Black Canvas | The Lobby: Y usted, ¿conversa sobre la muerte?

El vestíbulo de un edificio es un lugar de transición, su intención no es la de permanecer sino la de funcionar como espacio de espera, un puente entre el exterior y el interior donde nadie se detiene más que un breve tiempo. Estacionarse contraviene sus principios, sin embargo, de vez en cuando nos obliga a parar, a observar los rostros de aquellos con un destino similar al nuestro. Las miradas se tensan sin saber quién romperá el silencio, quién será el primero en entablar un diálogo inesperado que avanzará con poco control de nuestra parte, dictado por el azar.

The Lobby (2020), de Heinz Emigholz, funciona a primera impresión bajo esa lógica. El cineasta alemán nos “encierra” en varios lobbies a lo largo y ancho de la ciudad de Buenos Aires con un “viejo hombre blanco” (John Erdman), quien, sin reparar en nuestros deseos o anhelos cinematográficos, inicia un diálogo imposible de increpar sobre la vida, la muerte y la desmedida preocupación gastada en ambas.

El reto aparenta ser de resistencia, después de todo muchos han pasado por esa situación: una persona de edad mayor decide expresar sus ideas no para dialogar, más bien buscando sentenciar y remarcar en lo posible el olvido en que han caído las costumbres de su mundo. El mismo “viejo hombre blanco” lo deja claro en más de una ocasión, deberíamos estar huyendo de la sala, espantados ante la posibilidad de escucharlo hablar durante poco más de una hora sobre su próxima muerte. Si el juego se profundiza es gracias a las sutiles provocaciones y cuestiones que Emigholz y Erdman ponen sobre la mesa, suficientes para cautivar las pupilas.

Siguiendo una propuesta similar a la presentada en Streetscapes [DIALOGUE] (2017), en la que Emigholz y Erdman interpretaban a un cineasta y su compañero de charla mientras discutían sobre la creación artística, la vida y una película (que no es sino la que vemos), The Lobby nos forza a tomar un lugar en esta conversación existencial que nos lleva a cuestionar nuestro papel como espectadores o la inutilidad de preocuparse respecto a la muerte, ya que ambas están más allá de nuestro control. La muerte llega cuando tenga que hacerlo, como el cine existe aun cuando no cumpla con nuestras preconcepciones sobre lo que debe ser.

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En los documentales de aliento arquitectónico y estructuralista firmados por Emigholz –como Sullivans Banken (2000) o Maillarts Brücken (2001)– la mirada se detiene a la manera de Wavelength (Michael Snow, 1967), es forzada a observar y encontrar los detalles, absorber lo que de otra forma escaparía de nuestro fugaz cotidiano. The Lobby funciona con un mecanismo similar, pero en lugar de enfrentarnos al paisaje y su estática belleza, somos increpados por un “viejo hombre blanco” (aunque la arquitectura de cada vestíbulo no queda olvidada y es usada para dotar de ritmo a las imágenes) que nos lleva a juzgarnos a nosotros mismos.

De esta manera la confrontación se vuelve una obligación de pensamiento: ¿qué significará mi muerte? ¿cómo y quién me recordará? La respuesta del personaje de Erdman es contundente por su sencillez, no tenemos el veredicto porque la propia muerte nos impedirá conocerlo. La muerte es el último igualador social y siendo ese el caso, sólo un obsesivo al borde de una neurosis podría preocuparse por ello, que los vivos se ocupen del mundo que habitan casi por inercia cuando sea su turno.

Las mismas expectativas a las que sometemos nuestros días se ponen sobre el cine, una expresión artística relativamente joven viviendo continuamente bajo el yugo de lo que debe ser y no de las posibilidades. Emigholz nos pregunta a través de su protagonista qué esperamos de la ficción, por qué nos dejamos engañar por ella y todavía nos asomamos al espejo detrás de John Erdman esperando encontrar nuestro reflejo, de la misma manera en que asistimos a una proyección con la esperanza de ver reflejada nuestra exacta figura.

El interior de cada encuadre, parece proponer Emigholz, vive en un permanente presente aun cuando sean pasado, posibilitando que su contexto cambie continuamente. Quizá en una butaca alguien vea un emocionante thriller de pensamiento, consumido por saber dónde terminará el discurso del “viejo hombre blanco”; otros tal vez vean una negra comedia sobre la existencia o una elegante prestidigitación fílmica. Mañana otra lectura podría surgir de sus fotogramas.

¿Dónde están los límites de lo cinematográfico? The Lobby no pretende responder esa pregunta, pero la invitación a descubrirlos está al otro lado del vestíbulo.

Por Rafael Paz (@pazespa)
Publicado originalmente en la Gaceta Black Canvas FCC 2021.

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