‘La vida de Adèle’: El placer morfológico

Siempre hay una resonancia particular en filmes que buscan hablar sobre el elusivo y complejo tema de lo que entendemos como “amor”. Lo abstracto del concepto ha sido desmenuzado por infinidad de filósofos, poetas, escritores, científicos y desde luego, cineastas. Incluso el año pasado, el maestro austríaco Michael Haneke teorizaba al respecto en su muy celebrada Amour desde una mirada de cruel y dulce tranquilidad que se hizo de la prestigiosa Palma de Oro. Este año el honor fue concedido a un filme de naturaleza única, una bestia muy diferente a la de Haneke pero que de la misma manera captura abstracciones del aire con candorosa belleza. El tunecino Abdellatif Kechiche, que armó revuelo en Cannes con su vulgarmente majestuosa La Venus noire en el 2010, este año arrebató sentidos con el magistral e implosivo erotismo de La vida de Adèle (La vie d´Adèle: Chapitres 1 & 2, 2013).

El filme de Kechiche, inspirado en la novela gráfica de la francesa Julie Maroh, es como un expresivo mosaico de intensidad y fluidez de hipnótico contoneo que constantemente nos expone a una ergonomía sexual de altísimo orden. La historia es la de Adèle, una joven de 15 años, a la deriva en la búsqueda de satisfacción emocional que, después de experimentar con las convenciones, se enreda en un profundo y denso viaje de redescubrimiento sexual con Emma, una joven de vivaz cabellera azul. Este es el punto de partida para que Kechiche, haciendo uso de un gran número de referencias literarias y cinematográficas utilizadas de manera orgánica, entregue un filme novelado que no ha estado exento de una ruidosa controversia que empaña muy poco lo que se aprecia en pantalla.

Kechiche presenta una compleja cinta de carácter pluritonal, que se mueve de un reflejo a la Jacques Rivette (Paris Nous Appartient, 1961) de una juventud politizada y culta de naturaleza burguesa, pasando por los pasajes elegantemente sexualizados reminiscentes del cineasta italiano Bertolucci (The Last Tango in Paris, 1974) hasta la honesta ingenuidad y la libre expresión amorosa de un filme como You´re not Alone filme danés que refleja la relación afectiva entre dos niños en un internado. Kechiche se mueve incorporando todos estos elementos bajo una mirada atenta que evita emitir juicios sobre el comportamiento de sus personajes, permitiendo que la libertad permee en cada decisión creativa y en el movimiento del filme, cuyas casi tres horas de duración fluyen sin contratiempos. El punto de encuentro entre sus dos protagonistas, Adèle (Adèle Exarchopoulos) y Emma (Lea Seydoux), desencadena un poderoso alud que estremece y nos abre toda una gama sensorial poco explorada.

Utilizando como una de sus referencias clave la inacabada novela de Marivaux, escritor francés contemporáneo de Moliére, La vie de Marianne, Kechiche centra su atención en un personaje femenino de avasalladora fuerza y palpable candor, la debutante Adèle Exarchopoulos, quien deshace la pantalla con exquisita naturalidad y vitaliza el texto de Marivaux. Exarchopoulos no solo utiliza su expresivo rostro para traer a la realidad cada emoción experimentada en este erótico periplo, sino que mediante un atrevido juego capilar de desaliño erótico. Además de saliva y mucosa, explota toda su núbil sensualidad, haciendo que la conjunción de rostro, cabello y envidiable sex appeal lleguen a niveles insospechados de expresionismo fílmico que emulan la exótica presencia de Louise Brooks, diva del cine silente, la fuerza interpretativa, también de carácter capilar de una Gena Rowlands, el fuego natural de una Maria Schneider o del indeleble debut de una Sandrine Bonnaire.

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Pero es irrelevante la cantidad de pólvora si no hay mecha que la encienda. En una escena de la película, Adèle, explorando la tenue línea entre convicción y pasión, acompaña a un amigo suyo a un bar gay cuya estridencia techno la asusta y empuja a un cálido bar poblado por mujeres lesbianas. Ahí, Adèle, de labios carnosos y oralidad intensa, busca reencontrarse con el nuevo objeto de sus fantasías, la enigmática Emma, la de los pelitos azules y ojitos dormilones. En una radical transformación de lenguaje corporal, la bellísima Lea Seydoux canaliza la explosiva ambivalencia sexual de un joven Brando o Dean y el poise de un Deloin. Esta estudiante de artes gráficas, que exalta las virtudes plásticas de Schiele mientras acusa a Klimt de sentimentalista, es el antídoto perfecto a la voracidad letrada de Adèle y ambas habrán de encontrar refugio en un impresionista paisaje romántico de una banca iluminada a contraluz. El mágico balance entre el alma de las letras y la fuerza de la imagen.

Teniendo tal fuerza el trabajo directorial y el ensamble actoral, llegamos al punto de controversia, las escenas de alto contenido sexual, una polémica que por demás parece saciar un morbo puritano que solo es capaz de ver perversión en un acto salvaje de profunda conexión. Ciertamente las escenas de intensa actividad sexual en La vie d´Adèle hacen un ejercicio incomodo de voyerismo en público, en poco tiempo trascienden de la mera y vulgar representación preciosista y segura de filmes hollywoodenses, perforando con su abrasivo realismo, deshaciendo el mito de la pornografía gratuita. Quizás la óptica sea masculina, como acusan algunos, pero la entrega y pasión, no podrían ser más femeninas.

La cinta encuentra una sólida cohesión temática en el tema del destino y el llamado “sentido de predestinación”. Utilizando la óptica existencialista de Sartre, La vie d´Adèle niega todos los valores o principios existentes para inventar un nuevo código trágico en el que la tragedia, no en un sentido melodramático,  es eterna y donde la casualidad no existe. Este fatalismo romántico permea la visión de nuestras protagonistas y eventualmente sella su propio destino, uno de cambio predeterminado y perpetuo, que cuando se desea alterar, activa mecanismos regresivos infantiles. Nótese la devastadora escena en el café cerca del final, donde Adèle aferrada neuróticamente a Emma mete los dedos de ésta a su boca. Una demanda neuróticamente infantil que inspira una amarga ternura.

La vie d´Adèle gira alrededor de una dulce y dolorosa confusión, la del porvenir trágico, en el que Adèle va de la curiosidad y posterior explosión sexual a una regresiva implosión emocional. Más allá del amor, y antes que éste, está el candor de un beso, que no respeta convicciones de ningún tipo. Quien acepta su destino, es valiente, quien se aferra a cambiarlo, un cobarde. Adéle siempre habrá de tomar el camino de la valentía.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)
Ésta es una reedición de nuestra cobertura del FICM.

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