La Crónica Francesa: El tiraje infinito

El rechazo que inspira el trabajo de Wes Anderson debe ser tomado con la misma suspicacia con la que se toma la adoración acrítica que sus películas despiertan entre amplios sectores del público. Más allá de lo evidente en The French Dispatch, empezando por el alto grado de barroquismo alcanzado por el propio cineasta, está el hecho de que Anderson ejerce una libertad estilística basada en una acumulación infinita: actores, anécdotas, palabras, personajes y situaciones que se organizan bajo sencillos pero estrictos principios de simetría y sincronía.

El diseño no solamente prima en la imagen, sino también en el texto. Si la película toma la estructura de una revista, ésta misma procura que el texto conlleve la misma riqueza, incluso una más generosa, de sus muchas ilustraciones. Por momentos el espectador debe elegir entre escuchar/leer el texto o apreciar cada detalle. Tal cualidad no hace de La Crónica Francesa (The French Dispatch, 2021) una película compleja o “difícil”, al contrario, el proyecto tiene simpleza tal que permite a Anderson acumular tanto pueda poner en pantalla. Si no existe la noción de profundidad en el cuadro, es mucho menos probable encontrarla en lo que habita.

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Como suele pasar con los trabajos recientes de Anderson, su principal mérito es plástico antes que fílmico, esto no resta necesariamente valor, pero sí la coloca en una categoría distintiva. ¿Existen elementos que pudiéramos llamar “cinematográficos” en una minuciosa ilustración animada? El cineasta tejano parece haber llegado a tal punto de artificio que el cine ha desaparecido de su trabajo hasta abstraerse a otros terrenos artísticos, principalmente la fotografía y la arquitectura. Eso podría ser problemático si The French Dispatch no se situara en un momento histórico específico y si no tomara un objeto tan anacrónico como una revista impresa como su eje articulador.

Sería fácil decir que el trabajo de Wes Anderson y su equipo de producción es producto de un capricho fetichista o nostálgico, pero La Crónica Francesa busca una nueva ruta a través de viejos métodos, en un ánimo similar al del personaje interpretado por Benicio del Toro, un silente y rudo reo cuyo trabajo de expresionismo abstracto se convierte en la obsesión de un excéntrico coleccionista y mecenas artístico (Adrien Brody), por mucho el mejor episodio (o “pieza”) de esta… revista.

No hay virtuosismo ni genialidad, sino un refinado oficio. No es tanto la obra de un artista como de la de un talentoso diseñador, utilitario y pret a habiter, “listos para habitar” o quizá más bien solo para “admirar”, como los interiores de una elegante y distante revista que para ser apreciada en toda su riqueza demanda la pantalla cinematográfica, la cual funciona como el papel más caro de impresión y cuyo tiraje es infinito al tiempo que resulta una flamante edición limitada.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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