Manoel de Oliveira: La antigua novedad

“El único momento eterno es el presente”
De Oliveira

La longevidad no debería estar únicamente definida por la cantidad de tiempo transcurrido dentro de un cuerpo, sino por el peso y la influencia de un legado labrado durante ese tiempo, independientemente de que tal legado sea recibido por una sola persona o varias a través de aquello que se buscó enseñar. El cineasta portugués Manoel de Oliveira ha sido finalmente alcanzado, después de breves 106 años, por el ineludible final de la vida corporal, para hacer oficial su irrefutable trascendencia artística, a través de la cual nos enseñó la nobleza del cine y cómo éste es un arte que se nutre, esencialmente, de la tradición literaria y teatral y que incorpora sutilmente y con disciplinada elegancia todos los elementos de un lenguaje propiamente cinematográfico.

Más allá del hecho de que estábamos ante un hombre que continuaba filmando con más de 100 años encima, lo que resulta realmente sorprendente es el perpetuo sentido de vanguardia que acompañó a De Oliveira desde sus primeros filmes hasta su trabajo final, O velho do restelo (2014), un cortometraje que juntaba en el jardín de la eternidad a Luis Vaz de Camoes, Camilo Castelo Branco, Teixeira de Pascoaes y Miguel de Cervantes en ameno encuentro. Afortunadamente, el maestro portugués llegó sano y salvo a tal encuentro en el momento más largo: el presente.

Aprovechando que, sin duda, una revisión completa de su obra está, ahora más que nunca, a la orden, como sucedió con el chileno Raúl Ruiz y con el griego Theos Angelopoulos, les ofrecemos algunas coordenadas para orientarse dentro de la filmografía del, por siempre, cineasta más longevo de la historia:

  • Aniki Bobó (1942)

Uno de los primeros trabajos de De Oliveira que obtuvo reconocimiento internacional fue este dulce y estrictamente académico filme, con evidente influjo documental, que presenta y sigue a una banda de niños en las calles de Oporto, ciudad natal del cineasta portugués. Aniki Bobó cuenta con una claridad narrativa y una pulcritud formal que evidenciaba el completo entendimiento que De Oliveira tenía de los recursos propios del, en aquel entonces, más joven arte cinematográfico, tan inocente y ávido de exploración y aventura, desde una mirada objetiva y transparente que habría de encontrar una voz autoral definida más adelante.

  • Acto da primavera (1963)

Tras una fecunda carrera como documentalista, en la que documentó desde el proceso creativo de su hermano, el pintor Julio De Oliveira, hasta la producción, circulación y consumo de pan en Portugal, De Oliveira comenzaba un acercamiento, a través del ojo documental, a los terrenos del folklore y la rica tradición literaria en Portugal en el documental Acto da primavera, en el que los habitantes del pequeño poblado de Curalha mantienen la tradición de representar, religiosamente, la Pasión de Jesús de acuerdo con el texto del siglo XVI, así como presenta al escritor Francisco Vaz de Guimaraes y detalles de la filmación misma. Estableciendo un diálogo con tradiciones pasadas, culturales y literarias, De Oliveira representa a los pueblerinos con precisión pictórica, al tiempo que vincula la violencia del ritual de la Pasión con la caótica violencia vivida a inicios de los años 60 en el mundo. Radical y conservadora a la vez, De Oliveira iniciaba un trayecto de experimentación fecunda.

  • Francisca (1981)

Siendo un hombre apasionado por la literatura, no es de esperar que De Oliveira, al igual que Raúl Ruiz, encontrara en adaptaciones literarias un vasto espacio para ser artesano y narrador del más alto orden. Partiendo de la tradición literaria española popular y de la francesa e inglesa, particularmente del gran Oscar Wilde, la escritora portuguesa Agustina Bessa-Luís le dio su novela Fanny Owen a De Oliveira para adaptarla y crear el trágico filme Francisca, en el que el joven José Augusto, hijo de un oficial inglés, se deja aprisionar por el amor a Fanny “Francisca” Owen, por el que rivaliza con el escritor Camilo Castelo Branco, otrora amigo, creando un afilado triángulo romántico que habrá de abrirse en fatídico y brusco movimiento. De Oliveira despliega un virtuosismo estético que lo mismo retoma de la pintura rococó o neoclásica, como de la cadencia de cineastas como Luchino Visconti (Senso, 1954), a la mitad de su carrera, el maestro portugués ya estaba consagrado.

  • Mon Cas (1986)

Después de alcanzar gran prestigio con envidiable clase, De Oliveira se decantó por alzar una voz radical y un tono formal que usaba la ruptura como un nuevo código fílmico. En Mon Cas, De Oliveira presenta cuatro versiones distintas de una misma historia que convocan desde el teatro de Beckett, pasando por el lenguaje del cine mudo y “fantasmas cartesianos” hasta una perspectiva bíblico/filosófica, el filme, protagonizado por el actor preferido del maestro portugués, Luis Miguel Cintra y la actriz francesa Bulle Ogier, rompe paredes dialécticas y cimbra las expectativas que se tienen sobre cómo debe presentarse un filme, y quizá nadie más elocuente para hacerlo que un hombre que casi nació al mismo tiempo que el medio en el que se desenvuelve, tal es el caso de De Oliveira.

  • O convento (1995)- Un filme falado (2003)

Tras revisitar nuevamente las posibilidades de filmes de estructura novelada como la multirreferencial locura de La Divina Comedia (1991) o la melancólica Vale Abraao (1993), De Oliveira fortificó una relación de trabajo con superestrellas del international arthouse como Catherine Deneuve y John Malkovich en el metafísico y sofisticado filme de suspenso literario O convento, en el que un profesor estadounidense llega con su esposa a un convento portugués para encontrar la documentación necesaria para probar su teoría de que Shakespeare realmente nació en España y no en Inglaterra. El filme, inteligente misterio sumido en una bella penumbra, fue cálidamente recibido por la crítica internacional y le permitió a De Oliveira trabajar con celebridades internacionales como el astro italiano Marcello Mastroiannio y el legendario Michel Piccoli. Probablemente el filme que alegoriza con inteligencia esta constante colaboración multinacional fue la brillante Un filme falado en la que una madre (Leonor Silveira) recorre el mediterráneo junto a su hija en un crucero internacional, que cuenta entre sus tripulantes a la francesa Deneuve, a la griega Irene Papas, a la italiana Stefania Sandrelli, al capitán estadounidense John Malkovich y el infaltable Luis Miguel Cintra, cada uno hablando sus respectivos idiomas entablando un intercambio léxico y cultural de radiante elocuencia. De Oliveira presenta una estructura paralela a la Torre de Babel que, según su visión, está destinada a hundirse catastróficamente.

  • O Gebo e a Sombra (2012)

Para su último largometraje, De Oliveira concentró, delicada y arbitrariamente, muchos elementos de su vasta filmografía para presentar una sobria adaptación de la obra del dramaturgo portugués Raúl Brandao, en la que un anciano y pobre patriarca, de inquebrantable dignidad, se sacrifica para proteger a su joven hijo, prófugo de la justicia. El elenco está encabezado por el gran actor francés Michael Lonsdale, las bellas Claudia Cardinale y Jeanne Moreau, y los actores fetiche del cineasta portugués, Luis Miguel Cintra y el joven Ricardo Trepa, que colaboró con De Oliveira en más de diez filmes. Una cinta ambivalente, tanto por su silencio fílmico como por su artificiosa teatralidad, De Oliveira nos presenta a una generación, pacíficamente oculta en sombras, dispuesta a encubrir las faltas de sus hijos, pensando que de esa manera el futuro está protegido, pero si el pasado recibe las culpas, el presente nunca será responsable de sí mismo.

Estamos, pues, ante un cuerpo artístico que durará, sin dificultad alguna, más de 106 años.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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