La nueva centuria llegó con todo tipo de pensamientos alternativos. La heterosexualidad, el género binario, la monogamia son conceptos para algunos ya caducos. Para algunos…
En pleno siglo XXI hay también lugares y comunidades en las que se respetan tradiciones legendarias. El matrimonio se concibe como parte necesaria de la vida, para preservarlo hay que seguirse casando con los compatriotas. El amor ya será consecuencia de ello, no a la inversa.
Lo muestra Stephan Streker en su filme A Wedding (Noces, 2016), donde Zahira (Lina El Arabi) es una belleza de origen pakistaní que ha crecido en Bélgica. Por las mañanas sale a la escuela con su larguísimo cabello lacio al descubierto, y por las noches reza el Corán y respeta las costumbres. (Casi) siempre.
Cuando sus padres consideran que está en edad de casarse, le muestran las fotografías de tres primos lejanos, candidatos a esposos que viven en Pakistán con los cuales Zahira no tiene nada en común. Y aunque lo tuviera, no piensa darse la oportunidad de averiguarlo. Porque el amor no es así. Porque es una chica occidental que no cree en los acuerdos nupciales.
“Tu madre y yo no nos conocíamos cuando nos casamos. Tú incluso tienes la oportunidad de hablar con ellos por Skype y elegir”, dice su padre, presumiendo apertura.
Y es que hasta en Zahira las tradiciones pesan. Se pasa todo el filme es una lucha constante de consigo misma. Porque será muy liberal, pero sigue creyendo que los fetos tienen alma y rezando en dirección a La Meca, sin falta.
Solo logra comunicarse con sus padres a través de su hermano Amir (Sebastien Houbani) a quien también le cuesta ser mediador, incapaz de plantarse frente a ellos y hablar cara a cara.
La posición de Amir durante todo el filme es quizá la más complicada. Trata constantemente, sin éxito, de encontrar puntos de acuerdo entre padres e hija. Entiende todas las posturas y hace circo, maroma y teatro por encontrar acuerdos amorosos entre las partes. También el padre de su mejor amiga trata de interferir, hablando de forma respetuosa con el jefe de la casa musulmana.
“¿Sabes cuántas mujeres solteras hay en aquella cuadra? Quince. Las mismas que en todo Pakistán”, es lo que recibe como respuesta.
La doble moral se deja al descubierto cuando los padres, que parecen muy cerrados, apoyan el aborto cuando su hija sale embarazada fuera del matrimonio. Lo que importa no es lo que pasa en realidad, sino lo que se ve, y mientras logren mantener el secreto del desliz y la joven se someta a una cirugía de reconstrucción de himen, el honor y la paz de la familia se mantendrán intactos.
Los extremos, sean cuales fueren, no son lo mejor. Esta estrujante cinta lo demuestra. Aunque hay gente que no conoce —ni le interesa conocer— otra forma de hacer las cosas.
Por Indira Cato
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