Los estrenos internacionales del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) ahora se trasladan a una pizarra en la que cineastas griegos, franceses y finlandeses usan su mejor tiza para trazar con precisión figuras que hablan sobre la perversión en la noción de familia, los peligros del amour fou y los ángulos ocultos de la xenofobia europea.
- El sacrificio de un siervo sagrado: el teorema según Kubrick
Fresco del abrumador éxito conseguido por su distópica La langosta (2015), el cineasta griego Yorgos Lanthimos adapta una pieza de Eurípides a tiempos contemporáneos, presentando la historia de un cirujano (Colin Farrell) que ayuda a un perturbado joven (Barry Keoghan), quien lentamente invade y altera su apacible vida familiar.
Los pasillos y los espacios en la película son tan amplios que los ecos de El resplandor (1980), de Kubrick, junto a los susurros de Teorema (1968), el de Pasolini, son perfectamente audibles a lo largo de la película. Lanthimos logra crear atmosferas aún mas ominosamente densas que en su hermética y asfixiante Canino (2009), pero la película, aún con sus destellos de humor negro, aderezados de sobria espectacularidad formal, es insustancial hacia el atropellado y errático tercer acto.
Keoghan y Farrell logran una dinámica actoral extraordinaria que va de la empatía paternal al más cruel odio, pasando por ambigua tensión homoerótica y genuino terror, pero Lanthimos se aparta de esta intimidad para forzar e imponer un tono dramático que rompe el misterio. Como si matar al siervo lo hiciera sagrado.
- L’amant d’un jour: el triángulo de Electra
Con una copiosa filmografía en su haber, el prolífico cineasta francés Phillipe Garrel presenta L’amant d’un jour, en la que una joven (Ester Garrel) llega a casa de su padre (Eric Caravaca) devastada por el abandono de su pareja, encontrando consuelo en el apoyo ofrecido por la pareja de su padre (Louise Chevillotte), que tiene la misma edad que ella.
Garrel se ha caracterizado, particularmente en la última etapa de su filmografía, en explorar intrincadas geometrías de deseo (Un été brûlant, 2011) así como la enfermedad del amor y las relaciones de pareja desde una perspectiva casi clínica de fuerte tufo freudiano (La jealousie, 2013; La frontiere del’aube, 2008), tradición a la que su bella y modesta L’ amant d´un jour se une sin ser necesariamente una película menor.
El triangulo conformado por Garrel-Caravaca-Chevillote le da estructura a la película y resulta fascinante la sutil pero demoledora manera en la que el cineasta construye y destruye ese triángulo no de un neurótico Edipo, sino de una Electra que navega peligrosamente entre la locura y la pasión. Garrel plantea que los amantes de un día tienen el poder necesario para destruir una relación de años.
- The Other Side of Hope: el ángulo humanista
La más reciente película del celebrado cineasta finlandés Aki Kaurismaki es el cierre de una trilogía sobra la inmigración en Europa, cuyo capítulo anterior fue Le Havre (2011) y que en esta ocasión presenta a un hombre, que después de ganar una jugosa cantidad en una partida de póquer, adquiere un restaurant en el que alberga a un grupo de refugiados sirios.
Como antídoto al cinismo y a la tóxica ola de nacionalismo que recorre las metrópolis europeas, Kaurismäki crea un bálsamo fílmico que es fácilmente identificable y fiel a su estilo: personajes solitarios, cromos de color por igual deslavados y saturados en su cuadro, viejas pistas musicales y generosas dosis de humor y calidez que remiten a genios como Tati, Rohmer y desde luego, Ozu (particularmente Ohayo!, 1959).
La película antepone una visión, a la vez profunda y simple de un problema terriblemente complejo. Kaurismaki no se empeña en proponer una solución sino en simplemente defender la condición humana con toda la optimista melancolía que ha permeado su cine, melancolía por la desaparición de lo humano, que se desvanece hasta desaparecer, pero el cineasta finlandés entiende que la esperanza no se agota, simplemente va migrando.
Por JJ Negrete (@jjnegretec)