El cine nos exige en muchas ocasiones olvidarnos de la lógica. Nos invita a relajar el cerebro y dejarnos llevar. No, ese mono gigante no es real y sin embargo su caída del Empire State nos conmueve. Dumbo es un dibujo animado, luz en una pantalla nada más, y la tragedia de verlo separado de su madre puede hacer llorar al corazón más duro. Los perros no hablan y un can nos da lecciones filosóficas sobre la inutilidad del lenguaje. Así que cuando Vin Diesel toma un automóvil de 30 millones de dólares y lo hace volar a través de tres rascacielos, no solo nos pide creer en él, sino que, como el paralítico bíblico, nos levantemos y andemos a su lado.
La “familia” de Dom (Diesel) se encuentra de vuelta en casa con la esperanza de llegar a una vida tranquila después de haber ayudado al gobierno a atrapar un peligroso criminal internacional y destruir medio Londres en el camino. No obstante, un fantasma los tiene en la mira y no descansará hasta cazarlos a todos. Ah, sí, también deberán recobrar un peligroso aparato de espionaje, descubrir qué pasa con la amnesia de Letty (Michelle Rodriguez) y ver si Brian (Paul Walker) consigue cambiar correctamente un pañal. Todas esas historias, y un par más, conforman el guión de Rápidos y furiosos 7 (Furious 7, 2015).
Es curioso comprobar cómo con cada nueva entrega de la franquicia —¿universo?— ésta se acerca más y más al cine fantástico. Claro, hay otros géneros involucrados pero ninguno juega de manera tan prominente como la fantasía. Antes teníamos caballeros, castillos, dragones y princesas para ser rescatadas; hoy tenemos a un grupo de hombres desafiando cualquier plan del destino y resolviéndolo aventando autos a la ecuación. Por eso el éxito no debería extrañarnos: el producto apunta a nuestras emociones más básicas y nunca intenta salirse del plan.
Esa es la razón por la que estos machos motorizados continuamente apuntan a sus sentimientos como razón de ser. Por momentos, los diálogos parecen sacados de una novela de Nicholas Spark. Chris Morgan, guionista de la película, combina el melodrama y la acción por partes iguales; sabe que la serie dejó de ser solamente sobre coches veloces o chicas en bikini bailando música electrónica, aunque hay suficiente de ambos para dejarlos satisfechos.
De igual manera, James Wan (La noche del demonio, El conjuro) busca dejar claro que su carrera como director no se limita al género del terror o el suspenso, citando a maestros del cine de acción. En la cámara de Wan conviven Steven Spielberg (Parque Jurásico: El mundo perdido), Michael Bay (Bad Boys) y James Cameron (Terminator 2). El realizador sabe que cualquier secuencia de acción necesita un poco de fantasía y aquí el coctel está saturado.
La diversión es vacua sí, pero inofensiva. Como jugar a los carritos en el patio, mientras sueñas con que la niña más guapa de la cuadra te va a dar un beso. Todo es irreal. Lo sabes, y aún así lo disfrutas. La lógica y las leyes de la física pueden irse al carajo.
Por Rafael Paz (@pazespa)