La película ensaya cuatro momentos de la historia política y sociocultural de Brasil. De 1566, 1825, 1968, hasta 2096. Abeguar es un indio Tupinambá, que para convertirse en guerrero debe matar a un jaguar. No puede hacerlo, pero Abeguar huye con Janaína al transformarse en pájaro. Abeguar ha sido elegido por dios para cambiar su forma y ser un visionario de su tribu. Esa historia tendrá eco en las demás narraciones de la película. Abeguar cambia de forma de acuerdo al tiempo histórico; al morir como hombre, se vuelve ave. En una continuidad que le da la oportunidad de padecer la época que ve nacer. Las transiciones son paralelas al recorrido de un ave por el aire.
Janaína tendrá vida en otras mujeres; Abeguar en otros hombres. A veces llegará 150 años tarde pero su enamoramiento está dirigido al encuentro de la pasión que siente por ella. Así, desde la llegada de los europeos, la guerra de portugueses y franceses, la fundación San Sebastián de Rio de Janeiro, hasta la dictadura militar, estos cuatro momentos son enmarcados en un personaje que vive en el año 2096, en un Brasil futurista, decadente, que se debate en una guerra por el agua. Sin llegar a profundizar demasiado en los eventos históricos, ni reconocer los matices de cada cápsula temporal, la línea argumental, como su título indica, dibuja una historia de los afectos y de la injusticia. La furia es la resistencia a la invasión en los espacios naturales por fuerzas extranjeras, y la potencia de la pasión y el amor, un motor que nunca se detiene.
La película de Bolognesi recuerda a O Menino e o Mundo (2014), película animada brasileña escrita y dirigida por Alê Abreu, que compitió en el Festival International du Film d’Animation d’Annecy, en Francia, y ganó. La película de Abreu triunfa en 2014 y Uma História de Amor e Fúria, un año antes, en 2013. Los reconocimientos dan a Brasil un lugar en la animación a nivel mundial. Ambos premios son parteros de más reconocimientos y de oportunidades para los animadores brasileños. No es gratuito ver a los directores, hoy en día, colaborando para filmar historias y luchar en contra de las enormes-pixar-disney ficciones.
Rio 2096 está hecha por brasileños y para brasileños. Algo paradójico y peligroso para las ideologías nacionalistas que encuentran en la utopía de la identidad un rasgo constitutivo. Pero en este caso solo es apariencia. La reflexión de Bolognesi sobre el equipo que ayudó a concretar la película, supone la decisión de quedarse en Brasil para llevar a su conclusión el proyecto. “Aquí se está haciendo una película brasileña, para brasileños, somos todos brasileños, de la forma que la gente quiere, con nuestra identidad, nuestra estructura, nuestra elección de colores, de música…”, decía el equipo de Bolognesi. Respecto a la cuestión presupuestal, cuando la película compite en el festival francés, los trabajos contrincantes estaban hechos con un presupuesto de 5 a 20 millones de euros, en una distancia considerable a Rio 2096 que fue hecha con 1,5 millones. Si el equipo de producción apoyó el proyecto de Bolognesi, hoy esa mano de obra ya no piensa dos veces quedarse en Brasil. Sin embargo la coyuntura del trabajo de Bolognesi puede abrir un camino para pensar la animación brasileña que, según sus palabras, se puede comparar con la explosión de la Bossa Nova en los años sesenta del siglo XX.
En la película de Bolognesi los personajes se transforman, pero la realidad básica sigue intacta. Los motivos mágicos cambian; la colonización no. Película inscrita en una línea decolonial, que expresa la matriz del poder en otras formas de representación. El corte sincrónico deja al espectador la tarea de relacionar las historias de violencia e injusticia, para comprender la decadencia de una civilización que no es solo brasileña y que ni el amor puede salvar.
Por Carlos Rgó (@Rgock)
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