Pocas cinematografías a nivel mundial han sido tan castigadas como la africana, los extensos –y complicados– procesos sociales por los que ha pasado el continente, impuestos por el control extranjero y local, han provocado que el cine de África sea visto más como una excentricidad que como una realidad, sobre todo en ciertos festivales europeos gustosos de festejar la cuota de “curiosidad”.
Sin embargo, procesos recientes de recuperación han permitido conocer de manera más integral la cultura del continente. Grupos –la mayoría extranjeros– y diversas ONG se han dado a la tarea de restaurar cine y música de la región que se creía perdida o en vías de desaparecer.
Una de esas cintas recuperada y restaurada es Revenge (1986), un western filmado en Sudáfrica bajo las órdenes de Coenie Dippenaar. La película es una clara apropiación del género norteamericano por excelencia (al menos en sus inicios), donde el rostro de los vaqueros cambia de tono aun cuando las acciones se desarrollen como dicta el modelo tradicional.
El largometraje cuenta la historia de una inocente familia que acaba de mudarse a una granja recién comprada, al llegar a la zon, la hostilidad y lo hosco de los lugareños queda pronto patente, sin embargo, el patriarca desdeña las preocupaciones de su esposa. Un día decide salir al campo a cultivar, momento que aprovechan los malos para atacar a mujer e hijo. Su deseo de venganza será implacable.
Como se puede leer en esas líneas, estamos ante un western de venganza clásico. Hay un hombre herido en su orgullo familiar y cobrar venganza será la única salida para la afrenta. Las acciones de dan con ligereza (el metraje dura poco menos de una hora) y sin muchas complicaciones, en la mejor tradición del cine b norteamericano.
Quizás el tema más importante al centro del relato sea la manera en que la justicia ha abandonado ciertas partes del continente africano. Cuando el protagonista sale a pedir ayuda para atrapar a los criminales sólo recibe burlas y desprecio. En tierra sin ley, la única manera resolver los conflictos en con las propias manos.
Sería fácil ver en la película ecos de largometrajes como Boss Nigger (1975), de Jack Arnold; Navajo Joe (1966), de Sergio Corbucci; o Más corazón que odio (The Searchers, 1956) –guardadas las distancias, claro–, de John Ford. El tono casi ingenuo de Revenge (el protagonista se convierte en un pistolero infalible en unos pocos cuadros) hacen que este western luzca como un ejercicio de los años 30 o 40, convirtiéndolo en toda una curiosidad dentro del género.
Por Rafael Paz (@pazespa)
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