59 Muestra | ‘Las elegidas’: Condenadas al placer

Las mujeres parecen estar condenadas a ostentar una posición que les impone sumisión y debilidad como virtudes en el imaginario masculino desde tiempos ancestrales, siendo desde entonces una de las mercancías, primero pública y después clandestina, más codiciadas. Más allá de las cuestiones pertinentes al género, existen cuestiones relacionadas a los derechos humanos y el aniquilamiento de la libertad en la trata de personas, tema que ocupa un lugar primordial en las agendas de centenares de instituciones y que en el cine ha tenido una exposición nutrida pero de carácter meramente expositivo y de nula visión artística o autoral. 

El cineasta mexicano egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), David Pablos, toma el tema de la trata de personas en su segundo filme Las elegidas, estrenado en Un certain regard en Cannes, alejándolo elegantemente de la mera exposición creando un devastador fresco visual y aural que da a la denuncia un tono poéticamente sombrío y por ende, una innegable contundencia. El filme nos presenta la historia de Sofía (bella debutante Nancy Talamares), una jovencita que se enamora de Ulises (Óscar Torres), el más joven miembro de un clan dedicado a la prostitución cuya primera víctima resulta ser Sofía, pero al enamorarse de ella, Ulises queda conflictuado entre lo que siente y lo que se le impone.

Pablos muestra una evolución radical y un agudo refinamiento en su lenguaje y códigos cinematográficos respecto de su logrado debut La vida después (2013), resolviendo de manera inteligente cuestiones sórdidas como la representación del sexo a cuadro, utilizando hábiles juegos formales para retratar la fragmentación de los cuerpos y la composición de sórdidamente bellos cuadros sumidos en claroscuros que remiten a los cuerpos del fotógrafo francés Antoine d’Agata en el documental Atlas, también sobre la prostitución en el mundo.

Aunado a su lenguaje formal, las dinámicas familiares y las relaciones interpersonales siguen siendo eje conductor en el cine de Pablos, desde el candor entre Sofía y Ulises, la ambiguamente entrañable complicidad entre Ulises y su hermano mayor hasta desembocar en el cordial horror de la escenificación familiar para la víctima, quien se ve atraída por la promesa de amor y estabilidad para finalmente quedar cautiva en las redes de hombres, condenados no a elegir su placer, sino a confinar la libertad ajena.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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