‘Carrie’: El extraño presentimiento de una estudiante

Poco se imaginó el prolífico Stephen King que la historia de Carrie, su debut literario de 1974, sería un objeto de inspiración para adaptarse a la pantalla grande al segundo año de su publicación, ni mucho menos que la película se consagraría como una de las fuertes referencias de cintas de terror no sólo de los 70, sino también en la misma historia del cine (con un nuevo remake a estrenarse este año con Chlöe Grace Moretz y Julianne Moore).

La primera obra cumbre de Brian De Palma como cineasta (mucho antes de ofrecer en 1983 el narcotráfico de Scarface) se estrenó en 1976 bajo el título mexicanizado de Carrie: Extraño presentimiento. Aún cuando su adaptación dista un poco del material original, la premisa capta la esencia terrorífica del relato, girando en torno a Carrie White (Sissy Spacek), una tímida estudiante en una preparatoria del pueblo de Chamberlain.

El perfil estudiantil aparentemente ordinario de Carrie

Debido a su anticuada vestimenta a base de faldas hasta los tobillos, su delgadez y sus exacerbadas creencias religiosas, la alumna, lamentablemente, es el anzuelo predilecto de humillaciones sintetizadas en el término bullying (problemática escolar y social tan en boga en estos días). Las burlas de sus compañeras de clase alcanzaron su primera ola de impacto, con la presentación del primer periodo de la protagonista en plenas duchas de la escuela tras una clase de educación física.

Abusando de la ingenuidad de Carrie por desconocer el motivo del sangrado, las chicas se mofaron de ella una y otra vez, arrojándole tampones y compresas como si de un paria se tratara. Pero la propia Carrie ignoraba que semejantes actos crueles comenzarían a despertar en ella un poder que, en situaciones de alto estrés e ira, ejercería un control implacable en su persona: esa capacidad de mover objetos con la mente llamada telequinesis. Lo descubriría al hacer estallar involuntariamente el foco de los baños escolares y lo constataría al romper el cenicero del director de su escuela por tratarla con indiferencia. A su vez, por medio de la concentración de su mente, terminaría por dominar dicha habilidad, después de informarse al respecto en la biblioteca.

De Palma se involucra en el confinamiento emocional de Carrie, a través de su soledad en la escuela y de un hogar viejo y en penumbras, sus ventanas cubiertas por gruesas cortinas, iluminado por velas, con un crucifijo como único testigo de su sufrimiento.

Aunando el constante maltrato de Margaret (Piper Laurie), la madre cuya devoción a Dios raya en la locura, al grado de encerrar a Carrie en una diminuta habitación de la tétrica casa para pedir perdón por pecar a través de su menstruación (siendo la culpable que su hija desconociera sobre el ciclo sexual de una mujer), sólo era cuestión de tiempo de que la muchacha encontrara una válvula de escape para reprender a todos los que la habían lastimado, incluso a la persona que le dio la vida.

El baile de graduación: del ensueño a la pesadilla

No obstante, el incidente de las duchas no pasaría desapercibido para algunas de las compañeras de clase de Carrie, ni mucho menos para la profesora Collins, quien había intervenido para detener el mencionado hostigamiento (a diferencia de muchos casos reales que ocurren en diversas escuelas), y, a su vez, explicarle a la protagonista en qué consiste el ciclo menstrual.

Así, Collins es la única profesora en motivar a Carrie en crear una mejor autoestima, convirtiéndose en el típico prototipo de mentor cuya autoridad se dirige a encaminar a los alumnos en aprender sobre las consecuencias de los propios actos. Con su castigo de abdominales, sentadillas y vueltas extras al campo, a Sue Snell (Amy Irving) le provoca tal remordimiento de conciencia la burla, que insta en pedirle a su novio, Tommy Rose (William Katt) en que lleve a Carrie al baile de graduación.

Al no mantener la protagonista ningún tipo de interacción social ni en su salón de clases ni con la gente, careciendo de una amiga auténtica que pudiera llamar confidente, es inevitable la compasión disfrazada de lástima de Sue.

Caso contrario ocurre con Cris (Nancy Allen), la estudiante bonita que cree tener el mundo bajo sus pies, a quien Collins le prohíbe asistir a la fiesta por desacatar su castigo, detalle que, como suele ocurrir en la élite de los chicos populares, hiere su susceptible ego. Rebelde y caprichosa (consecuencia de ser hija de un prestigioso abogado), planea junto a su novio, el patán Billy (John Travolta), hombre impulsivo, vividor y con tendencia al maltrato femenino, una broma para desquitar su odio hacia Carrie White.

La segunda ola de burla por parte de Cris (cruel e incluso inhumana) derrumbaría para siempre las nociones éticas de Carrie, con una cubeta con sangre de puerco que le caería encima a la muchacha justo cuando se revelaran los nombres de la pareja estelar en la fiesta de graduación.

Brian De Palma, con su encuadre que divide en dos la pantalla, mostraría a detalle la destrucción del salón de la fiesta (el incendio y el confinamiento desesperanzador de estudiantes y profesores dentro del salón) y a una Carrie ejerciendo su telequinesis brutalmente, asesinando a diestra y siniestra hasta alcanzar funestas consecuencias para los habitantes de Chamberlain, incluyendo aquellos que osaron en humillarla y su madre (tanto Spacek como Laurie obtuvieron por sus actuaciones nominaciones al Óscar con la cinta, algo poco usual en el género de terror).

Así, el triste desenlace de Carrie se derivó del noble deseo por encajar en el molde del convencionalismo social, buscando afanosamente una vida de estudiante normal.

Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)

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