‘Operación monumento’: Postales bélicas

Los filmes sobre la segunda guerra mundial difícilmente encuentran nuevos enfoques que abordar en tiempos contemporáneos. Las temáticas recurrentes parecen haber evolucionado de un sensiblero patriotismo durante los años 60 hasta una cruda dureza durante el cine del “nuevo milenio”. Ya sea para mostrar una tímida y superficial reflexión sobre la futilidad de la guerra o para alcanzar sendas candidaturas en la entrega del pelón de oro, el cine de la Segunda Guerra parece haber alcanzado un grado caduco, ciertamente lejano para una novísima generación que vive aislada de los horrores de la guerra. Una cinta como Operación monumento (2014) parece ser el síntoma de la vacuidad que invade la noción y representación de la guerra, aunque su “ángulo” se jacte de ser novedoso.

Basado en la novela histórica The Monuments Men, sobre un grupo de académicos y conocedores que buscaron rescatar el legado artístico de la humanidad que yace en Europa de las garras de nuestro villano favorito, el Sr. Hitler, el quinto largometraje del capaz George Clooney (Confessions of a Dangerous Mind, 2002; Good Night and Good Luck, 2005) es quizá su peor momento detrás de la silla directorial, a pesar de tener un producto tan insulso con Leatherheads (2008) en su carrera como autor.

Sin importar tener en sus filas a talento del calibre de John Goodman, Bill Murray, Bob Balaban, Cate Blanchett, Jean Dujardin y… Matt Damon, Clooney sólo es capaz de darnos estoicos cromos políglotas cuyos diálogos tienen la sagacidad, inteligencia y brío de un proyecto escolar de secundaria para la clase de Historia. La interacción entre los histriones es terriblemente tiesa, incómoda y falsa. Quienes logran añadir algo cercano a un personaje dimensional son el actor Hugh Boneville (Downton Abbey) y Cate Blanchett fuera de las abrumadoras limitaciones de personajes de papel, hoscamente recortados y con outfits de pestaña intercambiable. Hasta Garfield representó un reto actoral más intenso para Bill Murray.

Aunado a esto, Clooney nunca es capaz de exponer de manera contundente la motivación que yace detrás de la operación más allá del grandstanding de discursos fofos, torpes y pésimamente musicalizados por el otrora capaz Alexandre Desplat (quien tiene un bonito cameo) basados en una simple línea “el arte es importante” que son tan contundentes como “el arte es padre”, “Hitler es un culey” o “Lo que hacen los nazis no esta chido”. Amén de contar con una estructura débil, una edición pesadísima y una fotografía aséptica y carente de personalidad.

Todo lo que sostiene a la película es un argumento fácil de comprender pero difícil de elaborar, Clooney y Heslov no se atreven a hablar sobre la importancia del arte para la cultura humana, no por falta de capacidad, sino por falta de voluntad. Operación monumento tiene la relevancia de una de esas viñetas “¿Sabias qué…?” que suelen aparecer en desechables libros de texto gratuitos de historia. La única visión crítico-histórica que Clooney y Heslov ofrecen sobre la corrosiva guerra y la noble preservación artística es que es papel de la política americana de conservar y repartir. A veces es preferible ver destruido a ver encarcelado.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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