Black Canvas | Una reseña sobre El auge del humano 3, de Eduardo Williams

Lo que define una obra como “cinematográfica” es un misterio que solo se disipa levemente con la percepción de la obra misma. El auge del humano 3 (2023) desafía la categorización, aunque sus intenciones y gestos sean perfectamente reconocibles en un canon cinematográfico particular, uno que va de Michael Snow a Carlos Reygadas y Apichatpong Weerasethakul, pero que no se estanca en lo referencial, sino que se mueve constantemente, solo que el rumbo de la misma es desconocido para todos, quizás incluso para el cineasta mismo.

Por lo mismo, sería tentador asirse a un “discurso” que solamente se asoma en la película, en el que temas como la disidencia sexual, la precariedad, las ruinas del globalismo y la abismal injusticia económica –¡vergïuenza es ser un mega billonario!– articulan ciertas ideas, aunque eso sería alejarse de la obra misma. El discurso de El auge del humano 3 está en su forma, en sus desplantes posmodernos y sobre todo, en la belleza espontánea tanto de sus imágenes como de aquello dicho por sus protagonistas: un grupo de jóvenes que deambulan en medio de climas lluviosos y parajes desolados pero habitados, en los que la vida se desenvuelve con una cadencia ajena a la de las grandes urbes y que ve en esa distancia, una virtud más que una carencia.

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De hecho, es justo decir que El auge del humano 3 ni siquiera está consciente de lo que representa una carencia a nivel visual. El cineasta Eduardo “Teddy” Williams reconoce las posibilidades implícitas en la distorsión que una cámara y sus lentes proporcionan. Es en las imágenes achatadas, deformadas y dispersas, muchas de las cuales parecen salidas de un videojuego en primera persona, con todo y caídas aleatorias, donde la película encuentra un cosmos nuevo, uno que habita únicamente en las posibilidades ópticas de una revolución simple: aquella de la cámara. Hay un momento en el filme –sí es que podemos llamarle así– en el que la cámara comienza a girar de forma frenética y aunque no queda claro si es de forma accidental o intencional pero el resultado obtenido crea una abstracción visual que no sería posible de otra forma. Es en esa imposibilidad donde Williams edifica su trabajo, más de una forma lúdica que artística.

El auge del humano 3 forma parte de una trilogía que no tiene una secuela, aunque el mismo Williams reconoce una continuidad en su trabajo, que incluye también Pude ver un puma (2011) o Un gif larguísimo (2022), obras en las que se cuestionan nociones bien establecidas como la autoría, la necesidad del cineasta como “director”, el yugo de la narrativa o el fenómeno cinematográfico mismo con una ingenuidad casi infantil y un espíritu de construcción visual neodadaísta que nos desconcierta al hacernos preguntar si lo que estamos viendo ha llegado demasiado tarde o demasiado temprano. Sería imprudente y precipitado afirmar que lo que Williams entiende por “cine” representa una posibilidad para el futuro del medio. Es más sensato decir que su obra simplemente es y que, como se dice en la película misma, existir es agotador.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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