Black Canvas | A Human Position: la reconstrucción diaria

El segundo largometraje del noruego Anders Emblem (Skynd Deg Sakte, 2018) tiene como protagonista a Asta (Amalie Ibsen Jensen), una joven periodista de la pequeña comunidad de Ålesund –un puerto al norte del país nórdico conocido por su arquitectura art nouveau y su industria pesquera y mobiliaria– que recién se ha reintegrado a su trabajo como reportera de color y algunos hechos cotidianos. Poco a poco se nos revelará que Asta se recupera de una operación médica, de la cual no se revelarán demasiados detalles (aunque la visión de una caja de carriola arrumbada da algunas pistas) y ha provocado en ella un ensimismamiento depresivo.

Esa es la sencilla anécdota de la que parte Ebmlem, quien no está preocupado en analizar el entorno político o social de Asta, sino su día a día y la manera en que ella transita en ese cotidiano. En específico, cómo el caso de un inmigrante expulsado de Noruega tras diez años de vivir en el país se convierte en una cuerda de la cual asirse y darle significado a su vida.

La cámara de Michael Mark Lanham observa el cotidiano de nuestra protagonista con una mirada que es al mismo tiempo respetuosamente distante y afectuosa, recogiendo con sutileza los detalles que hacen avanzar esta historia, una que evita recurrir a una narrativa convencional. La decisión provoca que A Human Position se aleje de puntos dramáticos asociados a la depresión, sobre todo los hollywoodenses, en los que el avance –la mayoría de las veces– es lineal y está plagado de hechos “significativos”.

La apuesta por cierto realismo se ve reflejada asimismo en cómo transcurre el tiempo en la película, el proceso de Asta no tiene una fecha de caducidad o una temporalidad definida, ella simplemente lo vive un día tras otro consiguiendo avances sutiles, llenos de significado para su mundo íntimo. La particular localización geográfica de Ålesund –durante el verano no anochece– sólo abona a esta imprecisión tempohumanposition001ral.

 

No es gratuito que la compañera de Asta, Live (Maria Agwumaro), se dedique a coleccionar sintetizadores viejos y a restaurar sillas. Como el mobiliario, la restauración de Asta tiene un ritmo propio, particular y exclusivo de su persona. En caso de haber ganancias emocionales, estas nutren su universo interno, una decisión narrativa que subraya la intimidad de la protagonista –su verdadera prioridad– en un mundo lleno de emocionales anuncios triunfales en redes sociales.

La relación de Asta y Live es, quizá, el detalle que es capturado de manera más afectuosa a lo largo de A Human Position. El espacio creado dentro de su hogar es un refugio, donde las exigencias sociales no existen, sólo el acompañamiento sincero entre actividades mundanas que son interrumpidas por un pequeño gato –por cierto, llamado Floppy–.

Las sillas que restaura Live son también un símbolo de lo humano, una creación propia de nuestra especie; de manera similar a las fronteras que hemos creado artificialmente para darle sentido y orden al mundo, las cuales sólo significan algo para las sociedades humanas. Si bien la película nunca intenta convertirse en una crítica sobre el sistema político o la sociedad de Noruega –ella se interesa por el caso del migrante, pero queda claro que podría ser cualquier otro tema el que la saque del marasmo–, la presencia de estos dos símbolos lleva a la protagonista a cuestionar el entorno en que vive, uno que a pesar de todos los beneficios que ofrece para alguien como ella no está exento de caer en el absurdo o las injusticias.

El resultado final acerca al cine de Emblem al trabajo de Chantal Akerman –constantemente cargado de una sutil resonancia emocional– y al del sueco Roy Andersoon –aunque sin llegar a la tragicomedia de muchos de sus retablos–: un vistazo a una vida que se reconstruye paso a paso hasta llegar al lugar deseado.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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