Black Canvas | Encuadrar lo humano: una entrevista con Teddy Williams

La sinopsis de El auge del humano 3 (2023) propone, en apariencia, una película sencilla: “diferentes grupos de personas deambulan en un mundo lluvioso, ventoso y oscuro. Pasan tiempo juntos, tratando de escapar de sus trabajos deprimentes y de abordar la pregunta de qué hacer con su tiempo”. Sin embargo, su ejecución, invita a dejarse hipnotizar por las imágenes, a descubrir en sus pliegues y transgresiones aquello que nos une como especie.

Antes de su presentación en la séptima edición de Black Canvas – Festival de Cine ContemporáneoButaca Ancha (BA): Después de ver El auge humano 3, pensaba en: ¿qué es lo que tú percibes o entiendes por periferia?

Teddy Williams (TW): Hay algo muy simple en mis películas, no me interesa ir a los países o ciudades que son centrales en nuestra cultura, las que más miramos en Argentina y creo que en la mayoría de los países pasa lo mismo. Siempre miramos y observamos a los mismos países, entonces es algo muy simple.

También hay algo que escucho cuando hablan de mis películas que es como de los márgenes o la marginalidad en algún punto y tampoco sé, no siento que sea algo de evitar la centralidad, ni en esa cosa de ver la marginalidad o creer que eso es como la marginalidad, ponerlo como la primera cosa, casi la única o algo tan principal. Es evitar. Lo que a mí me interesa en ese sentido de los países es conectar países que no vemos en conexión tanto.

Obviamente a los países a los que más miramos los vemos más en conexión con otros, en cambio a Argentina y Mozambique, Filipinas, Perú, Sri Lanka o Taiwán no los vemos tan relacionados en general, no es algo tan común.

Después lo más importante es simplemente un asunto de geografía cultural, pero cuando hacías la pregunta pensaba en que también está lo principal: la película. ¿Cómo son los personajes en la película? ¿De qué hablan? Etcétera. También por ahí busco salir de ciertas cosas de la centralidad que creo que está bueno balancear un poco. Desde el ritmo y la velocidad, en general, la sociedad en la que vivo no es tan diferente a la tuya o a la de la mayoría de la gente. Todo está incentivado a la velocidad y el ritmo acelerado.

Siempre en mis películas a veces decís ‘sé que si pongo un ritmo más acelerado por momentos, atrae un poco más o podría tener más posibilidad de atraer a los espectadores’, pero, para mí, está bueno promover el ritmo de la paciencia y la observación. Es algo que el cine puede hacer y que me interesa.

Algunas observaciones que hacen los personajes sobre la sociedad en la que viven vienen de mí, o sea, son ficcionales, no pertenecen a ellos como personas, otras sí pertenecen a ellos. Hay un poco de todo, pero en los diálogos y en las cosas que dicen por ahí hay cierta cosa que sale de la centralidad o de proponer cosas que no sean parte de la centralidad.

En esta película hay algo de viajar, que para mí es bien importante: hacerlo con algunas personas, al menos, de cada país. Ojalá pudiera viajar con más, pero, bueno, también están las restricciones económicas. Igual cada vez por ahí vemos más películas con viajes o con gente que va a lugares que no son los propios, cada vez es más común, pero siempre vemos viajar al mismo tipo de personas, las que tienen más dinero o que vienen principalmente de los países más ricos etcétera. Entonces me interesaba hacer eso y llevarlo a la práctica, porque no es lo mismo viajar para unas personas que para otras.

Hoy por hoy es un poquito más fácil viajar que en otros momentos, pero, por un lado, están las restricciones económicas y las de visa, gobiernos que se organizan para prohibirle a cierta gente viajar. Nos pasó en Sri Lanka que fue muy difícil, primero porque su país hace muy difícil el poder salir y, una vez que salen con todos los papeles, en un aeropuerto los pueden parar simplemente porque no creen que sus papeles sean totalmente legales. Obviamente eso no está en la película.

Creo que parte de El auge de lo humano 3 es el hecho de poder movilizar un poco y compartir este encuentro con otras culturas y otros paisajes. En la anterior era sólo yo el que iba de un lugar a otro y ahora, además de alguna persona del equipo técnico, también lo hicieron los actores. Eso es super importante y también tiene que ver con lo que decías.

BA: Ahora que mencionas a los chicos que hicieron de actores, ¿cómo fue el trabajo de desarrollar a los personajes y la narrativa de la película?

TW: Con respecto a los personajes nunca tengo o pongo personajes para los que necesito un tipo de persona, cierta edad o género. En general voy conociendo gente, tengo ideas generales, por ejemplo, en esta película quería más diversidad en las edades. Al final fue bastante difícil porque, por lo menos en mi experiencia, es bastante complicado que la gente en edad laboral –muchos tienen hijos, por ejemplo– esté disponible para este tipo de proyectos, como no son actores profesionales no se van a dedicar a esto, entonces tienen un trabajo que les ocupa todo el tiempo, por ahí pueden venir un ratito. Por más que les divierta o interese participar en una película, no van a dejar sus trabajos fijos para ir a una cosa que dura dos semanas y después se termina.

Por eso al final en mis películas, al principio era por mi propio interés y ahora es porque me cuesta encontrar gente de otras edades que pueda hacerlo, que siempre el rango de edad no se abre tanto y es un poco gente en este espacio de juventud pre laboral, aunque muchos ya trabajan, pero en general tienen más flexibilidad todavía que lo que va a ser después cuando uno empieza a tener más responsabilidades.

Igual se abrió un poco, me costó hacerlo tanto como imaginaba, pero se abrió un poco. Me interesaba en esta película, a diferencia de las anteriores, personas LGTB principalmente, porque con mis viajes empecé a ver que si no buscaba esto especialmente iba a trabajar sólo con personas heterosexuales y no me interesaba eso, ni como resultado en la película, ni como espacio de trabajo, entonces lo fui buscando, aunque no era exclusivo. Quiero decir que no todo el mundo tenía que ser LGTB, pero lo buscamos especialmente en los castings.

A través de encontrar personas, a veces en castings, a veces por casualidad en la calle o por amigos, en general es con la gente con la que siento que se despierta algo, que me caen bien o siento que yo les caigo bien, que nos sentimos cómodos juntos, etcétera. Una vez que voy teniendo más o menos esa gente en mente, voy armando los grupos, si son amigos en la vida real en ocasiones busco lo contrario, que no sea demasiado cerrado el grupo y que se abra a gente que viene de diferentes ciudades, aunque sea el mismo país.

En general cuando vemos una película y no somos de ese lugar, tendemos a generalizar. En El auge de lo humano 3 algunos hay gente de Iquitos que viene de la ciudad y otros viven en la selva, obviamente para ellos hay un montón de diferencias en lo que saben o sus experiencias de vida, que por ahí cuando se ven de lejos se nota. Cuando filmamos en Buenos Aires –El auge de lo humano (2017)– quería tener gente de diferentes barrios.

Volviendo a la parte narrativa, una vez que encuentro a la gente voy viendo si necesito más de una, más para allá, más para acá, voy pensando en cosas más prácticas, a los que veo que más se acuerdan de las cosas les doy textos más específicos, a los que no los dejo más libres. Es una adaptación a la gente que nos vamos encontrando y que va también encontrándose con la película más que con un armado específico.

Encontrar la gente, ver quiénes son, cómo son, sus tiempos, sus cosas es lo que termina modelando la película, quiénes participan más o menos, qué tipo de personaje terminamos viendo y sus personalidades. Sí les doy frases ficcionales que no son ellos mismos, no todo viene de ellos, pero la manera de hablar, de vestir, de moverse todo es de ellos, y nunca hago una observación sobre eso, sólo que traten de estar relajados. El diálogo es lo que trae la ficción a estos personajes.

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BA: Cuando hablas de encontrar, una de las cosas más llamativas de la película es la cámara 360º que utilizaste, que genera algunos hallazgos visuales muy interesantes, verdaderas sorpresas estéticas, aún cuando no se presenta en dicho formato. ¿Qué te motivó a usar este tipo de cámara?

TW: Tengo una relación con las cámaras y lo técnico en la que me gusta probar diferentes cosas, desde un primer lugar muy inocente. Después trabajo un montón y experimento con ellas, me gusta usar película y cosas nuevas, no siempre es ver qué es la última tecnología, sino el pensar cómo usarla.

Esto empezó con un corto que hice antes de esta película, se llama Parsi (2019), que filmamos en Guinea Bissau con un poeta argentino, Mariano Blatt, y, buscando cámaras para este corto, encontré que existían las cámaras 360º. Fue en el 2017 y encontré una cámara chiquita, que era en principio lo que necesitaba para filmar en la calle, que fuera fácil, que la gente no mirara demasiado. Ya había usado una GoPro en Vietnam, pero cuando encontré la cámara lo que me interesó fue que en el corto anterior, en una escena tuve las ganas de darle la cámara a los actores, pero esto se me ocurrió a la mitad de la escena, entonces no lo pude hacer. Además, la cámara tenía unos globos atados.

Me quedé pensando si al dársela, un actor tiene que estar mirando la cámara y atento a lo que hace con ella, si eso te convierte en un camarógrafo. Con esta cámara que no encuadra como una normal, podés llevarla de una manera más relajada y no tener que estar viendo el encuadre exacto. Así probé llevar esta cámara para Parsi y se la daba a los actores, se iban a filmar y volvían. Después había que pensar en cómo llevar la cámara, pero lo que me parecía más interesante, y lo descubrí en la postproducción, era que el encuadre –porque sabía que sería para cine, no realidad virtual– tenía que ser rectangular para mostrarlo en una pantalla.

Al hacer el encuadre se me ocurrió mirar las imágenes con el visor 360º de realidad virtual y grabar mi movimiento. El encuadre que vemos en el corto y en la película está hecho por mi cuerpo y mi cabeza mirando esas imágenes, grabo los movimientos que hago, lo que decido mirar al ver las imágenes y eso es lo que vemos en la película.

Cuando hice esto me di cuenta que era una manera muy diferente de encuadrar la película, primero porque en vez de pensar el encuadre durante el rodaje, lo pensaba después, la mente está en otro estado totalmente diferente, en la filmación estás organizando un sinfín de cosas, hay mucha gente frente tuyo, no sé, es otro estado mental. Los dos son interesantes, pero ahora estaba en un cuarto solo, toda la atención de mi cuerpo y mente está en ver las imágenes y pensar cómo encuadrarlas. Es muy diferente.

Después está un poquito la fantasía y la diferencia de encuadrar con tu mirada, con tu cabeza es muy diferente a encuadrar con las manos, porque no me interesaba tanto compartir el proceso de encuadre, sino la diferencia: qué tipo de encuadres vamos a ver, qué imágenes aparecen con alguien encuadrando así. En el corto me pareció interesante y me dieron ganas de hacerlo en un largo un poco más narrativo, por ahí es una narrativa no clásica, aunque el corto es un poema menos narrativo. Me di cuenta cómo observaba cosas diferentes cuando lo miraba en realidad virtual.

Otra cosita que me gustó de esto fue que monté las dos horas de película en la computadora y las vi seguidas en la realidad virtual, entonces el movimiento de la película es progresivo a partir de ir mirando todo, el encuadre de cualquier escena viene de cómo encuadré las otras, entendí que no las hice por separado

También usando la cámara y la app aprendí muchas cosas del rodaje. Como todas las cámaras, las elijo por una razón, pero cuando las uso voy aprendiendo qué se puede hacer, qué no se puede hacer, lo interesante no es sólo lo que dan las cámaras como resultado –la textura, lo más directo– sino lo que dan como objetos en el espacio y cómo influyen en los cuerpos de las personas que vemos y los que hacemos la película detrás de cámara. No es lo mismo una cámara gigante que hace ruido frente a actores no profesionales, que tener una cámara super chiquita que para la mayoría de la gente es normal hoy día.

Esas cosas que las cámaras dan o no dan terminan afectando a la película de un montón de maneras más allá de la imagen. Muchas cosas que parecen errores por ahí, me parecían imágenes atractivas a simple vista. Eso me gusta mucho de las imágenes o las situaciones, que en un momento te atrapen sin pensar, porque si algo te atrapa la mirada o el oído, eso habla un poco de otras cosas, esas caras deformadas que vemos, desde ahí también se va construyendo parte de la historia.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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