Croissants desde Cannes 2023 – Día 5

La noticia que sacudió a la prensa en el Festival Internacional de Cine de Cannes durante sus últimos días fue la publicación de una carta del cineasta español Victor Erice sobre la forma en que se decidió, aparentemente de forma arbitraria y predatoria, el destino de su primera película en treinta años: Cerrar los ojos. La carta da cuenta de otras invitaciones que Erice recibió para la película, incluyendo abrir la Quincena de los Realizadores de este año, pero que debido al estilo poco transparente y discrecional de Thierry Fremaux, director artístico de Cannes, quedó colocada en la sección Cannes Premieres, cuya creación es reciente y más bien es un espacio en el que Fremaux programa trabajos de cineastas consagrados “evitándoles” presentar proyectos en otros festivales y, al mismo tiempo, clamando “propiedad” sobre las mismas al estamparles el sello del festival. La noticia llegó a oídos de Erice hasta el día de la conferencia de prensa oficial.

Lo cierto es que la poca transparencia en los criterios de programación no es novedad en caso de que los señalamientos de Erice resulten ciertos, pero realmente, a final de cuentas, eso importa poco cuando las películas son tan grandes que no hace ninguna diferencia el lugar en el que se presentan primero. Para cada espectador, la película nace en un lugar distinto.

Cerrar los ojos
Dir. Victor Erice
Cannes Premieres

Es triste que la belleza se vuelva rutinaria. Esta línea, dicha por el personaje de Ana Torrent a propósito de su trabajo como guía en el Museo del Prado, resuena como un audible pero tenue eco durante toda la duración de Cerrar los ojos, largometraje con el que el legendario cineasta español Victor Erice regresa al cine después de una ausencia de más de treinta años. Con ánimo decididamente melancólico, Erice, como en los filmes presentados por Scorsese y Moretti también este año en Cannes, construye una obra que es capaz de enfrentarse a cualquier inclemencia pero que despide un temor despavorido al olvido.

Un célebre actor español llamado Julio Arenas (José Coronado), desaparece durante el rodaje de una película. Aunque nunca se llega a encontrar su cadáver, la policía concluye que ha sufrido un accidente al borde del mar. Muchos años después, esta suerte de misterio vuelve a la actualidad a raíz de un programa de televisión que pretende evocar la figura del actor, ofreciendo como primicia imágenes de las últimas escenas en que participó, rodadas por el que fue su íntimo amigo, el director Miguel Garay (Manolo Solo).

Cerrar los ojos se estructura a partir de las dos escenas que se filman de La mirada del adiós, la película dentro de la película, que resultan ser el inicio y el final. El resto del metraje –que nunca se filmó– se desarrolla en el plano de la “vida real”, ahí donde para Erice se crean las verdaderas obras maestras, por ello es importante la cadencia de los eventos que acontecen. El cineasta español prescinde de toda premura, así como de cualquier dispositivo de elipsis temporal para dar cuenta del largo proceso de búsqueda llevado a cabo por el cineasta Miguel Garay, protagonista de la película. Es importante sentir el tiempo, y no es que “no pase nada”, sino que más bien Erice nos hace conscientes de que envejecemos a medida que el relato avanza y con generosa sabiduría nos comparte un consejo para envejecer serenamente: no tener temor ni esperanza.

A diferencia del resto de la filmografía de Erice, Cerrar los ojos tiene un estilo visual más bien sobrio, con un sentido estético que evade todo preciosismo. Es un cine que no está buscando deliberadamente belleza porque dicha cualidad le es intrínseca o, como se dice en la película, un cine de carácter germánico y maduro, haciendo alusión por supuesto al cine de F.W. Murnau, entre otros de sus contemporáneos. Erice alude de maneras sútil a sus otras obras y la referencia más clara es la presencia de Ana Torrent, con quien Erice filmó El espíritu de la colmena (1973) cincuenta años atrás y cuyo rostro, aún candoroso y dulce, guarda una idea poderosa sobre el cine como inventor de su propia arqueología.

Si el tiempo es tan importante para Erice es quizá porque éste se le acaba y con él, una idea de cine que necesita recuperar la capacidad de conmover y, nuevamente citando a la película, despertar el alma. La peculiar dulzura de Cerrar los ojos nace paradójicamente de su amargura, de su miedo al olvido y por ello convierte al cine en un mecanismo de recuerdo que no es más importante que la vida misma, pero que si funge como su caligrafía más fiel, una que se lee con los ojos cerrados.

Asteroid City
Dir. Wes Anderson
Competencia Oficial

Hay una serie de reclamos y objeciones legítimas contra el cine de Wes Anderson que se han intensificado los últimos años, a medida que su “estilo” se ha convertido en un dispositivo lúdico que muchas personas en redes sociales usan como una especie de filtro para ver tanto el mundo real como otros trabajos de ficción. Eso, más que hablar de la influencia de Anderson, acusa fatiga, su devoramiento por parte de la realidad, al punto que ya es indistinguible su obra de sus réplicas, sin embargo, a pesar de que se podría condenar fácilmente a una película como Asteroid City de todo lo que ya pueden adelantar –quejas sobre el estilo, sobre la artificialidad, sobre el tono, etcétera– existe un asomo de riesgo que es apenas distinguible y a la que el cineasta tejano parece también acercarse con timidez.

La mercadotecnia de la película nos hace creer que estamos ante una obra “rutinaria” de Wes Anderson, pero como en The French Dispatch (2021), hay un trabajo que a nivel narrativo busca equiparar la cualidad plástica, es decir: ser tan minucioso, entramado y diseñado como la producción misma. Asteroid City es una ambiciosa puesta en abismo de una obra teatral llamada Asteroid City, cuya austeridad visual contrasta con el desbordamiento de The French Dispatch, aunque busca compensarlo con saturados diálogos e intrincados mecanismos narrativos encimados uno sobre el otro.

Si bien el experimento no es efectivo y se percibe torpe, seco y aún más rígido de lo usual, existe un dejo de genuina sensibilidad dentro de todo el artificio, que es más bien, una tristeza infinita, bellamente delineada en el personaje de Scarlett Johansson y en la estupenda escena protagonizada por Margot Robbie. A pesar de los años, el éxito y la enorme popularidad, Anderson sigue siendo un hombre cercano a la tristeza, cualidad que a pesar del esteticismo, las manías y las crecientes deficiencias, sigue dándole valor.

Rapito
Dir. Marco Bellocchio
Competencia Oficial

El gran cineasta italiano Marco Bellocchio se ha movido en la última etapa de su carrera con gracia y agilidad entre distintos géneros, demostrando una consumada habilidad como narrador, aún si su apasionamiento por el medio hace de la estridencia una percibida deficiencia. Nada más falso. Los arrebatos formales de Bellocchio le dieron una cualidad distintiva a obras que pudieron haberse perdido fácilmente en la ignominia, como Fa bei sogni (2016), Il traditore (2018) o su serie televisiva Aesterno Notte (2022), que se extienden con total contundencia a su más reciente largometraje Rapito, el cual según varios pronósticos podría finalmente hacer de Bellocchio, quien nunca ha ganado un premio en Cannes, el receptor de una mención.

Rapito cuenta la historia de un niño judío, Edgardo Mortara (Enea Sala), que en 1858, a la edad de siete años, es tomado por los Estados Pontificios y apartado de su familia para ser criado como un católico. El bebé había sido bautizado en secreto cuando solo tenía seis meses y, de acuerdo con las estrictas reglas de la ley papal, el sacramento recibido por el recién nacido requiere que tenga una educación católica. Trasladado de Bolonia a Roma, el niño será criado bajo la custodia del Papa Pío IX (un perturbador Paolo Pierobon). A pesar de las súplicas desesperadas de su familia por recuperarlo, el pontífice se opone y Edgardo crece en la fe católica. La batalla de los esposos Mortara (Barbara Ronchi y Fausto Russo Alesi) recibe una importante respuesta en la comunidad judía y pronto adquiere una dimensión política.

Las filiaciones políticas de Bellocchio le dan forma a los brutos ataques a la inflexibilidad y rigidez de la institución católica, que a pesar de recibir varios ataques, es en apariencia invencible. El cineasta italiano hace uso de un dramatismo fortissimo a través de un score reminiscente de los trabajos más tensos del compositor Bernard Hermann y un montaje trepidante, aún a pesar de un chato trabajo de CGI.

A diferencia de otros cineastas de su edad, de un ritmo y tono más melancólico y sereno, Bellocchio se aferra a un vigor fílmico que ciertamente le resta precisión a su trabajo como cineasta pero cuya audacia, brío e innegable experiencia ofrece recompensas enormes. Rapito es la obra de un cineasta que aparentemente nunca se cansará de filmar y eso siempre merece celebrarse.

Arkhé
Dir. Armando Navarro
Semana de la Crítica

Antes de que internet se encargara de hacer accesibles materiales de eventos que en distintos momentos habían sacudido, literalmente, el mundo, la televisión y específicamente los noticieros eran los únicos medios a través de los cuales podíamos revisitar imágenes que habitaban nuestra memoria, pero que nunca conservaban la fidelidad del registro audiovisual. El documentalista mexicano Armando Navarro, como incisivo topo/rescatista, se sumerge en los archivos de imagen de Noticieros Televisa –emporio mediático que aún resguarda celosa e indiferentemente años de memoria colectiva audiovisual– para rescatar imágenes de archivo que nunca se habían visto del sismo del 19 de septiembre de 1985 para edificar desde las ruinas audiovisuales su cortometraje Arkhé, seleccionado en la Semana de la Crítica y que junto con Perdidos en la noche (2023), de Amat Escalante, y El esqueleto de la Señora Morales, de Rogelio González, conforman la delegación mexicana seleccionada en Cannes este año.

La memoria siempre nos regresa algo distinto, dice una voz en off femenina en el cortometraje de Navarro, pero los caprichos de la memoria inevitablemente ceden a la veracidad del registro. Navarro titula su trabajo partiendo de la etimología: Arkhé, vocablo que se refiere al origen y une las palabras “origen” y “archivo”. Como cualquier tradición funeraria, el ver los noticieros cada 19 de septiembre representaba una actividad que guardaba un grado de morbidez. Para muchos aún resuena en la memoria el está temblando un poquitito de la periodista Lourdes Guerrero, seguido de imágenes de escombros y polvo en distintos puntos de la ciudad, Jacobo Zabludovsky reconfortando a un hombre mientras reportea por la ciudad (imágenes que son recuperadas por Navarro) así como material del en ese entonces presidente Miguel de la Madrid, indolente y pasivo ante el dolor de las mujeres que se le acercan a pedir ayuda.

Daré instrucciones… dice el funcionario en su entrevista para televisión, afirmando que el sismo llegó para “agudizar la crisis económica” ya vivida por millones de mexicanos. Al mismo tiempo que Arkhe sacia la curiosidad respecto al material descubierto sobre el sismo de 1985, despierta un hambre de más recuerdos, un deseo de seguir escombrando sin tener claro qué es lo que se está buscando. Quizá simplemente el compromiso de no olvidar a aquellos que se fueron ese día y no perder a otros en circunstancias similares.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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