo de la serpiente (2015), aunque, en ningún momento, la narrativa opta por la poética de la segunda para explicar sus puntos. Todo se queda en un territorio bastante apto para toda la familia. Es, para decirlo con pocas palabras, una cinta comercial con la carne bien sazonada.

  • La cicatriz en la herida

La guerra contra el narcotráfico dejó una herida abierta en el espíritu del país. ¿Cómo vamos a superar los últimos 10 años? ¿Quién lo permitió? Acaso, ¿fuimos todos? Ese es el tema que aborda La libertad del diablo, el documental más reciente del cineasta mexicano Everardo González.

Una serie de rostros cubiertos por máscaras (similares a las que usan los pacientes de quemaduras) hablan a cuadro sobre su experiencia con la violencia. Algunos son víctimas, otros victimarios. Sus voces nos permiten relacionarnos con ellos, la inexpresividad de su rostro cubierto es un lienzo en blanco donde se nos permite como espectadores proyectar nuestras emociones.

La intención de González (quizás el mejor documentalista del país, en una nación llena de ellos) es clara: su película no está buscando juzgar a estar personas, sino entenderlas y, de paso, buscar las razones del deterioro. Jóvenes explican a cuadro cómo se introdujeron al narco, el dinero fácil que comenzó a llegar a sus manos. Madres llenas de arrugas cuentan con la voz entrecortada lo complicado de buscar a sus hijos después de un levantón policiaco. Militares narran su impotencia ante las órdenes dadas por sus superiores. Quiénes son ellos, sino todos nosotros.

Muchos documentales se han producido en los últimos años sobre el tema del narcotráfico (ficciones, también), pocos lograron abordar el tema de manera tan sensible y desgarradora como La libertad del diablo. Everardo González  ha creado un trabajo que nos invita a revisar nuestra historia reciente y actuar para tener un futuro. Es momento de ponerle la brida al demonio.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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