‘Un caballero y su revólver’ y la sonrisa del granuja

La leyenda de Robert Redford en Hollywood responde a la de un rebelde, un hombre que en todo momento ha hecho seguido su instinto, aun cuando esto signifique fallar y entorpecer su propio éxito (su trabajo como cabeza del Festival de Sundance retratado en Down and Dirty Pictures: Miramax, Sundance and the Rise of Independent Film es buena prueba de su carácter tozudo). Redford es una de las grandes figuras del cine americano de los 60 y 70, parte de una generación que intentó romper con lo establecido, incendiar las viejas prácticas de los estudios para encontrar nuevas voces, otras formas de expresión.

Esa mitología de gran hombre, cierta o no, le da sentido y profundidad a la nueva película de David Lowery, Un caballero y su revólver (The Old Man & The Gun, 2018), donde Redford interpreta a Forrest Tucker, un estafador de la vida real que escapó de prisión varias veces durante su vida, además de cometer una impresionante cadena de asaltos bancarios a la tierna edad de setenta y tantos años.

Lowery ha señalado a lo largo de su carrera, y en más de una entrevista, su gusto por el cine americano de los 70. Su segundo largometraje, Ain’t Them Bodies Saints (2013) –inédito en México–, tenía más de una conexión con Badlands (1973), del ermitaño Terrence Malick, o su reversión de Mi amigo el dragón (Pete’s Dragon, 2016), un clásico infantil de 1977, donde tuvo por primera vez bajo sus órdenes a Redford. La inclusión de Sissy Spacek como el interés romántico del bribón protagonista tampoco es casualidad, además de protagonizar la mencionada cinta de Malick, la actriz se hizo de un nombre en los mismos años que Redford.

Un caballero y su revólver funciona de esta manera como un doble homenaje. Primero como homenaje a su actor protagonista –en especial a su actuación en Butch Cassidy and the Sundance Kid (1969), de George Roy Hill– y, en segundo plano, a la época donde Hollywood tuvo la audacia de buscar otros autores, otro cine, a diferencia de las comodinas franquicias omnipresentes de hoy día.

El Forrest Tucker de Redford es, ante todo, un granuja encantador y desenfadado. Si se hubiera dedicado a la pintura y no al robo, podríamos decir que es un artista en su campo. Tucker sigue sus propias reglas, además de cargar siempre con su arma, pero su objetivo no es el asalto, sino la felicidad que experimenta al hacerlo. Eso lo une con los grandes cineastas americanos de los 70, quienes preferían morirse con la suya (o con el consejo de sus amigos) antes de tomar sugerencias corporativas.

Esa es la lección que aprende el policía encargado de seguir el caso de Tucker, John Hunt (Casey Affleck). El ladrón sabía de su inminente captura, pero es un detalle sin importancia, para él la sensación de hacer aquello que ama es suficiente y sin igual. De todos modos, al final, la vida siempre nos alcanza a todos.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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